Una carta sugiere que Weinberger conocía hace un año la corrupción en el Pentágono
La operación Mal Viento, nombre oficial asignado a la investigación sobre corrupción en el Pentágono, sopla ya sobre 100 contratos militares por valor de decenas de miles de millones de dólares. La evidencia de fraude y sobornos, según un influyente senador, fue pasada por alto en 1984 por el Pentágono y por el Ministerio de Justicia. Una carta revelada ayer sugiere que, en contra de lo que ha afirmado, el anterior secretario de Defensa, Caspar Weinberger, podría haber estado al tanto del escándalo desde el verano pasado.
El senador John Dingell ha acusado a Weinberger de falta de diligencia cuando, hace dos años, le informó de que documentos secretos del Pentágono estaban en manos de empresas privadas. Pero fuentes de la investigación señalan que, por lo que se conoce hasta ahora, el escándalo no alcanza a los más altos responsables de la defensa y la seguridad nacional.Weinberger fue el máximo responsable como jefe del Pentágono del fabuloso rearme realizado por la Administración de Ronald Reagan, a un coste de casi tres billones de dólares. Ni Weinberger ni su secretario de la Marina, John Lehman, cuyo brazo derecho Melvyn Paisley es la cabeza visible del caso de sobornos generalizados, no están siendo investigados.
Pero The Washington Post ha descubierto una carta de Weinberger al ministro de Justicia, Edwin Meese, del pasado agosto, en la que el entonces secretario de Defensa se quejaba de unos comentarios negativos de un alto cargo de Justicia sobre las relaciones entre funcionarios del Pentágono responsables de contrataciones militares y empleados de la industria de defensa. Una relación excesivamente próxima entre ellos fue denunciada ante el Congreso por un ayudante del fiscal, el general Messe.
Weinberger, al que se acusa de haberse preocupado únicamente de conseguir dinero para el rearme sin controlar cómo se adjudicaba, ha admitido que el Pentágono quizá no vigiló suficientemente el fraude durante su mandato. Pero afirma que no sabía nada hasta la semana pasada de la investigación, y que no sospechó lo que estaba ocurriendo mientras ocupó el cargo. En el caso de Lehman, amigo político del vicepresidente George Bush, la Prensa norteamericana ha publicado que sabía que la investigación estaba en marcha y puso sobre aviso a varios sospechosos.
El fiscal que lleva el caso, y que ha puesto una sombra de sospecha sobre todo el complejo militar-industrial, informó el miércoles al Congreso que los procesamientos no serán dictados antes del otoño y posiblemente se retrasen hasta después de las elecciones de noviembre. Hudson aseguró que no hay ningún miembro del Congreso, en contra de lo que se había dicho, implicado directamente en el escándalo. Pero se está investigando a algunos congresistas.
Bush, perjudicado
El fraude más amplio de la historia del Pentágono -que maneja anualmente 160.000 millones de dólares- ha producido ya 275 citaciones judiciales y 42 mandatos de registro. La investigación se centra en sobornos directos, de hasta 50.000 dólares, para sacar del Pentágono documentos secretos que ayudaban a los contratistas a conseguir adjudicaciones. Pero también se han manipulado contratos, cambiando los requisitos y las especificaciones, para favorecer a determinadas empresas.Ronald Reagan ha dicho que lo ocurrido "es comprensible" dado el tamaño del Pentágono, que es la mayor empresa del mundo, y niega cualquier parecido de este caso con el Irangate. Los demócratas esperan beneficiarse del escándalo, que perjudica a Bush en la campaña presidencial y que suministra munición a Dukakis para reforzar sus acusaciones de que esta Administración ha tolerado el mal gobierno y la mala administración.
Veinte de las más importantes empresas de defensa, como la McDonnell Douglas, la Northrop o United Technologies, están siendo investigadas, así como otros tantos funcionarios del Pentágono y medio centenar de asesores privados de la industria militar. Se trata de la quiebra del sistema de la puerta giratoria, por el que ex jefes militares y civiles dejan el Pentágono y establecen despachos privados de consultoría para la industria militar.
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