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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Valía técnica y estili

No se había extinguido el eco de las campanas de Resurrección y la vida musical madrileña, en gran parte vida oficial, volvía por sus fueros. Con las bendiciones de Campsa, el trío Mendelssohn, de Amsterdam, reanudó los Martes de Cámara y Polifonía con un programa dedicado a Dvorak. Este trío, formado por el violonchelista Elías Arizcuren, el violín y viola Lex Korff de Gidts y el sensacional pianista Alwin Bär, dejaron constancia de su valía técnica y estilística en el Trío Dumky, que a su vez es una de las más originales aportaciones del músico bohemio al género de cámara. A fin de organizar un programa variado dentro de lo unitario, se sumó a la agrupación el excelente profesor tinerfeño Agustín León Ara. Con Bär tocó la Sonata en fa mayor y con el trío el cuarteto con piano en mi bemol, con lo que se redondeó una sesión tan alta de interés como de calidad.

Trío Mendelssohn y A León Ara, violinista

Coreografía: colectiva Reparto: Auxi Tapia, José Pilar Vaquero, Rafael Galán, Lorenzo Hurtado. Dirección: Rafael Torán. Círculo de Bellas Artes, Saha de Columnas. Madrid 5 al 10 de abril.

Obras de Dvorak

Joven Orquesta Nacional; director: E. Colomer. Sociedad Coral y Escolanía de Bilbao; director: G. Sierra; solistas: 5. Armstrong, M. Hill y N. Howett. Obra de Britten.

El día siguiente, miércoles, el Real se inundó de voces e instrumentistas, pues la Joven Orquesta Nacional (JON), para coronar su nuevo ciclo de trabajo, interpretaba el Réquiem guerrero, opus 66, de Benjamin Britten, junto a la Sociedad Coral de Bilbao y el coro del conservatorio de dicha entidad, preparados por Gorka Sierra.

La dirección general estuvo a cargo de Edmon Colomer, titular de la JON, y como solistas lucieron sus cualidades la siempre espléndida Sheila Armstrong (Montana, 1941), el tenor Martin Hill —-mucho más valioso como estilista que como materia vocal— y el barítono, también británico, Neil Howlett, que equilibra la belleza de los medios con la de los conceptos.

Ya conocido entre nosotros, este Réquiem de 1961 se basa en el texto litúrgico latino y en poemas ingleses de Wilfred Owen, muerto joven durante la I Guerra Mundial, y se mueve entre dos polos brittenianos: uno, algo convencional pero brillante, retorna el pasado de los grandes oratorios barrocos, y otro, mucho más sutil, original y puntualmente instrumentado, se aproxima al mundo anterior de Britten en las iluminaciones.

Obra de sensibilidad y detallismo, con el juego de la doble orquesta —una pequeña y otra grande— y el doble coro —uno mixto y otro de niños situado en lejanía—, fue bien expuesta por cantores y jóvenes instrumentistas y entendido con rigor y quizá cierta limitación comunicativa por el director Colomer, siempre músico serio, decidido y eficaz. El éxito fue grande.

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