Los fieles ministros
LA PRIMERA impresión que ofrece la composición del nuevo Gobierno es la de que Felipe González ha querido reforzar sus lazos con el partido socialista y con los sectores de UGT que le son fieles frente a la estrategia de Nicolás Redondo. La entrada en el Gabinete de tres miembros de la Ejecutiva Federal del PSOE -uno de ellos, el sindicalista Corcuera; otro, el histórico Múgica, y, finalmente, la feminista Matilde Fernández- parece indicar un deseo del presidente de recompensar los esfuerzos de todos los sectores socialistas por mantenerse unidos y de no primar con pírrícas victorias a las sedicentes alas del PSOE.Aunque es difícil admitir la eventual existencia de auténticos barones en el partido gobernante, los que pueden considerarse a sí mismos como tales están presentes en el equipo, con la excepción de Maravall. Guerra, Solchaga y Serra marcan claramente tres tendencias diferenciadas, y las tres reciben el refrendo de la continuidad, por más que los socialistas catalanes, que hoy esperan a González en Barcelona, sean los que menos tajada han sacado en la remodelación. La presencia de Solana al frente de Educación equivale al mantenimiento de una figura también despegada del guerrismo, y la de Fernández Ordóñez en Exteriores es el premio a su observancia de la disciplina. Aranzadi es un técnico del equipo de Solchaga; éste ha jugado con habilidad para no dejarse colar un solo nombramiento que no le agrade, aunque ha tenido que desprenderse de Croissier, otro hombre suyo de confianza. Corcuera es un sindicalista adicto al presidente -que ya pensó en él como ministro de Trabajo para el primer Gobierno socialista-, y hace tiempo que se distanció de la línea oficial del sindicato dirigido por Redondo. Causa sorpresa ver a Matilde Fernández -otra ugetista con entrada en la Moncloa- formar parte de un equipo en el que las mujeres no ocupan más del 10% de las sillas: ella fue la promotora, en el congreso del PSOE, de la cuota del 25% femenino en todos los órganos del partido. La llegada de Rosa Conde al cargo de portavoz supone una incógnita en cuanto a resultados. En su especialidad es una profesional competente. Jorge Semprún, el nuevo titular de Cultura, es un intelectual independiente que proviene de las filas del comunismo, donde su nombre de guerra, Federico Sánchez, se hizo mítico en los años de la clandestinidad. Amigo personal de Felipe González, su presencia actualizará el eterno debate sobre la valía de los teóricos en los puestos de gestión.
Ver a Barrionuevo en Transportes causa ternura, y hace suponer que el presidente no ha querido descabalgarlo del todo a fin de no dar su brazo a torcer ante la opinión pública. Durante la gestión ministerial de este inspector de Trabajo al frente de la policía, ha aumentado la inseguridad ciudadana, se ha deteriorado la imagen policial, se han desparramado las sombras y las dudas sobre los GAL y ha tenido lugar toda clase de enfrentamientos entre el aparato de seguridad del Estado y la autoridad judicial. Quien fue un mal ministro del Interior no tiene por qué ser bueno en Transportes. La llegada de Enrique Múgica a Justicia repara una deuda personal (y política) del presidente con uno de los hombres que ayudaron a crear y desarrollar el mito González. Múgica es un político casi en estado puro, al que no se le conoce ninguna capacidad específica en el terreno judicial, a excepción de su carrera universitaria en la abogacía. Hombre de diálogo, componedor y moderado, tiene ante sí una tarea verdaderamente ingente. Como la tiene Javier Solana, que llega a uno de los ministerios más difíciles después de haber dejado tras de sí una estela de contradicciones en las dos carteras que ocupó anteriormente. Respecto a los que se van, el juicio es también contradictorio. Ledesma comenzó con un ambicioso programa de reforma en Justicia, que fracasó por la propia debilidad del ministro y por los embates que sufrió desde Interior. Maravall ha impulsado una importante reforma educativa en EGB, BUP y en la Universidad. Hombre batallador, acabó muriendo en la batalla. Es, sin duda, una de las mejores cabezas del PSOE, pero, después de su enfrentamiento con todos los sectores involucrados en la enseñanza, su permanencia era absurda. Las ausencias de Caballero y de Croissier en el Gabinete no dejarán ninguna huella en la historia política de este país.
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