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Entrevista:LUZ DE GAS

"Ahora duermo sin pastillas"

Tiene 48 años, y hasta el pasado jueves, en que presentó su dimisión, fue concejal de Tráfico del Ayuntamiento de Madrid por el PSOE. Su gesto le ha convertido en un ave exótica dentro de la fauna política. Aunque se niega a admitirlo, ello no deja de halagarle. En su pequeña casa de alquiler, en Miraflores de la Sierra, se toma unas vacaciones y piensa en volver a ser maestro o funcionario sin abandonar la política.Pregunta. Su dimisión le ha acarreado una oleada de ternura popular.

Respuesta. A mí me ha sorprendido esta reacción. Hace seis meses, cuando dije que si no arreglaba el tráfico me iba, yo estaba planteando un reto a los demás y a mí mismo: cambiar la orientación del tráfico en Madrid. No me han dejado hacerlo y me voy. Creo que no he hecho nada anormal.

P. Ahí tiene a Barrionuevo y Maravall, cuya dimisión se está pidiendo y...

R. Se la piden muy injustamente, déjeme decirlo.

P. Entonces, ¿está de acuerdo con el alcalde Barranco, que dice que "los socialistas tienen un sentido provisional de los cargos públicos"?

R. Yo he dicho en varias ocasiones que soy de esos políticos que, cuando se sientan, trabajan como si fuesen a estar toda la vida, pero tienen la maleta hecha al lado. Uno tiene que tener el sentido de la transitoriedad.

P. Sin embargo, ¿no cree que hay un cierto mesianismo en los grandes cargos?

R. Un político tiene que tener dos cualidades, que a lo mejor yo no las tengo muy desarrolladas. Una es el mesianismo, entre comillas, y otra, la ambición de llegar a lo más alto.

P. Y ser coherente con uno mismo, ¿no sería la más importante ambición?

R. Sí, pero las coherencias personales muchas veces no las decide uno. Hay circunstancias.

P. ¿Cuáles?

R. Yo puedo ser más coherente porque tengo el futuro asegurado para mí y los míos. No sé las responsabilidades de los demás. El señor que no ha conducido nunca no puede acusar a los demás de que infringen.

P. Sigue usted dominado por el síndrome del tráfico.

R. No lo puedo evitar.

P. ¿Cree que la derecha está manipulando su dimisión?

R. Sí, y no me gusta. Que no magnifiquen para utilizar en su provecho un gesto personal. Los que no dimitían eran los franquistas, y nadie les había elegido.

P. Por eso no tenían que dimitir.

R. Es más, yo no digo que si el partido me pide que ocupe un cargo, que no es el caso, no me iba a negar. No dejo la política. Es más, si me pidieran que me convirtiera en ministro, me encantaría.

P. ¿Cómo se siente ahora?

R. Como si me hubiera quitado una losa de encima. Como si flotara.

P. ¿Duerme mejor o peor que antes?

R. Sólo tengo la experiencia de una noche. Pero debo decirle que desde hace cierto tiempo he necesitado somníferos, y esta última noche, por primera vez, no he tomado nada.

P. Y de día, ¿no se siente raro?

R. Bueno, me sigo desper tando a las siete menos cuarto y salgo disparado. Luego me lo pienso y digo: anda, si no tengo nada que hacer. Supongo que me acostumbraré.

R. ¿Qué es lo que más apetece hacer en esta nueva etapa?

P. Coger el coche y dejarlo mal aparcado. ¡Infringir! Quizá la dimisión no sea tan mala para la salud como parece.

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