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El 'óscar' para Kitty y 'Duke

Francisco G. Basterra

F. G. B. Toneladas de confeti y 15.000 globos con los colores rojo, azul y blanco de la bandera nacional norteamericana llovieron sobre la audiencia mientras la banda atacaba el Battle hymn of the republic. Dukakis, en la estela de John Kennedy, besó a su mujer, Kitty, tan elegante en su traje de chaqueta de seda rojo y collar de perlas de doble vuelta, como Jackie Kennedy. Era la noche de gloria del hombre que compara la política a una maratón.

Durante 10 largos minutos, la pareja de moda paseó por el escenario, perseguida por los focos, reconociendo los aplausos. Él, sin vencer nunca del todo su innato sentido del ridículo. Parecía la noche de los oscars. Para ello, anteriormente, Olympla Dukakis, la actriz secundaria de Hechizo de Luna, por cuyo papel ganó un oscar, presentó a su primo Mike en un vídeo familiar como un hombre frugal y auténtico que aún utiliza una máquina quitanieves de hace 25 años y cultiva tomates en su patio de casa de clase media alta en Boston.

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El padre de Kitty, Harry Ellis Dickson, músico profesional, dirigió la orquesta, que estrenó una Fanfarria para Mike compuesta para la ocasión. Y se unió a la pareja la anciana Euterpe, 84 años, madre de Duke. Y los hijos del candidato, con la nuera embarazada, que lo hará abuelo en enero.

Con el prolongado baño de multitud quedaba claro quién es el número uno. El problema está en el número dos. Y salieron al escenario los Bentsen. Él, un patricio de sienes plateadas por el petróleo, los negocios prósperos y el conservadurismo tejano. Acababa de ser designado candidato a la vicepresidencia tras afirmar que "el primer derecho humano es la igualdad de oportunidades". Pero faltaba el tapado, Jesse Jakcson. Los demócratas, más que un ticket de dos han parido un trinomio.

Dukakis ya se había preocupado de colmar de elogios a los "fantásticos" hijos de Jackson durante el discurso de aceptación. Había llegado el momento para el líder negro, "el poeta del Partido Demócrata", como lo ha llamado Richard Nixon, de rendir sus armas ante el candidato a presidente. Su campaña -ya está pensando en 1992, o más bien en 1996- ha concluido, y en el guión toca unidad. Alzó sus manos con los Dukakis y los Bentsen ofreciendo el cuadro de una familia política feliz y unida: el liberalismo tecnocrático del aspirante a presidente, el radicalismo magnético de Jesse y el conservadurismo aceptable del senador Bentsen.

Pero, inmediatamente, los coreógrafos de este gran espectáculo sumergieron a Jesse en una pintura más grande. Y se unieron al grupo, en un carrusel de besos a los Dukakis, Jimmy y Rosalyn Carter, Walter Mondale, los aspirantes demócratas derrotados en las primarias -menos Gary Hart- y los líderes demócratas del Congreso. Y cuando la cantante negra Jennifer Hollyday entonaba el Glory, glory aleluya y América, algo en el aire decía que Michael Stanley Dukakis puede ser el próximo 20 de enero el 41º presidente de Estados Unidos.

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