60 jóvenes de Móstoles ocupan un edificio vacío desde hace cuatro años
Unos 60 jóvenes de Móstoles ocuparon el pasado sábado el bloque número 46 de la calle de Veracruz de esa localidad. Las casas estaban vacías desde hace cuatro años, y desde entonces han sido saqueadas. Prácticamente ninguna tiene puertas, saneamientos ni muebles de cocina. Ayer por la tarde la policía tomó declaración a los ocupantes, por una orden judicial que no incluía el desalojo. Los ocupantes dicen no tener posibilidades de adquirir vivienda.
Del bloque ocupado el pasado sábado sólo se pueden habitar los pisos altos. Las casas bajas están arrasadas. No hay un cristal y han robado hasta las cañerías. "En los últimos cuatro año sólo han vivido los pájaros", aseguró uno de los ocupantes. "Cuando entramos en las casas había incluso nidos". Debido a los frecuentes robos, durante los tres últimos meses ha permanecido en el bloque un vigilante con un perro.A última hora de la tarde, inspectores de la comisaría de Móstoles se presentaron en las viviendas para tomar declaración a los jóvenes por indicación judicial. Según estos, la policía, que no traía orden de desalojo, les comunicó que el propietario de los pisos, cuyo nombre desconocen, había presentado una denuncia contra ellos.
Junto al bloque ocupado vive otro grupo de 40 squatters que ha impulsado y organizado esta nueva ocupación. Los ocupantes, que desde hace año y medio viven en 14 pisos del bloque número 44 -colindante al ocupado el sábado-, no saben con certeza a quién pertenecen las viviendas.
Algunos de los pisos, según los vecinos, fueron cedidos a acreedores por falta de pago. Doce de los catorce propietarios denunciaron hace tres años la constructora Embajador 2, la inmobiliaria Luyma de Madrid y al vendedor Julio Rivera por estafa. El contencioso todavía no ha sido resuelto y hasta ahora los promotores parece que "han desaparecido del mapa", según los vecinos. De hecho sólo dos familias poseen escrituras. A lo largo del día de ayer fue imposible localizar las constructoras e inmobiliarias citadas.
Los vecinos no se explican cómo los promotores parecen haberse desentendido de la situación cuando días después de la primera ocupación los squatters fueron amenazados por quienes ellos califican como matones con pistola en mano" para que se marcharan de las viviendas.
Víctor, de 23 años, ayudante de reportero gráfico, vive en una de las viviendas ocupadas con otras dos familias. Fue de los primeros en Regar al bloque 44. La casa que ocupan está amueblada con enseres fabricados por ellos mismos o recogidos de la basura. Cada matrimonio tiene su habitación, y los niños duermen en literas. La terraza está plagada de ropa tendida y en la casa hay dos gatos y dos perros. Tienen televisor en color y las paredes están llenas de carteles de solidaridad con los palestinos.
Pagan gastos de comunidad
Los ocupantes aseguran que "la mayor parte no tenemos empleo, y si trabajamos es para realizar tareas marginales y temporales que en ningún caso nos llegan para pagar un alquiler de un piso".
Los squatters, que se definen como Asamblea de Ocupantes, pagaron desde el primer momento de la ocupación los gastos de comunidad -6.000 pesetas-, y gracias a su aportación económica el bloque pudo poner en marcha la calefacción central y el agua caliente, cuyo coste resultaba excesivo para los pocos compradores que lo habitaban. En año y medio los ocupantes han formado un colectivo en el que hay fontaneros, carpinteros y electricistas. "Estamos mejor con ellos", aseguró una vecina. "No causan problemas y además nos ayudan en lo que pueden".
"Hemos venido a ganar"
El centenar de jóvenes que vive ya en los dos bloques quiere consolidar su situación. Entre sus planes figura reconstruir los dos primeros pisos, prácticamente inhabitables, y organizar en las viviendas talleres culturales, un gimnasio y una biblioteca. En el exterior han previsto arreglar los jardines y plantar árboles. El sábado los squatters quieren hacer una fiesta con los vecinos para comunicar sus intenciones. "Hemos venido a ganar", dicen.Antes de llevar a cabo la ocupación, los veteranos celebraron varias reuniones con los nuevos squatters para indicarles las normas de convivencia. "En ningún caso se admiten yonquis ni a nadie relacionado con la droga", dice uno de los veteranos, que afirma que "diariamente vienen a vemos jóvenes sin posibilidades de adquirir vivienda".
Hace ocho meses presentaron en el Ayuntamiento de Móstoles un proyecto para constituir una cooperativa de trabajo y una granja en la que obtener los productos necesarios para autoabastecerse. La asamblea de ocupantes afirma que cuentan con el apoyo de partidos políticos extramunicipales, organizaciones culturales, vecinos del municipio y de un curioso colectivo de 50 etíopes y guineanos que juegan al fútbol en un campo bajo sus balcones.
Los pisos ocupados se conocen como Pinar de Móstoles y, según figura en la publicidad de promoción, se vendían a 3.200.000 pesetas al contado, aunque, según los. propietarios, con hipoteca el precio final superaba los seis millones.
En la localidad de Móstoles hay 12.000 viviendas vacías. Frente a estos bloques vive una docena de squatters, alguno de ellos músicos profesionales, que han prestado todo su apoyo a la asamblea de ocupantes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.