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La familia del niño de ocho años accidentado en Getafe quiere negocar una indemnización extrajudicial

La familia del niño de ocho años Roberto Rojas, en coma vegetativo irreversible desde que el 11 de julio sufrió asfixia por inmersión durante un curso de natación en Getafe, ha apremiado al Ayuntamiento de esta ciudad a que negocie una indemnización extrajudicial, a lo que la corporación no parece dispuesta. La familia se queja de la tardanza impuesta por los representantes municipales y de que aún no conoce la versión oficial del accidente. El niño será previsiblemente trasladado desde el hospital Primero de Octubre a un centro especializado del Instituto de Servicios Sociales (Inserso).

A las cinco semanas del accidente, Roberto Rojas está postrado en posición fetal y los médicos consideran imposible su recuperación del "estado vegetativo crónico persistente" en que se encuentra. Sus lesiones neurológicas son ya irreversibles, y las reacciones que pueden observarse en él son meramente reflejas. Sus frecuentes chillidos y los leves movimientos que hace cuando se le toca hacen más difícil para la familia aceptar que la situación no tiene ya remedio.Los médicos estiman que ya no tiene sentido que continúe internado en el Primero de Octubre y le han dado el alta neurológica. La familia se siente incapaz de tenerlo en casa. "Con todo el dolor de mi corazón, yo no puedo tener a mi hijo en casa tal como está", dice entre sollozos su madre. Por ello ha solicitado al Inserso el ingreso de Roberto en alguno de sus centros para minusválidos profundos (en Arganda del Rey o en San Martín de Valdeiglesias).

No obstante, la familia prefiere que se le ingrese al centro de parapléjicos del Insalud, en Toledo. Se prevé que el traslado se efectúe antes del viernes, si es que prosperan las negociaciones del Ayuntamiento con el Inserso, ya que la demora normal para estos ingresos es de unos 10 meses.

La familia quiere iniciar cuanto antes una negociación jurídica con la corporación. El objetivo es evitar la interposición de una querella, porque "si esto va a juicio, todo iría mucho más lento, y el proceso sería un enorme trauma para la familia", afirma Primitiva Carrasco, prima de Roberto y enfermera.

Los familiares están inquietos e irritados porque los representantes municipales han aplazado por tres veces una reunión con la familia. Creen ver en ello un intento municipal de ganar tiempo, ya que si deciden querellarse habrían de hacerlo antes del 12 de septiembre. Tampoco les han facilitado una versión oficial del accidente, ya que el expediente informativo que se abrió ha sido considerado secreto.

Santos Vázquez, director técnico de la Fundación Pública para el Deporte de Getafe, afirmó ayer que son los servicios jurídicos del Ayuntamiento los que se oponen a un acuerdo privado mientras exista un expediente judicial abierto. Por esta causa, Vázquez considera probable que la familia acabe demandando o querellándose contra el alcalde, Pedro Castro.

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Los familiares están satisfechos con el trato médico y humano que Roberto y la familia están recibiendo en el hospital. Por el contrario, consideran insuficiente el compromiso del Ayuntamiento de Getafe, que no ha querido responsabilizarse documentalmente de los gastos no médicos -permisos laborales, transportes y comidas en el hospital- La corporación se ha comprometido a sufragar los gastos, pero no quiere sentar un precedente asumiéndolos de forma oficial.

Además de la existencia de las diligencias judiciales, el Ayuntamiento aduce que no puede hacerse responsable del problema más allá del período de la legislatura. También estima que la compañía de seguros con la que tiene contratado un seguro para sus instalaciones deportivas se negaría a pagar sin una sentencia judicial.

Roberto inició el 11 de julio sus clases de natación en la piscina del colegio público Ciudad de Getafe. El curso, organizado por el Ayuntamiento, había comenzado a primero de mes, pero Roberto no había sido a causa del frío. Se unió a un grupo sin que la monitora llegara a darse cuenta de que era nuevo, según la familia. Lo último que vio su madre fue al niño haciendo ejercicios de pataleo en el agua junto a otros 23 chicos.

Cuando su grupo se trasladó a la zona menos profunda de la piscina, nadie lo echó de menos. Ninguno de los monitores de natación se percató de la tragedia. Fue una niña la que lo descubrió con problemas de asfixia.

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