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A la espera de lo que haga la Reserva Federal

La mayoría de los operadores y expertos cambistas daban ayer por descontado que el Sistema Federal de la Reserva, banco central norteamericano, terminará por emular la acción de ayer del Bunsbesbank y subirá su propia tasa de descuento. Pero estos mismos expertos están convencidos de que la medida tardará algunas semanas en producirse, en un juego en el que las autoridades económicas y monetarias del grupo de los siete parecen caminar por el filo de una navaja.El problema de la actual situación monetaria mundial es que el dólar está subiendo (y el marco alemán, bajando) y nadie sabe dar una razón convincente de por qué sucede esto. De hecho, la divisa norteamericana ha alcanzado un nivel de 1,90 en relación al marco, que es el mismo que: tenía por estas mismas fechas el pasado año, precisamente cuando todo el mundo anticipaba que, a esos niveles, el déficit comercial norteamericano, el principal factor desestabilizante de la economía mundial, no tenía ninguna solución, ni a corto ni a largo plazo.

Fue necesario el crash bursátil del pasado octubre para convencer a todo el mundo de que el dólar, pese a las necesidades perentorias que Washington tiene para financiar el otro déficit (el fiscal), tenía que bajar para que Estados Unidos pudiera exportar más. El dólar bajó a 1,55 marcos en enero pasado y, de acuerdo al escenario previsto en las reuniones del grupo de los siete, la economía norteamericana comenzó a exportar y el déficit comercial a reducirse, pero a riesgo de sobrecalentarse en algunos de sus sectores industriales y con los agoreros anticipando un rebrote inflacionista.

La preocupación inflacionista no es exclusiva de los norteamericanos. Los alemanes son, en este sentido, paranoicos (el recuerdo de los años setenta y principios de los ochenta está aún en su recuerdo), y es lógico pensar que la reciente baja del marco, con el riesgo de inflación importada que conlleva, pueda ser la auténtica razón que explique la dos últimas subidas de sus tipos básicos, ayer el de descuento y el pasado 29 de julio el lombardo.

Primera reacción

Washington reaccionó a esta última subida con un reajuste de medio punto, el pasado 9 de agosto, en su tipo de descuento. Para Estados Unidos, el agrandamiento del diferencial en los tipos de interés entre ambas orillas del Atlántico agrava sus dificultades de financiación del déficit fiscal -al reorientar las corrientes de inversión-, y pone aún más en entredicho su tozuda política de no subir los impuestos, especialmente en un año electoral.Es muy posible que, en el fondo, el aparente nuevo pulso que libran Washington y Bonn sobre tipos de interés tenga inucho que ver con el viejo deseo de Gerahelt Stotenlberg, ministro alemán de Finanzas, de que la Administración norteamericana resuelva sus problemas fiscales de una manera mucho más ortodoxa. Pero dada la ausencia de margen de maniobra de la actual Administración de Ronald Reagan, con un candidato electoral atravesando horas diliciles y empeñado en prometer lo imposible (no subir los impuestos), la actual actuación sobre los intereses es como viajar sin cinturón por el filo de una afilada navaja. Afortunadamente, el recuerdo del pasado octubre está, sin duda, muy próximo en la mente de los operadores para ignorarlo, aunque se tenga la garantía de que en el Tesoro norteamericano está ahora sentado, en lugar de James Baker, el experto Nicholas Brady, ex presidente de la comisión de notables que hizo el diagnóstico de aquel fiasco.

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