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LAS VENTAS

Demasiado toro para quienes empiezan

Había ayer un gran ambiente en Las Ventas; estupenda entrada, ilusión por ver toros, en los tendidos las peñas de los novilleros que actuaban, al completo, con pancarta y junta directiva, y los peñistas ensayaban ra-ra-rás, ya antes de la corrida, sobre todo los de El Jose, que venían de Albalat dels Sorells, de donde es el titular de la causa. Los peñistas de Albalat del Sorells, después de corear docenas de veces aquello de "¡El Jose, El Jose, ra-ra-rá.'", coreaban ¡España!, y ¡México!, y otras naciones hermanadas, ¡ra-ra-ra.! Todo ello, en efecto, antes de la corrida, pues durante la corrida no volvieron a tener motivos de júbilo. El torotoro-torazo, se los echó por tierra. Demasiado toro salió, para novilleros que empiezan, artistas en agraz, figuras sólo en proyecto aún lejano.Y el caso es que el principio fue engañoso. Los dos primeros novillos se caían continuamente, como si se tratara de la feria de Valencia, y la gente se extrañable de tan extemporánea transmutación, cuando el suceso del día era en el barrio venteño la feria de Sevilla, cuya imitación han montado a orillas del coso. Por la proximidad de la imitación de la feria de Sevilla hubo quien se llegó al tendido vestido de corto, con zahones también los hubo y la jaca cartujana a lo mejor la habían dejado aparcada en la calle Alcalá, en la calle Londres o en la calle Roma, por donde se apiñaban coches y los desesperados automovilistas pretendían despejar el atasco a toque de bocina. Sólo faltaban jacas cartujanas en aquella espesura, pata completar el barullo.

Aldeaquemada / Cuéllar, Plaza, Jose

Cinco novillos de Aldeaquemada, bien presentados, en general broncos; 1º de Marín Marcos, inválido. Juan Cuéllar: estocada y dos descabellos (aplausos y también pitos cuando saluda,); pinchazo y estocada (ovación y saludos). José María Plaza: pinchazo y estocada caída (palmas y saluda.); media estocada caída y tendida (algunos pitos). El Jose: media y dos descabellos (silencio); bajonazo y tres descabellos (silencio). Plaza de Las Ventas, 10 de abril.

La afición abroncaba al presidente, que se fumaba un puro, tan serrano, en lugar de ordenar la devolución de los novillos inválidos al corral, como era su obligación. Agriado el gran ambiente que hubo antes, Juan Cuéllar toreó en redondo con la mano alta -para que no se le cayera el animalucho-, sin encontrar el temple adecuado a las embestidas, mientras José María Plaza muleteó al suyo, algo más enterizo, interpretando los ayudados por alto y el natural con buen estilo.

El tercer novillo aún era más parecido a los de la feria de Valencia; se diría que resucitó en Las Ventas aquello entre mustio y cojitranco, entre mórbido y frión, que les pusieron delante (más propio sería decir debajo) a las figuras falleras. El Jose hizo lo que pudo, instrumentar alternativamente series de naturales y derechazos al aire mortecino del novillo, sin poder alegrar al paisanaje de Albalat dels Sorells, que sufría en silencio.

Después de esta primera parte descolorida, llegó la segunda parte bronca, en virtud a los toros-toros-torazos que salieron por los chiqueros; torostoros-torazos de cuajo y alzada, mansos, huidizos, sin fijeza, que en vez de embestir, topaban; que en vez de humillar contemplaban el panorama, con aviesa mirada, por encima de los engaños. Frente a género tan difícil para novilleros en edad de merecer, Cuéllar porfió derechazos y ciñó par de naturales emocionantes; Plaza cargó la suerte en las verónicas, cerró la tanda con media airosa, consintió y mandó en el toreo en redondo, aunque sin tan buen estilo como antes había lucido en los naturales.

Y El Jose, finalmente, hubo de trastear atento a librarse de los achuchones que pretendía meterle -y le metía- el reservón, incierto y duro sexto novillote. Mató de bajonazo y el gentío se echó a la calle, donde fue ella.

Por doquier, los empujones, los atascos, los bocinazos, y quién sabe si los relinchos de las jacas cartujanas también, porque allí mismito estaba la imitación de la feria de Sevilla y entre los que acudían a disfrutarla, los que abandonaban el coso, los que pasaban por el lugar, los tomadores del dos y los que huían de la quema, menudo guirigay se armó.

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