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Ni Bush ni Dukakis convencieron en su primer debate

Francisco G. Basterra

Estados Unidos continúa a la búsqueda de un líder convincente tras el primer debate televisado que enfrentó la pasada madrugada, ante 100 millones de ciudadanos, a George Bush y a Michael Dukakis en una pequeña universidad de Carolina del Norte. Ni el vicepresidente republicano es Ronald Reagan, en cuya estela quiere llegar a la Casa Blanca, ni el candidato demócrata es, ni de lejos, John Kennedy, a quien sólo recuerda porque es de Massachusetts. Ninguno de los dos convenció.

Dukakis no logró la convincente victoria que necesita para dar la vuelta a la campaña presidencial. Pero Bush tampoco consiguió aplastar a su rival y consolidar la ventaja que ha obtenido en la primera fase de la elección. Los sondeos de urgencia aparecidos ayer (se trata de la elección del presidente como si se tratara de una carrera de caballos y se necesita saber inmediatamente quien ha ganado), ofrecían un virtual empate, aunque algunos daban una ventaja a los puntos a Dukakis.El debate no despeja la incertidumbre de la campaña y el codo a codo de los dos políticos continúa. El segundo y último debate -el 13 o el 14 de octubre en Los Ángeles- puede ser decisivo para disipar las dudas de un electorado que no acaba de estar cómodo con ninguno de los dos candidatos. El tema crucial para el próximo presidente -¿qué hará con el déficit fiscal de 150.000 millones de dólares?- tampoco fue repondido en este primer debate televisado.Dukakis demostró mayor dominio de los temas de política interna y fue más agresivo. Se jugaba más -va por detrás en la campaña- y era su verdadera primera gran oportunidad d darse a conocer a escala nacional. Pero proyectó una personalidad apagada y sin humor, que no trasciende más allá de una imagen de tecnócrata competente. El vicepresidente aguantó el envite sin cometer un error catastrófico como algunos temían, y logró su propósito de arrinconar a Dukakis como a un liberal peligroso, un izquierdista.

Fuera del centro político

"Usted está fuera del centro político y no creo que el país quiera ir tan a la izquierda como usted le quiere llevar", afirmó Bush. Esta estrategia ha dado resultado hasta ahora y el vicepresidente volvió a presentar a su rival como contemporizador con el crimen, contrario a la pena de muerte y partidario del aborto. Dukakis defendió, irritado, su patriotismo, y acusó a Bush de querer "convertir en delincuentes a las mujeres que quieran ejercer el derecho al aborto".

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Ninguno de los dos políticos cometió errores irreparables. Aunque Bush estuvo más torpe en la expresión, confundió los nombres de los misiles nucleares (Minuteman por MX) y en un momento perdió completamente el hilo, saliendo del atolladero con un rasgo de humor. Dukakis, que llegaba al debate con la fama de ser mejor polemista, se apuntó más tantos si la medida de juicio fuera la de una sociedad universitaria de debates. Pero la decisión de la audiencia masiva de la televisión y la América profunda, la clase media muy conservadora, aún indecisa a quién se dirigían los dos candidatos, puede ser muy diferente.

"Si ustedes quieren cambiar", dijo Bush a los votantes en su declaración final tras los 90 minutos de debate, "yo soy el cambio. Tengo la firmeza y la experiencia, la integridad la estabilidad necesarias. Yo soy el hombre para la Casa Blanca". Dukakis respondió con una llamada al futuro, a no conformarse con la paz y prosperidad del reaganismo. "Yo, hijo de inmigrantes, creo en el sueño americano, soy un producto del mismo. La mejor América no está detrás de nosotros, aún está por llegar". La estrategia de Dukakis a lo largo de las 23 preguntas con sus correspondientes réplicas -formuladas por tres periodistas- fue poner en duda la capacidad de juicio presidencial de Bush. "No sólo es suficiente la experiencia y tener una hoja de servicios". Utilizó machaconamente el silencio de Bush en el Irangate y los tratos con el "traficante de drogas" panameño, general Manuel Antonio Noriega, para demostrar que a la hora de la verdad al vicepresidente le falla la capacidad de juicio.

