Adaptaciones teatrales
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del señor Haro TecgIen Sobre el espíritu y origen de los textos (EL PAÍS, 19-6-1988) y el del señor Llovet que lo ha motivado (Adaptaciones teatrales, Boletín Informativo de la Fundación March, mayo 1988), y me gustaría hacer algunas observaciones.
1. ¿Es el señor Llovet el más indicado para defender las adaptaciones siendo juez y parte? Por profesional e imparcial que sea, es autor de un buen número de ellas, y, según las cifras que facilita el señor Haro, por cada una se paga de 500.000 pesetas para arriba. ¡Cómo no va a defenderlas!
2. El señor Llovet aporta una larga lista de adaptaciones españolas para demostrar que "forman parte de los hábitos naturales de nuestra vida teatral". Pero, aceptando su necesidad, el señor Haro denuncia la picaresca a que se prestan, y señala que en España "se han creado muchos intereses privados, y las instituciones los han fomentado así". Además, los argumentos del número o del hábito no demuestran la bondad del hecho. En todo caso, habría que ver cuántas de esa lista de adaptaciones no han incurrido en la picaresca.
3. El señor Llovet y en menor medida el señor Haro señalan algunas limitaciones de la traducción frente a la adaptación. Pero una traducción profesional, que no puede ser literal, no es menos teatral que una adaptación. Si en el teatro español no se usa "traducción", será porque no se hacen o porque no se cumplen las existentes. En unos programas del National Theatre y de la Royal Shakespeare Company que guardo sí se habla de "traducción" (traslation) de las obras de Molière y de Ostrovsky, que respectivamente representan.
4. Habiéndome educado en el Reino Unido, no acabo de entender el hábito de adaptar a Lope, a Calderón o a Moratín. Allí se reirían si les ofrecieran a Shakespeare en adaptación. Otra cosa es prescindir de versos o escenas, y lo hace el director, pero el texto no se toca por difícil que parezca. Creo que las razones culturales que se aducen (otra época, otra sociedad, otro arte) se vuelven contra sí mismas, pues la supuesta ganancia de la actualización acaba siendo una pérdida cultural. Si no he leído mal, el señor Haro llega a una conclusión semejante.
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