Maestros españoles
Permítame responder, cuerda de locrense al cuello, a los comentarios de la CEAPA y a los editoriales de EL PAIS (9 y 10 de marzo) a propósito de la huelga de maestros.1. Los hijos de los hombres españoles, llamados comúnmente niños, están hoy bajola custodia de unos docentes fáltos de serenidad y sosiego, desmoralizados porque se les ha ido arrebatando gratuitamente su investidura de autoridad, sus atributos de mando. Los centros han sido desposeídos de un clima que garantizaba alguna eficacia del trabajo educador, y vientos africanos incansables se han ido llevando por delante algo más que los reductos corporativistas. El derecho a la libertad de cátedra y el respeto a la individualidad del escolar andan descoyuntados, cuando no destruidos, por una defectuosa articulación de la libertad individual y la colectiva. Cuando se dice que muchos centros son ingobernables o que aumentan alarmantemente las enfermedades psicosomáticas del profesorado, nunca se denuncia el hecho causal de la feroz opresión ejercida por minorías discipulares contra los derechos académicos de víctimas mayoritarias. No estaría de más que se devolviera a los centros educativos, con la mayor solemnidad pública, su carácter de tales, deteniendo desahogos de energúmenos y cimarrones que salpican abundantemente la inerme geografía escolar.
2. En España no ha habido nunca corrientes de simpatía hacia los niños. Quizá por eso los escolares entienden por educación el conjunto de normas que no deben cumplirse jamás. La antipatía hacia los niños cristaliza en la profundidad de Herodes, tan fuerte aquí como la de Charles Dickens en Inglaterra. Es casi un tabú señalar las diferencias entre un niño deseado y otro no deseado. La simpatía no se aprende, pero se propicia y fomenta o se ocluye y se estorba según que la sociedad consiga o no sacudirse las lápidas tradicionales. La mala conciencia social de quienes no encuentran espacio en su vida para atender a sus hijos endosa al maestro obligaciones que no le correspriden. Y al tiempo se rasga las vestiduras cuando éstos reivindican salarios acordes a su nivel funcionarial. Paradoja que sólo puede explicarse por el temor a un custodio que se dedicara a simpatizar, libre de preocupaciones económicas. Ustedes consagran y sancionan esa corriente social de padres que sueñan en la vasectomía con carácter retroactivo.
3. Para beneficio de los escolares, es decir, para mejorar la calidad de la enseñanza, vendrá con buen pie la disminución definitiva de las proporciones alumno-aula, alumno-centro, alumnoprofesor, alumno-asignatura, sin esperar más previsiones, prospectivas o especulaciones natalistas. Ese editorial va a provocar oleadas de cólera, de índole habitual entre colonizados por colo-
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nizadores. La CEAPA, por su parte, fija sus posiciones contra los maestros de tiza y garganta (tantos héroes anónimos in puri bus naturalibus). El pandemónium está servido. No habrá auditorías sobre graves conflictos en los centros. Seguirán esgrimiéndose las holgadas vacaciones del profesorado. No se retribuirán mejor las horas directa mente lectivas. No se pondrán en el tapete los disturbios irreversibles perpetrados en el choque niño-masa (eso llamado masificación). No se denunciarán conjuntamente padres y profesores, la insuficiencia de medios huma nos y materiales que acarrean el raquitismo educativo. Y EL PAIS, poderoso intelectual colectivo que usted precisara bellamente en su último libro, seguirá olvidando a ese sexto invidente que palpó las orejas del elefante y añadió: "¡Bah, es sólo una alfombra¡". Esta sociedad nuestra engulle y secuestra la infancia; lo repite generación tras generación. A veces se recupera a duras penas, en los últimos instantes, como el Rosebud de Orson Welles. O como Nerón aniquilando a Séneca.-
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