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El Rey agradece a los emigrantes que conserven la cultura española en Australia

Los Reyes iniciaron anteayer, con un clima frío y lluvioso, la parte realmente oficial de su visita a Australia, en Canberra, la capital federal del país. Don Juan Carlos mantuvo una entrevista, calificada como "más bien de cortesía", con el primer ministro, el ex sindicalista laborista Bob Hawke, y, en la parte más importante de su programa de anteayer, se encontró con numerosos representantes de la colonia española. En este acto, el Rey agradeció vivamente a los emigrantes su esfuerzo por conservar en la lejanía la lengua y cultura españolas.

Los encuentros con los residentes en el exterior ocupan siempre un significativo aparte en el programa de las visitas reales al extranjero; máxime cuando, como es el caso en el actual viaje a Australia, el contenido de estos programas no es lo suficientemente denso.El escaso peso de España en Australia hace que los ya habitualmente protocolarios encuentros del jefe del Estado se conviertan, en no pocos casos, en mero intercambio de cortesías tal y como ocurrió ayer en el encuentro con Hawke. Y, sin embargo, la presencia de emigrantes o hijos de emigrantes españoles en Australia mantiene sorprendentemente viva la tradición, la colonia y la lengua de nuestro país en lo que casi constituye las antípodas.

"Quiero felicitaros por vuestras realizaciones, por el tesón que ponéis en conservar y transmitir a vuestros hijos nuestra lengua y cultura y por vuestra participación en la construcción de este país, lo que constituye una forma de engrandecer también a la patria lejana, cuyo suelo dejastéis un día". Estas palabras del Rey, dirigidas a una audiencia de varios cientos de españoles o descendientes de españoles venidos a Canberra de diversos estados cercanos a la capital federal, provocaron escenas de emoción y hasta, en algún caso, de histeria.

En un mensaje varias veces repetido, don Juan Carlos señaló que "desde España pensamos siempre en los compatriotas que viven en la lejanía, que recuerdan con nostalgia a la nación que les vio nacer y mantienen sus sentimientos divididos entre ella y el país donde acudieron movidos por el ansia de mejorar su situación y la de sus familiares". Estas palabras reflejan también perfectamente el momento que atraviesan los más de 30.000 españoles -sólo 16.000 de ellos están oficialmente reconocidos como tales por el Gobierno australiano- que viven en los diversos estados federados de la isla-continente.

Esfuerzo callado

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"España no os olvida y, por el contrario, admira vuestro esfuerzo callado y constante, en un ambiente extraño y difícil para vosotros", concluyó el Rey su mensaje. Este ambiente extraño y difícil es el que hace que, como pudo comprobar personalmente el enviado especial de este periódico, numerosos hijos de emigrantes ya apenas hablen castellano, pese a la existencia de un programa especial del Ministerio español de Educación, que mantiene en este país a casi una treintena de profesores con sueldos netos superiores a 400.000 pesetas. Y, aunque la emigración española es blanca -las leyes australianas prohibieron hasta muy recientemente la residencia a personas de color-, lo cierto es que la colonia, sucesivamente olvidada por no pocos embajadores, es hoy una de las menos influyentes en este país de aluvión.

Paralelamente a las actividades de los Reyes, el ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, se entrevistó ayer con su colega australiano, Bill Hayden, con quien repasó temas de rutina, como la posible ayuda de Australia a la aventura española en la Antártida -donde se intenta desarrollar una estación científica propia de España, a lo que Canberra no se muestra muy proclive-, o el deseo de forzar la presencia española en Asia.

Fernández Ordóñez anticipará su regreso al de los Reyes en este largo viaje a las antípodas, ya que, según manifestó, desea despachar con el presidente del Gobierno, Felipe González, antes de que ambos salgan hacia Hannover para participar en la cumbre europea, a finales de este mes.

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