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Guillermo Quintanilla

Instructor de vuelo y tutor del príncipe Felipe en San Javier

Rocío García

, "Alteza, vire a rumbo 300", "Alteza, llame a aproximación en 138.3". Tiene 34 años recién cumplidos y muchas horas de vuelo, 5.000 exactamente, de las que 120 las ha compartido con el príncipe Felipe de Borbón, dándole instrucciones como las anteriores. Capitán del Ejército del Aire, Guillermo Quintanilla es el instructor de vuelo y tutor de Felipe de Borbón en la Academia General del Aire de San Javier (Murcia). No se considera el mejor profesor ni el mejor piloto y dice que ante todo es un profesional al que le gusta asumir responsabilidades y hacer las cosas bien. De rostro alegre y risueño, sabe que en el futuro sentirá un enorme orgullo al pensar que el Príncipe de Asturias "tiene algo mío".

Es el segundo de una familia de seis hermanos pero no de larga tradición militar. Su padre -actual coronel de Aviación- y él son la excepción. Debido a los continuos cambios de destino de su padre, Guillermo ha recorrido desde niño las bases aéreas españolas y ha vivido rodeado de aviones. Morón de la Frontera, localidad gaditana donde nació; Tetuán (Marruecos); Logroño y Granada han sido algunos de los lugares por los que transcurrió su niñez. Aunque reconoce la influencia decisiva de su padre en su carrera militar, dice que su vocación no le viene de niño. Se decidió de manera muy firme a los 17 años durante una visita a su padre en vacaciones a la base de Morón de la Frontera, donde acababan de recibir los aviones F-5 y donde tuvo ocasión de conocer la creación del escuadrón y su forma de vivir. Tras su paso por la Academia -etapa que califica de dura aunque importante para su formación-, estuvo destinado durante ocho años en Zaragoza.Él nunca había pensado en la posibilidad de ser profesor de vuelo, pero en noviembre de 1984 fue destinado forzoso a la Academia ante las vacantes en las plazas de profesorado. No se podía imaginar que sólo tres años después iba a ser elegido tutor e instructor de aeronaútica y vuelo del príncipe Felipe de Borbón. Persona segura de sí misma y muy optimista, que sólo esconde su sonrisa, casi permanente en su rostro, al posar para el fotógrafo, no tuvo ni un momento de duda al aceptar esa enorme responsabilidad. "Es una gran satisfacción tener la oportunidad de mantener un contacto muy directo con Su Alteza y, además, el día de mañana, me sentiré muy orgulloso de pensar que yo le he enseñado algo, no sé si mucho o poco, pero algo... que el Príncipe tiene algo mío", dice, embutido en el clásico uniforme de vuelo.

Le ha cogido gustillo a la enseñanza en el aire, en la que encuentra un enorme atractivo además de una gran dificultad: "Tienes que tener una relación personal muy buena con el alumno y una confianza mutua. Las clases se desarrollan en un aula de reducidísimas condiciones, a 20.000 pies de altitud y a 300 nudos de velocidad, y no se puede hablar con el alumno cara a cara sino a través de instrumentos". Esta situación en el aire la ha vivido durante 120 horas con el príncipe Felipe, con el que tiene una relación que califica de "excelente".

El vuelo es, por supuesto, su pasión, dentro de una sensación en la que se combina el miedo y el riesgo. Su tiempo libre lo dedica a su familia -mujer y tres hijos de corta edad- y a la práctica del fútbol, el tenis y el esquí. Se considera un hombre normal, interesado por la políti ca, que habla inglés y que abo rrece ver películas de vídeo. "El cine hay que verlo a oscuras y en pantalla grande".

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