'Últimas preguntas'

No soy un teleadicto impenitente. Pero, en fin, para qué voy a negarlo, ejerzo lo que puedo. Y aunque algunos honrados ciudadanos puedan escandalizarse conmigo, he de confesar que del conjunto de la programación mironiana descuella, para mi gusto, y absorbe mi atención con preferencia inusitada el magnífico Últimas preguntas.

En este miniespacio el genio de la televisión alcanza sus cotas máximas. Técnica y creatividad, fondo y forma, esencia y circunstancia confluyen armoniosamente para dar lugar al más completo programa de humor de nuestra pequeña pantalla. Nunca nuestros mejores humoristas soñaron con nada parecido. Sé de buena tinta que los guionistas de Spitting Images se muerden las uñas.

Y entonces van los genios de la programación del invento y colocan, a la misma hora pero en canal mayoritario, el programa de El Tricicle. Dilema terrible. Parece obligado ver al grupo catalán no sólo porque viene precedido de una bien ganada fama, sino también porque lo exigen los cánones de una correcta modernidad. (Uno, por ser moderno, está dispuesto a pagar casi cualquier precio.) Renuncio, pues, a las buenas historias wojtylianas en pro de los sketchs posmodernos ... y, francamente, no me compensa el cambio. Los chistes de los chicos de El Triciele no resisten comparación posible al lado de las charlas del buen cura, como no resisten a sus entrevistas entrañables las de El perro verde ni a sus reportajes medievales los mejores videoclips.

Le aseguro que no estoy alienado. Pero eso me encuentro en óptimas condiciones de valorar el humor y la calidad por encima de torpes consideraciones ideológicas. Y es esto lo que me permite sugerir a la señora Miró que no haga competir a estos chicos, mucho más modernos pero claramente inferiores, con el espléndido programa que me imagino diseñado en todos sus detalles por el genio y la astucia de mis admirados monsenores Ratzinger y Tagliaferri.-