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El mensaje de un seglar a nuestros Obispos

Los obispos españoles se han ofendido porque cierto medio de comunicación ha comentado que nuestro episcopado es más liberal que el Vaticano. Una nota de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe así lo viene a decir, insistiendo en su postura contra la fecundación in vitro. Y esto ocurre en un momento en que hasta Alianza Popular ha dado muestras de mayor flexibilidad a la hora de proponer la legislación sobre el tema. Y las universidades católicas de fuera de nuestras fronteras han ido a Roma a tratar del problema, y han vuelto sin dar un paso atrás en su actitud favorable a este tipo de solución técnico-científica que se llama fecundación artificial homóloga.Además, los obispos norteamericanos han dado otro buen ejemplo consiguiendo la marcha atrás de Roma en las cortapisas que la Curia había puesto a un obispo progresista de aquel país.

En cambio, nosotros parece que queremos emprender una campaña contra teólogos prestigiosos, principalmente de órdenes religiosas que los habían sostenido hasta ahora sin inconveniente alguno. Se trata de quienes han dicho, enseñado o escrito poco más o menos lo mismo que viene haciéndose en cualquier otro país con aprobación, apoyo o simple concesión de libertad de palabra por sus propios obispos o superiores.

Habría que decir una vez más que Spain is different. Muchos creen así que la mayor parte de la Iglesia oficial está demasiado atenta a cualquier voz que, clara o confusamente, viene de Roma -vía Nunciatura-, y se pliega inmediatamente a ella, incluso sobrepasando los límites de lo que dice o pretende aquélla.Salvo honrosas excepciones, se mira demasiado a lo que viene del estamento romano, y parece enteramente que se abdica de la propia responsabilidad episcopal. Si así se hiciera, se olvidaría lo que decía el suave san Francisco de Sales en sus Controversias con los protestantes ginebrinos: "Los obispos son verdaderamente príncipes espirituales, son jefes y obispos, y no lugartenientes del Papa, sino de Nuestro Señor". A los seglares nos parece que se atiende más a complacer a los dicasterios romanos que a la función del pastor, sin recordar que "la curia es la corte del Papa, y de ninguna manera el colegio apostólico", del cual sólo ellos forman parte, como señaló el patriarca Máximos IV en el Concilio Vaticano II.

Los católicos -obispos o no- sostenemos aquella gran verdad tradicional que repetía hace años el teólogo conservador P. Clérissac, OP: "El simple fiel, que comienza a vivir la oración de la Iglesia, adquiere un seguro instinto de ortodoxia" (El m~o de la Iglesia). Porque en la Iglesia las cosas van vitalmente de abajo arriba, y no al -revés. En el último concilio quedó bien claro que la Iglesia "no es una pirámide clerical" (monseñor Grath), a pesar de que en Occidente lo ha sido frecuentemente. Y muchos opinan que entre nosotros- no llega a ser superada esta imagen. Los fieles -clérigos o laicos- no somos una especie de ovejas mudas. Al contrario, el sentido de la fe de los fieles tiene una importancia decisiva hasta en las definiciones dogmáticas. Nuestro gran teólogo P. Marín Sola, OP, lo demostró claramente; y este sensusfideUum fue la base en que se asentaron dos papas, Pío IX y Pío XII, para definir solemnemente las dos únicas decisiones consideradas como infalibles por todos los teólogos.

¿Ha tenido en cuenta estas grandes verdades católicas nuestra Conferencia Episcopal? ¿0 se está haciendo más conservadora en materias religiosas? La época taranconiana y la de Díaz Merchán, con sus prudentes aperturas, parece a muchos observadores que están llegando a su fin. Y no les convence que este conservadurismo se tifía de apertura social -como ha ocurrido en la última reunión de nuestros obispos-, ya que la misión de la Iglesia es esencialmente religiosa, y de ese núcleo dinámico -y no estático- debe proceder todo lo demás. Sólo la bullente vida de la fe de todos los creyentes puede inspirar las reformas sociales católicas; no ha de quedarse la fe estancada y sin vida, como algo ciego y propio del autómata que sigue los mandos de la gran maquinaria eclesiástica. "Los jefes" de cualquier organización eclesial, como lo fue la jerárquica Acción Católica, "no sería admisible que fuesen como los manipuladores de una central eléctrica ante el cuadro de mandos" (Pío XII).

Antes, "las luchas de la fe se seguían con apasionado interés por el laicado de todas clases ( ... ), y hasta las mujeres del mercado tomaban parte en ellas", como señala el teólogo pastoralista X. Arnold. Pero después, en la edad moderna, la inflación jerarquizante y centralizadora apagó esta viviente fe popular y "desaparece casi por entero la participación de los laicos en las discusiones sobre la fe ( ... ) y las disputas teológicas ya no tienen lugar ante la comunidad, como en los primeros tiempos" (X. Arnold).

¿Olvidó esto el otro día la Conferencia Episcopal, haciendo salir a todos los que no fueran obispos para discutir acerca de las ideas teológicas de algunos discutidos pero inteligentes clérigos españoles?

¿Hemos olvidado el gran deseo de Pablo VI pidiendo que .nadie debe ser extraño a la vida de la Iglesia, y cada cristiano debe conocer los grandes problemas? Creemos los seglares que hay que confiar más en la fuerza de la verdad que en la fuerza del error, como pedía Pío XII a los predicadores de la Cuaresma en 1948. La época del índice de libros prohibidos ha pasado gracias a Pablo VI.

Y no deberíamos tampoco impresionarnos demasiado por la burocracia vaticana ni tampoco por la figura de los nuncios. En el Concilio Vaticano II, monseñor Ammann recordó a todos los obispos allí presentes algo que es discutible dentro de la Iglesia. Dijo que la institución de los nuncios era una institución humana y no divina, como otros aspectos de la estructura de la Iglesia católica, y que además, no siempre había existido ni tenía por qué existir eternamente, por muy venerable y digna de respeto" que sea, ya que tiene preferentemente una misión diplomática y no una misión jurisdiccional dentro de la Iglesia. Por eso, la postura del católico -sea obispo o no lo sea- es el respeto, pero nunca se nos puede pedir la obediencia ciega en cosas que están sometidas a la discusión humana no solamente por lo que puede decir, sino por su estructura misma.

El nuevo secretario de la Conferencia Episcopal dio un buen ejemplo de actitud abierta con los periodistas después de ser elegido. Se expresó con ellos sin recelo ni reacciones de temor, aceptando la libertad de expresión, e incluso de calificación, que es legítimo que tengamos todos los que utilizamos la pluma y, en general, la opinión pública en la Iglesia; pues si esta opinión pública -faltase, no solamente sería debido a los fieles, sino también a sus pastores por su excesiva actitud restrictiva, como señaló hace 30 años el papa Pío XII. Lástima que poco después ha dado monseñor García Gasco una impresión muy distinta al hacer unas declaraciones apocalípticas, y que parecen poco serenas, a propósito de la increencia en España y de su influencia coactiva, que muchos católicos no vemos que exista.

Esperamos muchos creyentes que la Iglesia española no caiga en la tentación conservadora y que nuestros obispos reflexionen con serenidad y con luz y taquígrafos acerca de las voces renovadoras que puedan existir y que dan un tono pluralista y tolerante a nuestra institución.

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