A la cuarta va la vencida
Los franceses acuden hoy a las urnas por cuarta vez desde el 24 de abril pasado. Hoy deben decidir el color de la Asamblea Nacional que deberá legislar en los próximos cinco años y el color del Gobierno capaz de obtener el apoyo de los diputados. Esta elección debe cerrar seis meses de agitación electoral y estabilizar la vida política, después de dos años de cohabitación -la insólita coincidencia de un presidente socialista y un primer ministro conservador- y de varias semanas de incertidumbre sobre el rumbo definitivo que va a tomar Francia. Pero el zigzagueo que ha caracterizado los últimos meses deja abierta la puerta todavía a todas las posibilidades, desde una nueva cohabitación, con la entrada de la derecha en el Gobierno, hasta un Gobierno socialista.El 24 de abril, en la primera vuelta de la elección presidencial, las urnas proporcionaron un duro castigo a los dos candidatos de la derecha -los ex primeros ministros Jacques Chirac y Raymond Barre-, situaron en buena posición a François Mitterrand para su reelección y turbaron las conciencias democráticas con los cuatro millones y medio de votos que recibió el ultraderechista y xenófobo candidato del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen. Quince días después las urnas producían una nueva conmoción, con la reelección triunfal de Mitterrand por un margen insólito desde 1969, seguida por la agitación de la apresurada convocatoria de elecciones legislativas anticipadas.
El pasado domingo 5 de junio, de nuevo, las urnas sorprendían a los franceses, con el excelente resultado obtenido por la coalición conservadora, el respiro de alivio por el hundimiento electoral del Frente Nacional, la inesperada recuperación de los comunistas y la insuficiencia de los votos socialistas.
En tres semanas los franceses han negado la presidencia a la derecha y la mayoría por goleada a los socialistas, han elevado y hundido a Le Pen sucesivamente, han castigado a los comunistas y los han salvado de la humillación, han aceptado la propuesta de unidad y de apertura de Mitterrand y la han aplicado a rajatabla y cruelmente sustrayéndole una mayoría cómoda en la primera vuelta. Las urnas pueden proporcionar hoy en Francia nuevos sustos que añadir a la riquísima peripecia de los últimos meses.
Posibilidades
Éstas son las distintas posibilidades que hoy despejarán los electores:
1. La nueva cohabitación. Si la mayoría parlamentaria saliente, la coalición entre los neogaullistas de la Asamblea para la República (RPR) y la confederación de centro-derecha Unión para la Democracia Francesa (UDF), consigue de nuevo la mayoría, 289 diputados o más, Mitterrand deberá plegarse nuevamente a la cohabitación. A diferencia de 1986, ahora los dos cohabitantes se hallarán igualmente legitimados: Mitterrand, por la elección presidencial del 8 de mayo; la mayoría, por las elecciones de hoy. El presidente tendrá mayor autoridad moral para ejercer sus poderes y para elegir a un primer ministro que en ningún caso puede ser Jacques Chirac. Deberá ser una personalidad más centrista, dispuesta a practicar la apertura predicada por Mitterrand, pero desde la derecha, o incluso un mitterrandista capaz de componer un Gobierno con la derecha y de obtener la confianza parlamentaria.
El director de la maniobra desde la derecha será el ex presidente Giscard d'Estaing, la personalidad con mayor autoridad moral después de la derrota de Chirac y de Barre, y el auténtico apóstol de la nueva cohabitación, como malévola traducción giscardiana de la apertura al centro lanzada por Mitterrand.
2. Gobierno de apertura. Si los socialistas y sus amigos consiguen una mayoría exigua, será realidad la hipótesis más deseada por Mitterrand. Con más de 289 diputados y menos de 310, por ejemplo, Mitterrand puede encargar al primer ministro, Michel Rocard, que siga con su programa de centro-izquierda y que intente desgajar un pedazo centrista del actual pastel de centro-derecha, para ampliar la base parlamentaria de su Gobierno. En un primer momento la apertura seguirá siendo recibida con reticencia por los centristas, principalmente por la amarga experiencia de esta campaña electoral, que ha enfrentado de nuevo a derecha e izquierda, bloque contra bloque.
Lo difícil
3. Apertura y cierre. Si los socialistas consiguen una mayoría muy amplia, prácticamente descartada después de la modestia de los resultados del pasado domingo, Mitterrand puede encontrarse con el enemigo en la izquierda, en su propia casa. Por eso la hipótesís de una Asamblea Nacional con 400 socialistas sobre 577 era la menos deseada por el presidente de la República. Los enemigos de la apertura serán entonces los propios socialistas, escarmentados después del susto del pasado domingo y deseosos de aprovechar a fondo el poder que habrán recibido en las urnas.
4, La inestabilidad. La peor posibilidad de todas se producida si nadie tuviera la mayoría absoluta, cosa perfectamente verosímil y probable. En un caso podría ser el Partido Comunista Francés (PCF) el que contara con los votos capaces de dar la mayoría a un Gobierno socialista. Mitterrand intentaría por todos los medios una súbita apertura al centro, para no convertirse en rehén de los votos del PCF, descartada ya desde hace años una nueva edición de un Gobierno de unidad de la izquierda como en 1981. Algo parecido sucedería, pero esta vez a instancia de los centristas, si la única mayoría posible a partir de las actuales fuerzas se pudiera producir por la adición de la actual RPR-UDF con el Frente Nacional. Aunque una parte de los conservadores propugnaría un Gobierno de unión de derechas, éste no sería posible en cohabitación (Mítterrand nombra el primer ministro y debe aceptar los nombres de los ministros y altos cargos) y hallaría la oposición de una gran parte de los centristas.
La solución, como en las novelas por entregas, esta noche al término del siguiente episodio.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.