_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La ley del fútbol

EL PLANETA del fútbol, tan conservador, tiene a gala regirse por un derecho consuetudinario impermeable a la evolución de la sociedad. "El fútbol ha funcionado durante cien años sin interferencias por parte de la ley, y quisiera verlo seguir así", declaró la semana pasada el árbitro escocés Jim Duncan. Tales declaraciones se producían a la salida de un juicio contra cuatro jugadores internacionales que habían sido llevados ante los tribunales ordinarios bajo la acusación de conducta violenta y alteración del orden público.Los hechos que dieron origen al procesamiento ocurrieron el pasado mes de octubre en el curso de un encuentro de máxima rivalidad entre los dos equipos más representativos de Glasgow: el Rangers, cuyos seguidores son mayoritariamente protestantes, y el Celtic, representativo de la comunidad católica. La actitud de esos jugadores fue considerada por el juez como una incitación al encrespamiento de los ánimos de los espectadores -hubo 96 detenidos-, y de ahí que a la acusación de conducta violenta se afíadiera la de alteración del orden. Casi simultáneamente, en la localidad inglesa de Shrewsbury un tribunal civil condenaba a Chris Kamara, centrocampista del Swindon, de la Segunda División inglesa, al pago de una multa de 1.200 libras por agresión a un contrario, James Melrose, del Shrewsbury.

Estos dos antecedentes señalan que, pese a las resistencias, el fútbol y cuanto lo rodea no podrá seguir por mucho tiempo ajeno al mundo del derecho. Ello no sólo es inevitable, sino conveniente. Es cierto que algo se ha avanzado en lo relativo a las relaciones laborales entre jugadores y clubes, presididas durante decenios por un paternalismo tan autoritario como anacrónico. Pero los poderes públicos no pueden seguir haciéndose los distraídos respecto a otros aspectos del problema, como en particular los actos de violencia colectiva asociados a la pasión deportiva.

Tragedias como las de Bruselas o las más recientes de Libia y Nepal indican que, junto al reforzamiento de las medidas de seguridad en los estadios, se hace preciso poner énfasis en el aspecto cultural, por una parte, y en el jurídico, por otra, del problema. Cultural, porque la irresponsabilidad de algunos directivos, jugadores e informadores está contribuyendo grandemente a difundir pautas de comportamiento explícitamente apoyadas en la exaltación de la violencia. Pero jurídico también, porque la sustracción de todo lo relacionado con el fútbol del ámbito del derecho común favorece situaciones de arbitrismo e impunidad, así como el imperio de valores diferentes a los de una sociedad racional y civilizada.

La estrella del Eindhoven, Ronald Koeman, no pudo jugar contra el Real Madrid el pasado miércoles por haber sido sancionado a causa de unas declaraciones en las que felicitaba a su compañero de club Hans Gilhaus, que lesionó a Jean Tigana, la figura del Burdeos, en la anterior eliminatoria de la Copa de Europa. Koeman insinuaba claramente que la acción que produjo la lesión fue deliberada, de acuerdo con la estrategia acordada previamente para el encuentro. Nada habría que objetar a la sanción impuesta a Koeman a no ser por el hecho sorprendente de que el autor de la entrada que lesionó a Tigana no mereció sanción alguna. El comité de disciplina de la Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol (UEFA) consideró que lo sancionable no era la violencia, sino la impudicia de reconocerla. Estremece pensar lo que ocurriría si un criterio similar se aplicase en otros ámbitos de la vida civil. Si los jueces decidieran, por ejemplo, que no es el delito de terrorismo, sino su apología, lo que debe ser perseguido por la justicia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_