Las municipales ponen a prueba la política de Thatcher
La mitad de los británicos con derecho a voto acudieron ayer a las urnas para elegir a sus representantes municipales. En esta primera prueba electoral tras las pasadas elecciones generales de junio se ventilaban tanto cuestiones de interés local como discrepancias sobre la política del Gobierno de Margaret Thatcher. Los dos grandes partidos estaban dispuestos a presentar como alentadores los resultados. Los laboristas estaban más motivados para acudir a las urnas, en las que los partidos de centro se jugaban mucho de su futuro.
Las 13 horas que estuvieron abiertos los colegios electorales (hasta las diez de la noche, hora peninsular española) permitieron en toda Escocia y en partes de Inglaterra y Gales un cansino goteo de votantes, de los que los analistas esperaban un veredicto sobre las controvertidas políticas puestas en marcha por Margaret Thatcher.En juego estaban casi 4.000 concejalías en 211 gobiernos municipales, de las que los laboristas ocupaban 1.788, que les daban un control en 91 de ellos, frente a las 1.133 ostentadas por los conservadores y 396 por los socialdemócratas, con el resto repartidas entre nacionalistas escoceses, socialdemócratas e independientes. En los ayuntamientos de Gales e Inglaterra en los que se votó, sólo se renovaba un tercio de los ayuntamientos.
Los laboristas habían mezclado con habilidad en la campaña cuestiones de alcance estrictamente local con otras más amplias, como la reforma de la seguridad social, que han producido disensiones en las propias filas conservadoras.
La controvertida ley que reforma el actual impuesto municipal, que pasa a ser un gravamen único para todo adulto mayor de 18 años con independencia de su renta y tipo de vivienda, se convirtió en el caballo de batalla laborista.
Los sondeos de opinión han ido mostrando un creciente disgusto popular con esta medida y los partidos de la oposición pusieron el énfasis en este punto débil.
Del mismo modo, los recortes producidos en las ayudas a los más desfavorecidos social y económicamente han contribuido a crear una imagen de un Partido Conservador sin corazón, al que bien merece la pena aplicar un correctivo.
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El Gobierno esperaba que la reciente decisión de incrementar los sueldos a las enfermeras -conseguidos tras sonadas huelgas y que Margaret Thatcher presentó como un premio logrado por las no huelguistas- contribuyen a paliar la desafección popular con políticas asociadas con el favor a los privilegiados. Un reciente sondeo indicaba que el 90% de los seguidores laboristas iban a votar por el partido de Neil Kinnock mientras que sólo un 71 % de los conservadores iban a mantener su fidelidad.Kinnock esperaba conseguir avances sobre los magníficos resultados logrados hace cuatro años, pero otros dirigentes laboristas eran menos triunfalistas. Los conservadores aguaron su euforia inicial y ayer estaban expectantes ante los resultados.
De estas elecciones, en cualquier caso, no se esperaban cambios relevantes y el interés estaba centrado en ver qué pasaba en las localidades que los distintos partidos se habían puesto como objetivo. En un plano más general, existía interés por los resultados de los nacionalistas escoceses y de los partidos centristas surgidos de la disolución de la antigua Alianza.
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