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Las retícencias a la competencia que viene

A los cuatro meses de que el Informe Cecchini demostrara que la realización del mercado único europeo para 1992 tendría un impacto económico positivo sobre los países de la Comunidad, el autor afirma que las reticencias británicas a armonizar su IVA y a suprimir controles aduaneros sirven para poner en evidencia que la Europa sin fronteras no va a ser fácil de conseguir. Éste va a ser uno más de los temas para la presidencia comunitaria española el primer semestre de 1989.

El primer semestre de 1988, en que la República Federal de Alemania ha ostentado la presidencia de las instituciones comunitarias europeas de representación estatal, ha sido denso en realizaciones y en proyectos de futuro para la Europa en construcción.Desde el desbloqueo de la cuestión presupuestarla en el Consejo de Bruselas en el mes de febrero hasta las últimas propuestas sobre la libre circulación de capitales o sobre la equivalencia de títulos académicos -que debe permitir avances en la libre prestación de servicios-, la Comunidad ha recibido una serie de empujones en su lenta marcha hacia la reafirmación de una economía europea más integrada.

No parece arriesgado afirmar que tales avances se han debido a la coincidencia de varios hechos importantes: la capacidad de convicción de la presidencia alemana, ayudada por el peso de la RFA en la Comunidad; la buena salud que muestra hoy la economía europea, y que es un caldo de cultivo favorable a nuevos avances integradores; el revulsivo que la tercera ampliación de la Comunidad ha supuesto para algunos temas comunitarios bloqueados desde hace tiempo; los avances en la convicción de la necesidad de una concertación macroeconómica claramente palpable -hoy día- entre los grandes países desarrollados; la reafirmada necesidad de diálogo con los países en desarrollo asociados y no asociados a la CE, y otros que podríamos citar.

Y era precisamente en este marco favorable en que un estudio encargado por la Comisión a un grupo de expertos encabezado por Paolo Cecchini demostró que la realización de un mercado europeo interior único para 1992 era un camino recomendable para la Comunidad, puesto que podía suponer la adición de un 5% al PIB de la Comunidad, tanto por la supresión de las barreras que aún hoy dificultan los intercambios entre los países miembros como por los efectos de la supresión de los obstáculos a la producción y al Ubre juego de la competencia.

De esta manera quedaba demostrado que la eliminación de obstáculos administrativos, técnicos, fiscales y otros -defendida por el Libro Blanco sobre el mercado interior en 1985 y elevada al rango de objeto fundamental por el Acta Znica Europea (entrada en vigor en 1987)- no había sido sólo una corazonada congruente con la idea integradora progresiva de los padres de Europa, sino algo que tenía una clara justificación económica. El mercado unificado europeo serviría para crear cinco millones de puestos de trabajo adicionales y aportaría un potencial suplementario de crecimiento no inflacionista a la CE, permitiendo ganancias de competitividad para la economía europea.

La postura británica

En todo este contexto, la Comisión Europea ha ido elaborando las disposiciones a que hacía referencia el Libro Blanco sobre la realización del mercado interior a un ritmo bastante satisfactorio, aunque son bastantes las disposiciones que aún quedan por hacer, y bastantes también las que, pese a estar elaboradas, no han recibido aún la aprobación del Consejo de Ministros de la CE.

En estos días pasados se ha producido, empero, un hecho que constituye un serio revés a la convicción que venía existiendo. -en términos generales- sobre la necesidad de ir asumiendo pérdidas de soberanía por parte de todos y cada uno de los Estados miembros de la CE en relación al mercado interior.

Y no me refiero simplemente a alguna declaración de algún empresario atemorizado por la competencia que viene -que, lógicamente, los hay-, sino a la postura del Gobierno británico de no armonizar su impuesto sobre el valor añadido a la banda comunitaria, y a la aún más grave de reivindicar la necesidad de seguir manteniendo controles fronterizos intracomunitarios bajo pretexto de luchar contra las drogas o contra el terrorismo.

Sin armonización fiscal, la práctica de los ajustes fiscales en frontera va a hacer imposible la desaparición de los controles de aduanas para práctica del ajuste a las importaciones y a las exportaciones. Sin confianza en los controles aduaneros ya practicados por otros países miembros respecto a -por ejemplo- el tema de la droga, nunca desaparecerán las formalidades inherentes a la gestión aduanera de las operaciones de comercio exterior con la burocracia y retrasos que las mismas conllevan.

Hasta ahora, los países comunitarios menos ricos supeditaban los avances en las libertades internas comunitarias a la adopción de medidas estructurales compensatorias dentro de una dinámica que tenía su lógica. El decir ahora que hay que seguir manteniendo los controles de aduanas propios como tributo de la soberanía nacional -aunque sea bajo argumento de drogas y terrorismo- es algo que pone en duda los cimientos de lo que quería ser el mercado intracomunitario sin fronteras -que en su día definieron los tratados constitutivos de las Comunidades Europeas y que se ha reafirmado en el Acta única para 1992-1993.

Es algo tan importante que me parece necesario decir que la marcha hacia el mercado único europeo va a ser más lenta de lo previsto por los expertos y por la mayoría de los e urofuncion arios.

Esto no quiere decir que haya que caer en ningún tipo de pesimismo comunitario, sino, más bien, que habrá que ir percatándose de que la historia de la Europa unida no puede prescindir de las reticencias derivadas de muchos siglos de Europa desunida, y habrá que ir actuando en consecuencia.

es catedrático de Organización Económica Internacional de la universidad de Barcelona.

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