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Elecciones negro y blanco

Un fantasma está recorriendo Estados Unidos. durante las últimas semanas: el fantasma de la posibilidad de que este país tenga un presidente negro. Fantasma benéfico y esperanzador para unos, cuya cuantía me parece por ahora imposible de determinar -¿no será tan sólo para unos cuantos que, desde posiciones más o menos progresistas, estarían dispuestos a reconciliarse con la democracia americana si tal cosa llegara a producirse?-, y, desde luego, fantasma maléfico para multitud de personas que no considerarían digno de la más alta magistratura de la gran nación norteamericana que fuera ocupada y ostentada por un negro.La idea de que ello es imposible me parece hasta ahora abrumadoramente mayoritana, pues participan de ella muchísimas de las personas que la consideran deseable. De todos modos, hay ciertos aspectos, digamos, fulgurantes en lo que a veces podría definirse colmo "la irresistible ascensión de Jesse Jackson", fenómeno que produce verdaderos temblores en el ánimo de estas gent9s que no desisten de su racis0mo heredado y reproducido en la práctica de sus vidas, si bien la cosa no ocurra ahora en la forma tan visible y virulenta en que se producía hace, digamos, 20años.

He pensado en 20 años porque tantos hace ya de la muerte, en Memphis (Tennessee), de Martin Luther King, que durante estos días se ha conmemorado y que ha merecido bastante relieve en. los medios de comunicación. Precisamente en las huestes del famoso dirigente e incansable luchador -y ya sé que empleo esta palabra para referirme a un partisano de la paz a ultranza y por encima de todo; pupilo cristiano del gandhismo- por los derechos civiles de los negros formó y se formó este hombre, también reverendo, que ahora asciende incansable por esta especie de escala de Jacob que habría de conducirle... al cielo de la presidencia de Estados Unidos de Norteamérica. No sé qué habrá ahora en los sueños de este hombre, que ha sido pastor de almas y pretende convertirse en dirigente político de los ciudadanos de este país, pero, como lector de la Biblia, quizá haya acudido a su memoria la frase de aquel mítico Jacob que, después de su peIba a brazo partido con Dios, fue llamado Israel, y que parecía estar con horror el lugar en el que parecía estar situada la puerta del cielo: "Terrible es este lugar".

¿Terribles son estos lugares que él, Jackson, está recorriendo en su campaña? Parece que tendrían que serlo para un hombre de iglesia y sin experiencia política; y, s in embargo, su imagen aparece -o, por -o menos, a mí me lo parece cada vez más ligera y desenvuelta en sus comparecencias asamblearias y en sus conferencias de prensa. Quienes lo vieron durante la anterior campaña, hace cuatro años, dicen que ahora se presenta mucho más moderado en cuanto a la radicalidad de sus expresiones; es decir, que aquella imagen de aglutinador de un arco iris (rainbow) formado de negros, hispanos, orientales y blancos pobres, que podría dar un aire un tanto revolucionario a su empresa política, se ha atemperado ahora a una circunstancia que parece aconsejarle dar una tonalidad nacional o patriótica a sus objetivos.

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Ser negro

Por lo que veo y oigo, la particular originalidad de este momento reside en el hecho de que la atención política no se centra, como podría suponerse, en el debate entre los demócratas y los republicanos, durante el cual tendrían que llamar secundariamente la atención las pugnas en el interior de cada partido para resolver la designación del candidato que ha de representar a cada uno de ellos en las próximas elecciones presidenciales de noviembre, sino que lo que se mira con pasión es e¡ problema que parece representar, en el interior de la formación demócrata, la citada ascensión de Jesse Jackson. El problema de fondo es éste: ¿puede un negro llegar a ser presidente de Estados Unidos?

Por este camino de alto nivel, digámoslo así, el problema de ser negro en este país vuelve a la palestra. Los negros ya pueden subirse a los autobuses y sentarse, en principio, donde les venga en gana; ya no hay salas de espera reservadas a los negros en las estaciones, ni restaurantes en los que les sea formalmente prohibido entrar; ya les es teóricamente posible el acceso a las universidades, de manera que el mismo Jesse Jackson ha podido realizar sin particulares problemas estudios universitarios, como consecuencia de aquellas luchas, de las que, por cierto, parece haberse olvidado la participación que en ellas tuvieron los movimientos no pacíficos (Panteras Negras y otros). Ah, pero ¿es posible para un negro llegar a ser presidente de Estados Unidos?

