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La irrupción de los 'verdes' altera el panorama electoral en Suecia

Las elecciones parlamentarias de Suecia del próximo día 18, las primeras después del asesinato del primer ministro Olof Palme (en 1986), que parecían tener un seguro ganador hace pocas semanas en el gobernante Partido Social Demócrata, aparecen hoy bastante menos claras. Los escándalos en que se ve involucrada la formación socialdemócrata y, sobre todo, la irrupción de los verdes han conmocionado el panorama político.

Es difícil evaluar cómo se reflejará en las urnas la implacable campaña lanzada por los partidos burgueses, con la decidida colaboración de los principales medios de información, a propósito del denominado caso Ebbe Carlsson, que motivó la renuncia de la ministra de Justicia, Anna Greta Leijon, y otros hechos pasados y recientes en que figuras del partido o el partido mismo aparecen vinculados en casos de abuso de poder, favoritismo y aun nepotismo.

Otro fenómeno ha desplazado el centro del debate electoral. La irrupción del Partido del Medio Ambiente, los verdes, como seguro candidato a superar la barrera del 4% de los votos y acceder por primera vez al Parlamento ha logrado hacer coincidir a todo el espectro político establecido en la descalificación de los recién llegados. Los verdes se han convertido así en la oveja negra electoral.

Si el discurso ecologista siempre tuvo oídos receptivos en Suecia, la catástrofe que asola las colonias de focas en la región del Báltico ha convertido el tema del medio ambiente en el centro del debate electoral y en el posible trampolín de lanzamiento de los verdes al Parlamento.

Árbitros de la situación

Sin duda que la entrada de los ecologistas al Riksdag (Parlamento) les convertirá en árbitros de la situación frente a dos agrupaciones -ya que no puede hablarse de bloques en sentido estricto-, el socialista, formado por socialdemócratas y comunistas, y el burgués, que comprende los partidos conservador, liberal y del centro, cuya diferencia en votos es muy pareja. Y esta posibilidad, altamente probable, de acuerdo, según se desprende de sucesivas encuestas de opinión, ha despertado la alarma del establishment político.Los líderes de los dos principales partidos burgueses, el conservador Carl Bildt y el liberal Bengt Westerberg, han declarado categóricamente su negativa a formar un Gobierno burgués si para poder gobernar tienen que depender de los votos verdes. Sin ser tan tajantes, socialdemócratas y comunistas han centrado también sus baterías contra los verdes.

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Los más pesimistas pronostican una situación similar a la existente en Dinamarca en los últimos años, de inestabilidad política y frecuentes convocatorias electorales. Otros observadores, sin embargo, no creen que la entrada de los ecologistas en el Parlamento signifique el caos, y apuestan por la formación de un Gobierno socialdemócrata con la colaboración de alguno de los partidos burgueses.

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