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FERIA DE SAN ISIDRO

Todos los honores para el gran Manili

JOAQUIN VIDAL, Ya habían encendido los faroles en la explanada de Las Ventas del Espíritu Santo cuando la puerta grande de la plaza de toros Monumental empezó a vomitar una multitud estremecida. Hombres, mujeres, niños y militares sin graduación salían en procesión, enfervorizados, mirando con ojos crepusculares a lo alto, donde llevaban en volandas, con todos los honores, ¿a Santa María de la Cabeza? ¿a San Isidro Labrador?, no, a Manili, a Manili llevaban en volandas, al nuncio de la nueva era taurómaca, trompeta matutina de otro orden torero, precursor de la redención de la fiesta.

San Manili, hasta anteayer legionario del toreo, modesto tumbatoros, modesto, desde ayer figura, símbolo, mito, a quien los sacerdotes ya hacen sitio en el altar de tauro entre otros vencedores del dragón y restantes fuerzas del mal, uno de ellos El león de la Isla.

Miura / Cortés, Ruiz Miguel, Manili

Toros de Eduarda Miura muy desiguales de presencia, aunque con mucho respeto, mansos, broncos, correosos, excepto el 1º, bravo. Manolo Cortés: bajonazo escarado (bronca); estocada contraria, rueda de peones y descabello (pitos). Ruiz Miguel: pinchazo a toro arrancado, media baja y descabello (vuelta con algunas protestas y, tres pinchazos, estocada corta, rueda de peones y descabello (palmas). Manili dos pinchazos y estocada contraria (oreja) estocada, rueda de peones y dos descabellos (oreja). Salió a hombros por la puerta grande.Plaza de Las Ventas, 17 de mayo. Quinta corrida de feria.

Hubo dos fuerzas del mal, Miuras, que quisieron someter a martirio a Manili, seguramente abrirlo en canal, y Manili se descubrió el pecho, las retó, "¡No me causan pavor vuestros semblantes esquivos!," y sin dejarse arredrar por los guadañazos de sus astas, obligó, sometió, apabulló; una vez y otra, por la astas derechas, por las izquierdas, arrogante entrambas. Al final, cuando el último Miura ya se volvía loco de perseguir y no hallar mártir, y los fieles del templo-catedral se sentían abatir por la angustia, de los retos hizo alarde Manili y obligaba al Miura a pasar, a girar, a volver, por donde quiso, cuantas veces quiso, hasta rendirlo. Y lo que se temió holocausto hubo de ser triunfo, y ya el beaterío se afana en renovar ramos, planchar holandas, poner palomillas en aceite para que esté hermoso el hueco que le reservan a san Manili en el altar de tauro.

Ruiz Miguel, león de la Isla, pasó similares trances y también alcanzó la victoria. Su primer Miura parecía imposible, pero no lo era para el corazón y la sabiduría de Ruiz Miguel, que se jugó la vida, hasta obrar el prodigio de que ese Miura perverso acudiera donde, como, cuando imponía sumando. Con el otro Miura aún arriesgó mucho más, porque se frenaba en la suerte, iba al bulto, no paró de derrotar su cornalona cabezota. Tanto exponer y sufrir, Ruiz Miguel, león de la Isla, se ganó el cielo, y naturalmente nadie le va a mover la peana del altar que tiene ocupado por derecho propio.

No a todos dio la fortuna el mismo trato. A Manolo Cortés le allegó miuras buenos, el primero muy bravo, espectacular en el tercio de varas, codicioso en el de muerte, mientras el otro compensaba con nobleza su mansedumbre. Y como los toreó con desdestemplanza, el pico, el paso atrás, que son pecados mortales cuyo perdón no pueden dar curas sino el mismísimo papa, convirtió en desventura la ventura y la afición lo mandó al limbo.

Los acólitos de a pie -los de a caballo, ni mentarlos- también tuvieron sus méritos y deméritos. Méritos, Pepín Fernández y Manuel Gil en las suertes de banderillas, Joselito Calderón en los quites. Deméritos, los de Ruiz Miguel, que tiraban los garapullos al estilo comanche, y de ellos, el que llaman El Formidable, tiene penitencia por encararse con el pueblo santo.

Lo de Miura cayó a los infiernos por manso, por descastado, por peligroso, a salvo el bravo y el noble. Cuán distinto este acíbar de ayer, para modestos y mártires, a la bombonería que envió en la Maestranza -otro templo votivo- para Espartaco, figura egregia. Claro que la Virgen lo ve todo y a quienes se midieron con lo infernal en Las Ventas la afición los llama toreros con todos los honores, mientras al privilegiado, ya se verá.

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