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Teologías divinas y humanas

Es problemático, diríamos muy difícil, aproximarse a Dios y al hombre para descubrir semejanzas entre ellos. Dios es necesario, infinito, único, universal, lo definen los teólogos, mientras el hombre es innecesario, finito, diverso, personal, dicen los biólogos. ¿Qué puede tener de afín una sublime idea descarnada con un cuerpo que goza voluptuosidades y muere? ¿Existe algo que los une? Esta es la osadísima empresa que intenta llevar a cabo en su obra Qué es Dios y quién es Dios (Editorial Anthropos) Juan David García Bacca, "el más grande filósofo español viviente", dice Miguel Sánchez Mazas.La omnipotencia de Dios es tan inmensa e ilimitada, que al hombre le parecía imposible acercarse a Él. Sin embargo, Dios está ahí, no en las alturas, como se creyó durante siglos, "está siendo, porque existiendo" (José Bergamín). Se le siente en todas partes, aun en los rincones más lúgubres, escondido en sus sombras patriarcales, y es ardua tarea descubrirle. Por esta razón, la tentación más inmediata es hacerlo mío, tuyo, nuestro, para definir qué es. Rilke, el poeta filosofante, no quiso poseerlo y gira en torno a su presencia oscura e indefinida: ¿Quién puede, Dios, hacerte su presa? Tú eres tuyo". Sin embargo, es posible adentrarse en Dios sin peligro, "para ventilar lo cerrado, lo encerrado de Él por conceptos, dogmas, mandamientos, ritos", dice García Bacca; abrirle un camino para que Dios vuele libremente. Sólo entonces se sentirá su proximidad oculta: "Tú, vecino Dios; yo, vecino tuyo" (Rilke). Pero, a pesar de tantas tentativas de acercamiento, siempre subsiste una gran distancia entre Dios y el hombre, y por más que queramos negarlo, su presencia impone, atemoriza. Solitario Él, solitario el hombre.

Dios es tan imprevisible que si quiere, si le da la real gana, puede aparecer en cualquier momento, o seguir ocultándose sin revelarse, porque "Dios es lo que Él quiere ser", cuenta san Juan de la Cruz que dijo fray Francisco. También puede darse a alguien o algunos, y estos pocos sujetos se tratarán con Dios de tú a tú, como personas iguales, semejantes. ¿Se produce en este momento la religación?, come, dice Zubiri, ¿o se descubre una identificación profunda entre ambos? García Bacca niega el ligamen de la religión, porque la diferencia de naturaleza entre Dios y el hombre es insoslayable. Pero de esta aproximación se deduce que Dios y hombre pueden hasta dialogar cuando buenamente deseen y saber a qué atenerse, lo que hace posible reunir realidades distintas, pero ambas reales de verdad, para descubrir sus semejantes, y poder definir qué es Dios, qué es el Horabre y quién es Dios, quién es el Hombre.

Sabemos, porque nos lo han enseñado nuestros padres y curas teólogos, que Dios es Padre, Salvador, Señor, Maestro, Jefe de los Ejércitos, Todopoderoso. Por el contrario, el hombre es anfinal vertebrado, mamífero, primate y racional porque emite palalbras con las que se comunica y explica "como altavoz del Universo" (García Bacca). Sin embargo, el hombre no puede saber quién es a solas; para ello necesita hablar con otros hombres, y después, hablándose a sí misrao surge el Yo, al contemplar la cara ajena en compañía. Igualmente, si Dios se ensimisma y no responde a la oración del hombre, se queda aislado, cerrándose en el que es, se cosifica. Hay, pues, que mirarse, aunque sea sin hablar, cara a cara. Para ello Dios tiene que ponerse a ser una realidad patentie y actuante. Hay Dios para quien, como Teresa de Jesús, siente que son "presentes ambos, en estado de reales" (García Bacca). Al evidenciarse Dios se humaniza, deja de ser el Remoto inasequible y está muy próximo. A su vez, el hombre, al entrar en contacto visual y verbal con Dios, de quién a quién, se diviniza. Se puede entonces hablar de una ciencia antropológica de Dios y de una ciencia teológica del hombre. Pero esta cita de ambos no significa que desaparezca su diferencia esencial: el hombre no es Dios porque hable con Él, y Dios no es hombre aunque se revele y manifieste. Cada uno conserva su esencia en este diálogo.

