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'No surrender'

La masa es plástica. Dúctil, fácil de moldear. Desciende sabiéndose parte de ella, de esa humanidad tentacular que hace oscilar sus gruesos brazos en dirección a la cabeza: el estadio, el espectáculo, el escenario. Es masa en ese movimiento inequívoco. Hace un momento, no, todavía era alguien con un rostro y una voz para pedir en un bar un bocata envuelto. "Tenemos también latas muy frescas". "Ya, pero es que no se pueden meter botes". "Hay quien vacía una botella de las de agua mineral y la llena de whisky o lo que sea...". Tenderos.En el itinerario, masas de botes aplastados, envases metálicos de cerveza y demás, se concentran junto a los bordillos. Grupos de chavales vacían las botellas de agua y sustituyen el contenido por otro más colorido. Palomitas, camisetas, pipas, tabaco, bocadillos, chorizos fritos, abanicos de papel, maderos, camiones que huelen a cuadra, masa que contrae y se expande junto a las paredes del vientre de hormigón que por unas horas la albergará. Parte de ella, en las colas inmensas, en el vestíbulo abarrotado, sobre el césped protegido por bandas de moqueta mágica. Ignífuga, dicen. Dicen.

Parte de ella, en los 30 centímetros escasos que delimitan el territorio de cada integrante de la masa. Cogotes, hombros desnudos, terror de la proximidad y el boss se pone meloso. "Parece almíbar". "Me parece a mí que va de sosaina". "Si es que no puede ser. Éstos del rock, en cuanto se enamoran, la cagan. Pa ser bueno en esto hay que sufrir, y si no, no te jalas nada". "Anda el tío, que se ha puesto romántico". Parte de la masa. Vacilante, tímida, a la espera. Vaharadas de olor a miles de pieles ascienden desde el suelo, abrazan a la masa, la identifican. Sudor, humores, cremas licuadas. La masa sigue indecisa, aunque levante los brazos.

Formación compacta que no se atreve a deshacerse. Ni siquiera ayudan los primeros canutos, tampoco los primeros tragos. Formalidad. Desde el césped controlan el escenario los miembros de la masa que superan el 1,70 de altura. Las pantallas de vídeo apenas si muestran algunos flashes. "¿Para qué vendremos los bajitos a los conciertos?". "¿Qué está haciendo ahora?". "¿Tú ves algo?". "¿Y la tía? ¿Ha salido la tía?". "Va de blanco". "Así que born in the USA". Descanso.

La masa es plástica. Sin seguir ninguna orden, comienza a desmembrarse. Sobre la moqueta cutre, miles de grupos, sentados. Una excursión campestre: ahora es gente. Forma parte de la gente. Sacan bocadillos y bebidas, sentados en círculos más o menos deformes. Círculos tangentes e incluso secantes. De uno a otro se cambia canuto por trago, cigarrillos por trozos de hielo. Calor de agosto. Calor sólido, sin pizca de viento. El hielo funciona como un chiri, pasa de mano en mano, roza frentes, labios, cuellos, pechos. El mismo hielo. Forma parte de la gente. Ríen, comentan y celebran el intercambio. No se menciona el concierto. Como si nadie hubiera pagado tres talegos y medio por estar aquí. La gente confia, sobre todo confia. Este Bruce viene precedido de buena fama. "Es legal, tío, ya verás". Los asuntos oscuros son rollos. Va de legal, "como el Eric Burdon, ya verás".

La banda ha vuelto a salir. La gente se ha incorporado. Los que preferirían seguir sentados en el suelo intentan convencer al resto de que no se levanten. "Que así vemos todos": "¡Sentaos, fachas, sentaos!". Ningún éxito. Pero ya la gente ha hablado, se ha visto las caras y el espacio se ha hecho digno como por ensalmo. Los cogotes permanecen ahora a una distancia prudente sin que se hayan registrado sustanciales abandonos del recinto, salvo los mareos de rigor y algún que otro bajito desesperado. El jefe se ha puesto de domingo, con su chaleco violeta y su camisa blanca de manga larga. Las pantallas de vídeo funcionan y él está pegado a su guitarra desgarrando esas notas bestias y electrizantes que sólo los buenos roqueros convierten en poesía. Poesía dura. I'm so lonely.

La gente inicia su carrera hacia el entusiasmo. Los hay renuentes, de esos que permanecen tiesos como palos a pesar de que el ritmo les salpique por todas partes. Algún generoso lanza gotas de agua sobre las cabezas. Los más cercanos lo agradecen. Los bajitos empiezan a ver y los cojos a saltar. Los olores de las pieles son un sopor de vida. I'm on fire. Cada uno siente su alrededor inmediato, y el otro, el imponente cerco multitudinario de manos y gargantas. Los cuerpos se mueven, reconocen a los otros cuerpos. Son individuos. Ahora es un individuo flanqueado por individuos que también se mueven. Palmean hasta los más recalcitrantes. Cruce de complicidades, el boss se está empeñando en ganar a la masa, a la gente y a los individuos. También él está decidido a entregarse. Higher and higher. Hay momentos en que no se sabe quién canta o cuál es el verdadero espectáculo. Qué se sentirá desde ahí enfrente, retorciéndose junto a la guitarra, con los espíritus rendidos. El estadio es mucho más que un gol: ese rugido -"torero, torero"- conmueve al calor.

Qué habrá sentido esa chavala de las primeras filas a la que el dios escogió por unos minutos. Con qué ganas le ha abrazado y con qué ganas ha aullado el público. I love you, pretty Spanish people. El personal se le entrega definitivamente, podría seguir aquí dos horas más. Han pasado cuatro y de nada sirve ese reloj que enseña desde el escenario. Al contrario, espolea. Todos continúan en su sitio. El jefe cantó por Otis, por Trini López y casi se pone caribeño. A nadie le importaba arrancar más oscuridad a la noche ni dejarse lamer por las hileras de focos blancos del campo de fútbol. Todos viendo a todos. Todos viéndole a él. Él viendo a todos. My little cats, go ahead!

Y allá van los gatitos. Desalojan en interminable procesión. Coches de policía atraviesan de cuando e cuando. "¿Dónde está el Nani?". Barreños de plástico con botes fríos interrumpen la salida. Todavía se puede comer algo en Las Vistillas, dos y media de la madrugada. El sonido del rock ha despabilado al viento que, tan fresco, mece el ramaje de las mimosas. "Ya te decía yo que era legal, tío". Eso sí, como es habitual, los violines entraron con unos segundos de retraso.

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