POETAS
Con estas líneas intento contestar a Alfredo Coduras Martínez, de Barcelona, y a Clara Beláustegui Trías, de Pozuelo de Alarcón, que replicaron (EL PAÍS, 6 de septiembre de 1988) a mi carta sobre los sonetos, y antes de entrar en materia, les puedo asegurar que cuando llego a mi casa anunciando a mi familia que acabo de escribir otro soneto, el personal procura desaparecer aun sin el más leve asomo de discreción. Y eso que no acostumbro a leérselos a nadie. Ni los sonetos ni lo otro..., porque, entre otras cosas, nadie tiene la culpa de que a mí me dé por escribir poemas.Dicho esto, paso a expresar mi asombro ante la queja con que inicia su réplica el señor Coduras, que, al parecer, indica que los poetas viven acosados, y que mi carta, inconcebible para él, añade más hierro a ese acoso, que yo ignoraba que existiera, viviendo, como vivo, al margen de todo grupo poético.
Como es natural, tampoco me proponía, al hablar de sonetos, agredir a nadie, ni mucho menos establecer la propuesta de que sólo en sonetos se puede envasar la poesía. Mi intención era la de que, puestos hipotéticamente a publicarles a los poetas noveles sus poemas, redujéramos su extensión a los 14 martillos del soneto en beneficio del espacio otorgado a otros menesteres en el periódico, y, al mismo tiempo, para que los poetas, pretendidos o no, pasaran públicamente la judicatura que suponen el ritmo, la medida, la rima y los demás elementos concurrentes en el soneto, al que, de forma tácita entonces y expresa ahora, le privaba, por mor de la brevedad, del añadido del estrambote, con el cual, y para los poetas italianos, resultaría un sonetto colla coda, con peligro de aumentar la extensión del texto. (Antes de que se me olvide, le recuerdo al varón que me replica que sólo él ha escrito, antes que yo, la palabra sonetillo.) Releyendo mi primera carta, y para terminar, diré que, cuando escribí "¡Tenemos tantos poetas ... !", olvidé subrayar esta última palabra. De haber aparecido ésta en cursiva, tal vez la réplica de Alfredo Coduras Martínez hubiera resultado menos irritada. No sé. El caso es que a mí no me falta amor por el género de que estamos hablando, cosa que puedo demostrar si viene al caso. Para terminar, añado que hace unos pocos años, y para acompañar a algunos de sus poemas en una antología de varios poetas, se le pidió a uno de éstos su poética correspondiente.
El poeta presentó una relación nominal de unos 60 de los contemporáneos suyos que escribían poemas, y después del último de su lista escribió: "La verdad es que somos demasiados". Parecía sugerir la reducción de dicha nómina. En mi caso, yo sólo pretendía que se admitieran sonetos como medio de filtración de la posible avalancha del poema incontrolado.-
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