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Para muchos hombres puede suceder que Dios se mantenga en su aislamiento, recogido eternamente en sí mismo. Entonces, ¿cómo saber que existe? Sencillamente, porque tiene un cuerpo: la materia básica del universo. "Este mundo es Dios hecho mundo", afirma nuestro filósofo. ¿En qué se apoya para afirmar la divinidad del universo-mundo? La física actual, al estudiar su estructura matemática (cuerpo gravitatorio, electromagnético, nucleónico) descubre lo que tiene de necesario, universal, infinito y único, atributos todos que definen teológicamente la divinidad de Dios. Por esta razón, quien sabe de ciencia y técnica ya tiene religión, porque conoce la esencia divina del universo, decía Goethe. De aquí que se pueda ser creyente en Dios, crédulo o incrédulo, teísta o ateo. Los primeros necesitan a Dios para vivir, hasta el extremo de caer en la credulidad más pueril; los incrédulos no necesitan creer en nada para andar por la vida, porque tienen una poderosa autociencia; los teístas tienen una fe racional, como Descartes y Voltaire, que creyeron en Dios e intentaron demostrar su existencia racionalmente, para salvar el orden y la armonía del mundo; los ateos crearon en la URSS la asociación de Los Sin Dios, maravillando a nuestro surrealista Luis Buñuel que millones de hombres se manifestasen en la calle para decir que no creían en Dios.

Como vemos, se puede creer o no creer, porque las creencias son todas naturales, pero no ciencia rigurosa. Unos necesitan a Dios para protegerse contra las desventuras de la vida y sus azares imprevisibles; otros no lo necesitan para nada, convencidos de la lógica interna del universo. Pero "Dios no puede ser comodín para el hombre", afirma García Bacca. El ateo, si llega al conocimiento racional y científico, puede experimentar como nadie el carácter divino del mundo en que vive, y respirar libre, gozosamente, el perfume íntimo de la serenidad. Un pintor holandés, Vermeer, dio testimonio de esta presencia quieta, recogida, divina del universo en un cuadro: La vista de Delft, Velázquez, en el retrato de la infanta Margarita, plasmó la perfecta imperturbabilidad divina en la rosa roja que aprieta la niña en su mano. Así, el ateo puede sentir universalmente a Dios como presencia inconmovible. Pero estos sentimientos de tranquilidad y bienestar, a la larga, crean hastío, indiferencia o aburrimiento. La vida rica de novedades, imprevista, probable, nos arranca del fastidioso letargo que crea la quietud de la permanente presencia divina. También el Demonio, cuya importancia señalaba Bergamín, salva de este tedio. La inquietud demoniaca arrebata y enciende para amar, gozar, sufrir y llegar al descubrimiento de Dios como encantamiento prodigioso de la existencia.

Si seguimos interrogándonos ¿quién es Dios?, se debe a que puede aparecer manifestándose a través de un hombre profético: Moisés, Jesús, Plotino, para hacemos sentir que está vivo, persona encarnada. García Bacca concibe a Dios, harto de ser solitario y estar a solas consigo, como el Gran Matemático, o "un Dios que se haga -porque le da o le dio la gana- a serse Dios Músico". Así encarné en Bach, Beethoven, Stravinski, para hacernos sentir y descubrir quiénes somos real y verdaderamente los hombres. "Dios puesto a serse músico, fuera el que más y mejor se sintiera ser Dios". Y también se encarna en Maxwell, Einstein, Fermi, cuyo lenguaje nuevo, dificil, artificial permite comprender la realidad racional de la historia del universo. La Música es el sentimiento racionalizado, así como la Matemática es la razón sentida.

El Hombre es realmente Dios cuando es creador, dice García Bacca, y lo es desde hace muy poco tiempo, desde el Renacimiento y la física atómica. Entonces, si el Hombre ya es Dios, ¿para qué hablar y discurrir sobre teologías divinas y humanas? Porque es necesario saber qué es Dios y quién es Dios, para entender lo que es el hombre actual y cómo ha Regado a ser así. El hombre ha creado Dios a su imagen y semejanza, sostenía Feuerbach (antropología teológica), pero en realidad, piensa García Bacca, Dios hizo al hombre una criatura sumisa para que pueda ser Dios real por creador. Contrariamente a nuestro filósofo, pensamos que el hombre no puede endiosarse sin antes llegar a ser una definitiva y verdadera realidad humana, ya que el hombre actual, científicos y técnicos incluidos, son ajenos entre ellos y extraños a sí mismos, porque sufren la alienación básica que crea la sociedad histórica en que viven. Pero su criterio es que el hombre se divinizó al desarrollar herramientas y técnicas que transformaron el mundo natural que le fue dado, y añade a guisa de conclusión: "El hombre es el transfinitador de la tierra, capaz, en principio, de transformar todo en todo". Por esencia, es el revolucionario del universo. El hombre, al darse cuenta de su omnipotencia creadora, ya puede trascender la idea de Dios, y descubre su propia transfinitud. "Dios era a ratos, a actos, en obras, divinamente hombre, y el hombre era a ratos, a actos, en obras, humanamente divino".

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