"Aceptaré la responsabilidad"

Bush, a quien hasta ahora no le han perjudicado estos ataques respondió a Dukakis: "Aceptaré la responsabilidad por estos dos incidentes si me concede la mitad del crédito por todas las cosas buenas que han ocurrido para la paz mundial desde que Reagan está en el poder". Los norteamericanos han olvidado el Irangate, y Panamá y Centroamérica no interesan a la opinión pública. El vicepresidente dominó la media hora de debate dedicada a la política exterior y de defensa, sin que Dukakis lograra disipar la impresión generalizada de falta de conocimientos y de que es débil a la hora de asegurar la seguridad nacional.

El gobernador de Massachusetts atacó al vicepresidente como socialmente insensible a la suerte de los más pobres. Y en este terreno fue superior. Utilizó la propuesta de Bush, que quiere reducir el impuesto sobre las ganancias de capital del 28% al 15%, como ejemplo de qué presidente será Bush en un país en el que ocho años de reaganismo han hecho a los ricos más ricos y a los pobres más pobres. Este es un recorte de impuestos para el 1% más rico de esta sociedad, y supone dar un regalo de 30.000 dólares al año, más de lo que gana un maestro, a los que ganan más de 200.000 dólares, explicó el candidato demócrata.

Dukakis reiteró su denuncia de aplastamiento bajo Reagan de las clases medias, que tienen dificultades para comprar una casa, lo que forma parte del sueño americano. "¿Quiere usted convertirnos, señor Bush", le dijo,"en una nación de inquilinos?".

¿Dónde están los líderes?

"Usted parece un hombre sin pasiones, tecnócrata, el funcionario más inteligente del rnundo. ¿Tiene usted el liderazgo y la pasión necesarias para ser presidente?" Dukakis no supo contestar con inspiraCión a esta pregunta, la mejor de la noche, formulada por el Ipresentador del noticiarlo de la cadena de televisión ABC Peter Jennings. Lo hizo como el tecnócrata que es, y quizás en ese momento perdió la pre:sidencía de Estados Unidos."Soy un creador de con:senso", explicó el gobernador de Massachusetts, que pasó a relatar todo lo que ha hecho por su Estado. Minutos después, George Bush le llamó "el hombre de hielo". Ninguno de los dos aspirantes a la ,presidencia tiene una visión de EE UU y del mundo que inspire.

No hay más remedio que coincidir con el "no" rotundo con que la revista británica The Economist respondía a la pregunta que formulaba en su portada: ¿Son suficientemente grandes para dirigir el mundo?

Esta impresión es aún más negativa si la atención se fija en el candidato republicano a la vicepresidencia, Dan Quayle. Y Dukakis lo hizo en el debate del domingo. La falta de talla, admitida por todos, del senador elegido por Bush para sucederle si algo le pasara en la presidencia, es quizás la última esperanza del candidato demócrata para dar la vuelta a la elección. Se suele decir que el candidato a vicepresidente sólo supone un 2% a favor o en contra en una elección a la Casa Blanca.

Con una campaña tan reffida como ésta, si tal porcentaje se suma en contra del vicepresidente puede significar su derrota. "La sola idea de un presidente Quayle es muy preocupante", afirmó Dukakis.

Bush defendió a Quayle, de 41 años, a quien los sondeos consideran un factor negativo para los republicanos, diciendo: "He puesto mi confianza en la generacíon de los 30 y los 40 años". Pero el voto joven no se siente atraído hacia éste senador telegénico pero descerebrado. Quayle y el vicepresidente de Dukakis, Lloyd Bentsen, debatirán por televisión el 5 de octubre.

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