El tribunal considera "legal" la muerte a tiros de tres terroristas del IRA en Gibraltar
El tribunal de Gibraltar que ha investigado durante las últimas cuatro semanas la muerte a tiros de tres terroristas del IRA por agentes del Servicio Aéreo Especial (SAS) acordó ayer que los hechos del pasado 6 de marzo están dentro de la legalidad. El jurado, compuesto por 11 hombres, emitió su veredicto pasadas las 19-30, y califica de "muertes legales" las de los terroristas Sean Savage, Mairead Farrell y Danny MeCann. Éstos planeaban realizar un atentado con explosivos en el Peñón. El jurado -que emitió su veredicto por nueve votos contra dos- ha considerado que los soldados británicos actuaron en defensa propia y de las personas que se hallaban entonces en el lugar.
ENVIADO ESPECIAL
El veredicto no ha sorprendido a nadie en Gibraltar. Desde el principio quedó patente la enorme sensibilidad que existía en el Peñón hacia el tema. El abogado de los familiares de los muertos, Patrick McGrory, llegó a declarar que, por este factor, la investigación judicial no cumpliría nunca sus objetivos.
El veredicto alcanzado ayer tras ocho horas de deliberación, supone un triunfo de los SAS y de sus abogados. Los agentes del Ejército británico no se van a sentar en el banquillo de los acusados en un proceso criminal. El jurado ha estimado que la actuación de los SAS estaba justificada, a pesar de haberse demostrado que los tres miembros del IRA se encontraban desarmados cuando fueron abatidos y que no habían introducido explosivos en Gibraltar.
[Medios políticos británicos acogieron ayer con satisfacción el veredicto, informa Efe].
El jurado ha estimado con su veredicto la tesis que durante los interrogatorios mantuvieron los miembros del SAS y de los servicios de inteligencia británicos. Según esta versión, el dispositivo para detener a los terroristas se convirtió en su abatimiento a tiros cuando los miembros del IRA realizaron gestos extraños que permitían suponer que iban a disparar al verse sorprendidos o que se disponían a detonar por control remoto el supuesto coche bomba introducido en Gibraltar.
Se han desestimado en cambio las declaraciones de varios testigos presenciales, que afirmaron ante el tribunal que los únicos gestos que realizaron los terroristas fueron los de sorpresa al verse identificados y que los disparos se efectuaron prácticamente a quemarropa. El testimonio más claro en esta línea -referido a las muertes de Farrel y MacCann- fue el aportado por la gibraltareña Carmen Proetta, que previamente al inicio de la investigación había declarado a un programa de la televisión británica que los miembros del IRA fueron tiroteados cuando levantaban los brazos para entregarse.
El jurado se ha tenido que enfrentar a testimonios muchas veces contradictorios. En las últimas cuatro semanas se ha escuchado de todo en la pequeña sala de la Corte Suprema de Gibraltar. Desde el testimonio en los primeros días del forense Alan Watson, de la Universidad de Glasgow, quien relató cómo los disparos fueron efectuados a corta distancia y en un ataque que calificó de frenético, hasta la rocambolesca historia protagonizada en la última semana por Kenneth Askuez, un gibraltareño de 20 años. Askuez admitió ante el jurado que mintió en un testimonio anterior, utilizado por la televisión británica, en el que dijo que vio cómo Sean Savage era tiroteado en la cabeza mientras un SAS le pisaba el cuello.
Numerosas contradicciones
Pero lo que más ha destacado en los casi setenta testimonios escuchados, han sido las numerosas contradicciones en las que se ha incurrido por parte de los testigos, contradicciones que han llegado a la oposición total en el caso de algunos informe emitidos por expertos. "Nunca dos testigos están justo en la misma posición. Nunca dos testigos miran al mismo tiempo hacia el mismo sitio durante el mismo período de tiempo", les recordó ayer el juez Félix Pizzarello a los miembros del jurado, momentos antes de que se retiraran a deliberar.
Pizzarello aprovechó su informe final para realizar un detallado resumen de todo lo escuchado durante la investigación y apuntar que el veredicto de muerte ilegal sólo debería salir si no existía absolutamente ninguna duda al respecto. En caso contrario, el juez pedía que el veredicto a considerarse fuera el de homicidio legal. Pizzarello desaconsejó al jurado que se pronunciara por un veredicto abierto, que hubiera dejado las cosas como al principio.
Tras finalizar la investigación, persisten dudas sobre varios extremos. En concreto, no se ha llegado a aclarar el papel que jugó la policía española en el seguimiento y control del comando terrorista.
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