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Viaje a la capital del Frente Nacional / 1

Marsella, del rojo al negro

Lluís Bassets

ENVIADO ESPECIAL Marsella es el feudo del Frente Nacional. Obtuvo el 25% de los sufragios en las elecciones legislativas de 1986. Va a obtener una cifra parecida, incluso el 30%, según sus partidarios, en las elecciones presidenciales. Ya es ahora el primer partido en votos y va a intentar en 1989 conquistar la alcaldía, en manos de los socialistas desde el fin de la guerra mundial. En algunos barrios, principalmente en la periferia más pobre, cuenta con un 40% de votos. Lo mismo sucede en el casco viejo y degradado de la ciudad. En los siete años de la presidencia de Mitterrand, la ciudad portuaria ha pasado del color rojo comunista y socialista al negro del lepenismo.

Uno de los símbolos del cambio es André Izoardo, consejero lepenista de la región de Marsella, de origen italiano, que ha sido durante mucho tiempo un destacado militante del PCF. Pero el Frente Nacional es todavía un partido burgués, la mayoría de cuyos cuadros vive en los buenos barrios residenciales. En los barrios humildes el Frente apenas cuenta con estructura, aunque es donde recoge mayor número de votos.El centro del problema, en Marsella, es la inmigración magrebí, cuya presencia es vivida con un profundo malestar por los marselleses. El paro, la inseguridad ciudadana, la droga, la degradación urbana, todo lo de malo que puedan tener las ciudades de hoy, se atribuye en Marsella a los magrebíes. Jocelyn Cesareo, marsellesa de origen corso, socióloga, intenta racionalizar este malestar: "Aunque los inmigrantes representan el 10% de la población, los marselleses creen que son muchos más. El barrio de Belsunce, en el centro de la ciudad, es un gran zoco del norte de África que atrae a mucha gente. Se calcula que la cifra de negocios anual se eleva a 3.500 millones de francos (70.000 millones de pesetas). El número de magrebíes de paso por la ciudad es muy elevado y contribuye a crear la impresión de que los musulmanes ocupan la ciudad. Los marselleses de abolengo creen realmente que es la invasión".

Situación compleja

Bajo la denominación de inmigrantes, árabes o magrebíes, se esconde una realidad mucho más compleja. Entre las aproximadamente 90.000 personas de origen norteafricano hay inmigrantes con los papeles en regla, inmigrantes ilegales, hijos de inmigrantes que son ciudadanos franceses y argelinos musulmanes de nacionalidad francesa -los llamados harkis, que combatieron al lado de Francia contra la independencia de Argelia- A la hora de Contabilizar el efecto de invasión alentado por el lepenismo no hay distinciones entre unos y otros.

En 1936, según la socióloga, 250.000 de los -600.000 marselleses eran italianos, y se producían problemas idénticos si no más graves que ahora. Patrick Manucci, 33 años, dirigente socialista, remueve la memoria de la región para recordar que a finales de siglo hubo una matanza de 200 italianos en Agde y que en una noche murieron 16 inmigrantes en el barrio de Le Panier. Los hijos de los inmigrantes italianos, pero también españoles o polacos, son los racistas de hoy. "La religión era la misma", explica un lepenista. "Ésos pertenecen a una cultura totalmente distinta".

A todo ello se ha venido a juntar la llegada de numerosos pied-noirs repatriados de Argelia. Marsella fue el puerto del retorno y de la tragedia de la separación. No es extraño que la presencia en la ciudad de millares de argelinos despierte sentimientos encontrados en muchos pieds-noirs. La herida vuelve a abrirse, con similares protagonistas. Sólo ha cambiado el escenario. TY Marsella se parece tanto a las ciudades portuarias argelinas! Tiene incluso su zoco en el antiguo barrio burgués y comerciante. No es extraño que la fantasía de algunos repatriados reproduzca presagios apocalípticos.

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Anne Tristan, un Gunther Wal1raf mujer de 27 años, autora del libro En el frente, donde narra su infiltración en el partido de Le Pen marsellés, asegura: "Dentro de los barrios humildes del norte de Marsella hay un solo discurso que funciona, el lepenista, sin que ningún otro partido sea capaz de levantar bandera. Las fronteras entre el Frente y el resto de la derecha, principalmente el RPR (Asamblea de la República) son extremadamente permeables".

Catastrofismo

Jean-Marie le Pen el pasado domingo habló a los marselleses en su habitual tono de catástrofe: "La naturaleza humana no es la de los ángeles. Si no se defiende el territorio, la cultura y la identidad, vienen otros a imponer la suya, con los fusiles o con las babuchas". A pocos kilómetros, en Tolón, el líder del Partido Republicano, François Léotard, hacía estremecer a sus partidarios evocando el peligro de presión demográfica que se crearía en el norte de África en los próximos años y hablaba en términos similares de la identidad francesa en peligro. El integrista Maurice Gros, en el mitin de Le Pen del domingo, daba a todo ello un nombre terrorífico: "El genocidio francés". Los autores de tal exterminación imaginaria son los recién llegados a Francia, que son también los más desheredados.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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