Sigue el fraude
ENVIADO ESPECIALTerminada la quinta corrida fallera, con 30 toros o novillos lidiados, aún no se ha visto ni uno entero y verdadero. Está saliendo en Valencia el no-toro. El no-toro de Valencia -ayer y cada día- es el toro de granja, animal que da las formas pero no los hechos del auténtico toro de lidia. El no-toro de Valencia es el toro del fraude, que continúa campeando en la fiesta, donde ha tomado carta de naturaleza.
La fiesta es hoy un melonar sin amo en el que entran a saco los taurinos corruptos con sus corruptelas, y no pasa nada porque la autoridad, en esto de los toros, se dedica a silbar El sitio de Zaragoza. Los taurinos corruptos -con sus corruptelas- gozan de impunidad absoluta, y acojen con entusiasmo cualquier innovación que sirva a sus sus desmanes. El no-toro ya lo han conseguido imponer. El que hubo ayer en Valencia salía de chiqueros corretón y retador, capaz de echarse a los lomos a quien se cruzara en su camino, como hizo de forma horrible el tercero con El Soro, cuando acudió a recibirlo a porta gayola. Pero no había dado el toro dos carreras por la plaza cuando ya le temblequeaban las patas, hocicaba, caía de panza, y lo que es peor, se quedaba lila, enseñoreando por el ruedo no los atributos de su casta sino los de su idotez supina.
Navarro / Vázquez, Soro, Cepeda
Toros de Concha Navarro, bien presentados (algunos sospechosos de pitones), inválidos y aborregados.Curro Vázquez: estocada corta (silencio); estocada corta y rueda de peones (silencio). El Soro: pinchazo y dos descabeHos (ovación y saludos); estocada contraria a un tiempo resultando volteado (dos orejas); salió a hombros. Fernando Cepeda: estocada corta atravesada y descabello (silencio); estocada trasera (palmas). Plaza de Valencia, 16 de marzo. Cuarta corrida de feria.
El toro de ayer en Valencia miraba alucinado el trapo rojo que le ponían delante, debía parecerle que nos habían invadido los rusos, y unas veces lo seguía a medias, otras no lo seguía nada, porque era de derechas. A la vista del fraude -pues toro alucinado es un fraude de primera magnitud- cualquiera habría creído que el presidente de la corrida ejercería su autoridad para cumplir el reglamento, defender los derechos de los espectadores y no ofender al decoro, o que los complementos lúdicos que están previstos para toda corrida seria se abstendrían de manifestarse, aunque sólo fuese por pura vergüenza.
Pues no: antes al contrario, el presidente se limitaba a cambiar el tercio de varas cuando de lo pedían los matadores, a conceder las orejas que solicitaba el público, a ver la corrida gratis, y la banda rompía a tocar pasodobles para que las faenas fueran triunfalmente musicadas -según decían los cronistas clásicos-, a pesar de que no eran oleadas -según también solían decir-; que no podían ser oleadas (de olé, quizá convenga aclarar) pues producían un sopor infinito.
Únicamente la faena al quinto de la tarde fue oleada, no porque tuviera mayor importancia sino porque El Soro, cuya estética torera está más próxima a la desconcatenación que al canon, fingía que se iba a suicidar de un momento a otro en las astas de su burel. Se trataba de un suicidio imposible pues el burel no estaba para colaborar en suicidio alguno; más bien estaba para gozar vacas, que le pasaban por sus colgados dinteles intuitivos pestañeantes, amorosas y bamboleando las tersas ubres. Pero el público temió el suicidio, principalmente cuando El Soro se ponía de rodillas, a estilo Dámaso González o penduleaba el trapo a estilo Paco Ojeda, que es acción de mucho resultado. Lo dijo en cierta ocasión un castizo: Lo ojedíbiri da resultíbiri.
Curro Vázquez y Fernando Cepeda no fingieron que se iba a suicidar y sus infructruosos intentos de colocarles derechazo y naturales a los no-toros resultaron aburridísimos. Ahora bien ambos pueden contarlo, los banderilleros tomaron el solete, los picadores no trabajaron lo que se dice nada, al ganadero le pagaron el saldo como si hubiera sido de casta, la empresa hizo taquilla y todos cobraron derechos de te levisión. Y hasta otra. Que es de lo que se trata.
Babelia
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