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42 y 44

Ha terminado la moda del cuerpo flaco. Algunas revistas femeninas lo proclaman, pero la declaración está por todas partes.Pierden el tiempo, el humor y la salud todas las mujeres que se encuentran ahora envueltas en las vendas con caldo de hierbas del Stetic Center, unidas a los aparatos de Votre Ligne o recibiendo por correo regímenes del famoso doctor de Córdoba. Lo que se lleva actualmente son los cuatro o cinco kilos de más. Se ha acabado la angustia, el complejo de culpa y la neurosis de la báscula, entre los que tanta gente ha perdido las ganas de vivir. Fin del terrorismo del peso ideal. A las mejores modelos internacionales se les exige hoy un 10% más de kilos que los que marcan las antiguas tablas.

De la misma manera que se ha restablecido la normalidad energética mundial, se ha concluido con los rigores de la dieta. Hay opción para las delgadas y hasta las escuálidas porque el tiempo es diverso y polivalente, pero la insignia de la belleza se encuentra en torno a las proporciones de Kathleen Turner o Jeannette MacDonald. En la portada del libro Bella del Señor, éxito de ventas hace unos meses, se expone una de las mujeres de esta índole y que tantas veces pintó Tamara de Lempicka hace seis décadas: los pechos y los muslos solares, el rostro dulce, una espalda abastecida. El cuerpo transpira densidad. Los números mágicos son las tallas 42 y 44.

La estética de¡ ángulo y del hueso se correspondía con las maneras esquemáticas del international style y un tono intelectual a la fuerza más especulativo. Las mujeres, los divanes, las sillas eran incómodos dentro de un universo ideológico innecesariamente más estricto. La moda sin ideología, por el contrario, escoge un diseño confortable. La proporción del cuerpo, en consonancia con ello, posee las señas de la salud y la armonía de los frutos sazonados. La insinuación de la osamenta es un anacronismo carcelario. La cotización recae hoy sobre los modelos art déco, la cadera, el esplendor, la resurrección de la carne.

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