Parece que las objeciones a la designación de Jackson surgen con fuerza en el seno de su partido, y no sólo eso, sino que Bush, el candidato indiscutible de los republicanos -miembro destacado de la Tricontinental y agente de los intereses más poderosos y reaccionarios-, preferiría encontrarse, a la hora de la elección presidencial, con un contrincante como Jackson en lugar de quien se viene dibujando como favorito: Michael S. Dukakis, que acude a la cita con su fama de buen gobernador del Estado de Massachusetts. Pisándole los talones a este hombre de ascendencia griega, sobre cuyo apellido se hacen burlas, como que parece el nombre de una enfermedad. de las encías (no sé muy bien por qué), y al que en medios hispanos se le llama Ducaca, aparece incansable la figura sonriente y activísima de Jackson. Veremos qué ocurre esta próxima semana en las primarias de Nueva York.

Las reticencias de sus correligionario s formales -los dirigentes del Partido Demócrata- se basan en la aguda necesidad que experimentan de que el próximo presidente sea demócrata y en su creencia, casi metafísica, de que ello es imposible para un negro. Naturalmente, en ningún momento se menciona la condición negra de Jackson, pues en este país nadie es racista; al menos muy pocas gentes dicen públicamente serlo. En el seno de su partido se dice simplemente que este señor no tiene experiencia político-administrativa, y que EE UU lo que necesita es una buena Administración, y no una bella ideología. También es cierto que en las recientes primarias del Estado de Wisconsin, que se consideran muy determinantes, Michael S. Dukakis ha batido a Jackson, pero la diferencia entre ambos sigue siendo pequeña, y el líder negro galopa con aires de corredor de fondo. El hecho de que sea un pastor religioso es otro problema que parece oponerse a su camino hacia la presidencia. En el bando republicano también empezó la carrera presidencial un reverendo, éste de la ultra reaganiana, Pat Robertson -estrella de lo que en otro lugar he llamado el evangelio electrónico-, pero sus posibilidades ya son nulas en este momento.

"Todo es posible", dijo Don Quijote. Considerándolo así, a la sombra del maestro Miguel de Cervantes, he preguntado qué podría suceder en el caso de que Jesse Jackson llegara a ocupar el sillón presidencial. Me da la impresión de que en tal caso nadie le arrienda la ganancia. Tal acontecimiento, que sería uno de los más fantásticos de este siglo -así he oído decir-, pondría la figura de Jackson en la mira de las pistolas que siempre han estado prestas a funcionar en ocasiones semejantes. Me hablan de lo que aquí se llama el National Security Council como de un organismo temible, dependiente sólo del Ejecutivo, y que en su seno, durante el trance de la transmisión de poderes, podrían surgir y realizarse acciones ejecutivas de alcance luctuoso. La historia de este país es realmente pródiga en soluciones finales, como las que acabaron con las vidas de Luther King o Kennedy. Es un país que mete miedo, y entiéndase esta frase en el sentido corriente que se le atribuye en el habla familiar. Yola digo ahora porque la recuerdo literalmente en labios de un poeta, Blas de Otero, que me la dijo con aire sombrío el día en que mataron a John F. Kennedy. "Ese país, Alfonso, mete miedo."

Credibilidad

Cualquiera diría, ante esta pe queña tempestad, que Jesse Jackson viene con un mensaje revolucionario de mil demonios, pues el solo hecho de ser negro no parece explicar, y me nos aún justificar, tanta agita ción. No es así, y tampoco puede ser considerado como el por tavoz de una utopía. Yo creo que, en definitiva, el hecho de su elección para la presidencia, si se produjera en términos de normal aceptación, comporta ría un mensaje de credibilidad para esto que se suele denominar la democracia americana. En cuanto a las posiciones de Jackson sobre los más graves problemas, es cierto que gusta oír de sus labios que los palestinos tienen derecho a constituir su propio Estado y que los nicaragüenses han de ser dejados en paz. En cuanto a Panamá, me parece un grave desacierto por su parte la carta que ha enviado a Noriega invitándole a mar charse.

Veo ahora la televisión y me informan que Reagan está ya preparando, aquí, en California, la que ha de ser su residencia después de su salida de la Casa Blanca. Está en Bel Air, y es una finca suntuosa situada en el número 666 de cierta calle. Entre sus primeras disposiciones ha estado la de cambiarle el número a la Anca, y será el 668, porque el 666 -ha dicho- es el número del Anticristo, según el Apocalipsis de san Juan. Amén.

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