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Alemania Oriental, en la encrucijada

La ortodoxia del régimen entra en conflicto con la población y con la 'perestroika' soviética

Familias enteras se manifiestan en solicitud de permiso para emigrar, grupos de jóvenes piden a gritos glasnost (transparencia informativa) y vitorean a Mijail Gorbachov, fugas a Occidente se producen a diario, amas de casa protestan por la escasez de artículos de consumo y en algunas universidades son legión, los profesores que han anunciado su intención de irse al extranjero. Pese a los intentos del régimen de aparentar normalidad, la vida no sigue igual en la República Democrática Alemana (RDA). Ante el Primero de Mayo, el régimen ha adoptado medidas extrordinarias de control policial para evitar que durante la concentración oficial se produzcan incidentes o manifestaciones de partidarios de la liberalización y ciudadanos deseosos de emigrar.

ENVIADO ESPECIAL, Las advertencias a potenciales manifestantes no oficiales son continuas, las detenciones y procesamientos se han multiplicado en las últimas semanas.La presión de los descontentos contra el frente de rechazo a la política soviética que se ha formado en el Partido Socialista Unificado (SED) crece continuamente. Por primera vez, el inmovilismo de la dirección comunista y las expectativas creadas por la nueva política soviética están abriendo un gran cisma en este Estado, paradigma de la estabilidad socialista durante décadas.

Hungría debate sobre el papel dirigente del partido comunista, Polonia emprende radicales cambios políticos, Checoslovaquia se deshace poco a poco de los comunistas conservadores más irreductibles y Bulgaria busca a tientas nuevas fórmulas políticas. Pero, mientras bajo el impulso de la perestroika soviética se suceden las reformas internas en toda la comunidad socialista europea, las autoridades de Alemania Oriental parecen aferrarse al pasado en la más que dudosa compañía de Rumanía.

Las páginas de Neues Deutschland, órgano oficial del partido comunista de la RDA, rebosan aún de la habitual autocomplacencia del régimen, pese a los llamamientos a la autocrítica hechos por Mijail Gorbachov en Berlín. Ese diario fue el único de Europa del Este que publicó el artículo antiperestroika del diario Sovietskaya Rossiya y tardó muchos días en publicar la respuesta de Pravda; según algunos especulan, por presiones de la URSS.

Algo ya pertenece definitivamente al pasado en la RDA: la seguridad del régimen en sí mismo. También ha llegado el fin de la proverbial resignación de los sectores menos identificados con el régimen.

Después de más de tres décadas de tranquilidad, de crecimiento económico y de autoestima, varios factores se han unido para crear fuertes tensiones entre el régimen y la población y plantear serias incógnitas sobre el futuro del país. La Unión Soviética, bajo Mijail Gorbachov, cuestiona de repente todos los principios en que se basa la relación entre poder y población. Esto coincide con el final de la vida política de Honecker. La carrera por su sucesión, a ha comenzado y existen indicios de que su autoridad en la cúpula del partido decae. Al mismo tiempo, como tercer factor que dificulta el período de transición, el desarrollo económico sufre un considerable frenazo.

Comentarios despectivos

No hay ningún país socialista europeo, salvo Rumanía, en el que se escuchen de medios oficiales comentarios tan despectivos y adversos a la política del Kremlin como en la RDA. "Están esperando con ansiedad a que fracase", dicen unos jóvenes en Berlín Este.Un miembro del partido que ocupa un puesto de responsabilidad en un organismo gubernamental lo explica así: "¿Qué es lo que ha traído la nueva política soviética hasta ahora para la población de la URSS, excepto salarios más bajos? Para la mayoría, nada; tan sólo para unos cuantos intelectuales".

Ésta parece ser la postura de la mayoría en la cúpula dirigente. Kurt Hager, secretario del Comité Central y responsable de ideología, dijo hace meses al respecto: "Porque un vecino empapele su casa, no tenemos por qué imitarle". Honecker no se cansa de decir que "se aprende, pero no se copia". Ambos se refieren a lo que se ha dado en llamar glasnost, a la transparencia y apertura política, ya que con respecto a la reestructuración económica tienen razón los líderes alemanes cuando señalan que llevan a la URSS lustros de ventaja en este sentido.

Los temores del régimen a una crisis de legitimidad son comprensibles. El otro Estado alemán se presenta diariamente a través de la televisión lleno de atractivo -en gran parte ficticio- con su potencial económico, su bienestar y opulencia, sus libertades. Con el orden europeo en movimiento por primera vez desde la fundación de los dos Estados alemanes, los pobladores del menos favorecido no parecen dispuestos a seguir a los líderes que les aseguran que nada ha cambiado. Frustradas las esperanzas de que la propia dirección de los comunistas propugnara la liberalización, muchos ya sólo buscan emigrar, por pura desazón.

"La población, más que descontenta, está irritada, crispada", señala un observador occidental residente en Berlín Este.

La incógnita sobre la sucesión de Honecker no hace sino incrementar la tensión. Dirigentes aún más ancianos que él, como el octogenario Erich Mielke, jefe del Ministerio de Seguridad del Estado, parecen torpedear la política de diálogo con la Iglesia, cuya mediación ha evitado hasta ahora mayores enfrentamientos. En respuesta a este papel, el Estado acaba de secuestrar cuatro revistas eclesiásticas.

Dos dirigentes -Günter Schabowski, jefe del partido en Berlín, y Hans Modrow, máximo dirigente en el distrito de Dresde- son la esperanza de quienes desean que el relevo de Honecker traiga finalmente la apertura política. En el ala más conservadora están el favorito de Honecker, Egon Krenz; el actual primer ministro, Willy Stoph, y Werner Felfe. La lucha por el poder en la RDA está ya abierta.

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