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Tribuna:POLÉMICA SOBRE EL PAÍS VASCO
Tribuna
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Reflexiones versallescas

No es mi propósito incorporarme a la polémica Sádaba-Savater, y mucho menos entrar en consideraciones sobre ellos, que es el camino que finalmente parece haber sido el elegido por sus respectivos amigos y detractores. Uno y otro saben defenderse sobradamente a sí mismos y a sus ideas, sin olvidar que algunas proclamas de solidaridad invitan a recordar aquello de que Dios nos libre de ciertos amigos, que de los enemigos ya nos cuidamos cada quien.

Periodismo comprometido

Además, lo que yo pudiera decir al respecto no haría sino confirmar la posición que cualquiera puede razonablemente presuponerme, una vez demostrado que si los intelectuales nunca son inocentes y sus coartadas y trampas son tarde o temprano desenmascaradas, mucho más los que sin serlo nunca hemos renunciado totalmente a la anticuada adscripción del periodismo comprometido.Sin ninguna inocencia, pues, pero con la pretensión de aportar algunos elementos de información, aprovecho esta circunstancia para abordar uno de los puntos en cuestión: ¿se puede hablar de ciertos temas en Madrid, se puede hablar de ellos en Donostia? En cuanto a la segunda parte de la pregunta, y porque entiendo que deben ser otros los que se extiendan en su respuesta, sólo diré que, como asistente a las jornadas sobre la negociación entre ETA y el Estado, en el origen de la polémica, no tuve la impresión de que Fernando Savater estuviera en ellas cohibido ni siquiera incómodo, aunque, naturalmente, a él le correspondería dar cuenta de su verdadera e íntima situación jugando en un campo difícilmente neutral, como todos los campos, por otra parte.

Añadiré que dos días más tarde, en el mismo escenario, el mismo objeto de discusión reunió en una mesa a Begoña Munárriz, Txema Montero, Fernando Múgica Herzog y Eizmendi, en representación del PNV, HB, PSOE y EE, y que entre el público pude reconocer, entre otros, al ex lehendakari Leizaola -habitual en este tipo de- actos-, a Enrique Múgica, a la viuda del senador Casas y a dos abogados, habitual defensor de guardias civiles y policías uno, y de presos de ETA el otro. La prueba más evidente de que todo transcurrió civilizadamente es que un acto de clara significación, por inhabitual, pasó casi inadvertido para la mayor parte de los medios de comunicación. Lo mismo hubiera sucedido con el que reunió a Sádaba y Savater, y ni siquiera estoy seguro de que hubiera sido mejor así, si Fernando Savater no se hubiera sentido en la obligación de escribir su Silencio por minutos.

El más inocente de los lectores y todos los televidentes habrán observado que en Madrid se habla a veces hasta en exceso del problema vasco o de los problemas que crean algunos vascos, pero habrá constatado también que no todos los vascos tienen las mismas oportunidades de explicarse. No voy a caer en la indelicadeza de ilustrar con nombres y apellidos esta evidencia, porque me obligaría a implicar también a este periódico que hoy hace posible mi participación.

Me adelanto a reconocer que algo parecido -salvando las distancias, que son muy grandes- sucede en otros medios, incluidos los que se mueven en la órbita abertzale, para utilizar una denominación que todo el mundo entiende, y que no cometeré la ingenuidad de presuponer a los medios de comunicación una inocencia negada previamente a los intelectuales.

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He de confesar, sin embargo, que todavía sigo sorprendiéndome de lo poco inteligente de algunas políticas informativas y, menos, de la poca perseverancia de algunos políticos vascos a la hora de reclamar tribunas de opinión en Madrid.

Vivencia personal

Precisamente por ello se me va a permitir ilustrar la situación con una vivencia personal, en derredor de una comparecencia en Madrid que por poco no se convirtió en cuestión de Estado. Me refiero a la de Makí Esnaola en el Club Siglo XXI. La mediación de un profesional de la prensa que compartía mi preocupación por la falta de diálogo sobre ciertas cuestiones hizo posible que Adrián Piera accediera a invitar al diputado de Herri Batasuna a un almuerzo-coloquio en una tribuna por la que habían desfilado ya todos los líderes de formaciones políticas vascas, salvo HB.Tengo la impresión de que el presidente del club fue fácilmente convencido de la oportunidad de tal invitación, aunque no se le ocultaran las reacciones que podrían producirse en algunos sectores. Hubo gestiones posteriores ante directores de periódicos para explicar las razones que, desde su punto de vista, la aconsejaban, explicaciones que fueron bien acogidas en casi todos los casos.

Tuvo lugar el coloquio entre periodistas, asociados y Esnaola, en un ambiente que Emilio Romero, moderador del mismo, calificó a su fin de versallesco. Quiero entender que el calificativo resumía el clima civilizado en el que las cuestiones más duras fueron propuestas y respondidas, y, al mismo tiempo, la sensación de alivio por haber superado con bien una dificil prueba para el club y los organizadores.

Tuve la oportunidad de comprobar que la opinión de Emilio Romero era compartida por la mayor parte de los periodistas, Eduardo Sotillos entre ellos, y del padre Martín Patino, que invitó al ponente para posteriores encuentros. Recuerdo también que en aquella ocasión medio se formalizó una participación de Esnaola en un programa de Televisión Española que nunca tuvo lugar.

Todos recordamos las reacciones que siguieron a la que pronto se convirtió en escandalosa intervención de un portavoz de los terroristas, hasta extremos ridículos solamente, si no hubieran concluido en retirada de invitaciones y cierre a una vía de diálogo con quienes insistentemente son tachados de irracionales carentes de argumentos.

Al ejemplo del Club Siglo XXI se podría añadir el de las declaraciones de Idígoras y Ruiz de Pinedo a las periodistas de los desayunos del Ritz, en refuerzo de que no es tan peregrina la tesis de que "en Madrid, y tal vez en San Sebastián, es muy dificil hablar de ciertos temas", al menos desde algunas perspectivas.

Por supuesto que existen otros foros en los que a la gente de HB no sólo se les permite hablar, sino que se les recibe con simpatía, pero son tribunas reducidas en las que los medios de comunicación no están presentes, cuya trascendencia queda limitada a personas especialmente sensibilizadas y suficientemente informadas.

Negociación

El tema de las jornadas de Donostia era, finalmente, la conveniencia y viabilidad de la negociación entre ETA y el Estado, un tema apasionante -no sólo porque concita pasiones- para las grandes mayorías, para el que el concurso de los medios masivos de comunicación es imprescindible y en el que no deberían participar sólo los filósofos, pero también ellos. Un debate de estas características necesita transparencia y libertad, y también igualdad de oportunidades.En esto parecen estar de acuerdo cuantos han terciado en la polémica Javier Sádaba-Fernando Savater, que en esta ocasión se han visto beneficiados, más que perjudicados, de que el eco de sus palabras y de sus silencios haya traspasado el estrecho marco de una reducida sala de conferencias de una institución de ahorro de una pequeña capital de provincias.

José Félix Azurmendi es periodista, ex director del diario Egin.

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