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Tribuna:EL DIÁLOGO NORTE-SUR
Tribuna
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Circunstancias esperanzadoras

Son varias en el momento actual las circunstancias esperanzadoras: la nueva dirección en la Unesco de Federico Mayor Zaragoza, la apertura en el Este y en China, un mayor pragmatismo en las actitudes de los países del Tercer Mundo, la corriente de reflexiones iniciada sobre valores universales y tradición cultural por autores como Finkielkraut... Todos estos datos permiten contemplar la posibilidad de intentar un nuevo planteamiento de la cooperación internacional en materia de información y comunicación que contribuyera poderosamente a devolver a la Unesco su universalidad, reintegrando a Estados Unidos, Reino Unido y Singapur, y que al mismo tiempo obtuviera el apoyo del Tercer Mundo.A pesar de todos los entusiasmos iniciales que despertó y del alto valor emocional que tuvo para los países en desarrollo, es evidente que el debate sobre un nuevo orden mundial de la información, que lanzó el informe Mac Bride, ha sido un ejercicio divisivo y paralizante, constituyendo sin duda una de las causas que determinaron la crisis de la Unesco.

Una de las más profundas y amargas ironías del debate es que al señalarse legítimamente los grandes peligros que se hacía correr a la libertad de información por medio de un nuevo orden, se ensombreciesen los hechos fundamentales que querían resaltar la mayor parte de los países en desarrollo: desigualdad informativa entre el Norte y el Sur, aumento del foso que los va separando a causa de la aceleración tecnológica que preside el desarrollo de las comunicaciones en nuestra época y urgencia de una acción internacional para corregir esta situación.

Realidades básicas

Las realidades básicas a que un nuevo orden de la información hizo referencia perduran hoy día en toda su intensidad: desigualdad de los países en cuanto a poder informativo, desequilibrios en los flujos informativos entre el Norte y el Sur (como también entre el Este y el Oeste, dentro de los propios grupos y en el interior de los países ... ), insuficiencia en muchas ocasiones en el tratamiento que se da a las realidades del Tercer Mundo en la Prensa de los países desarrollados, amenazas a la solidez de las culturas propias por una excesiva dependencia de productos del exterior, violaciones de la libertad de información y a la libertad de prensa, censura...

El problema no residió en hacer frente valientemente a esta situación, sino en el método elegido. La inclinación por un enfoque normativo por medio del llamado establecimiento de un nuevo orden mundial de la información puso inmediatamente en serio riesgo los mismos fundamentos del nuevo sistema que se quería adoptar, ya que entre esos fundamentos se encontraba el respeto a la libertad de información y de prensa, que en teoría se quería defender y ensanchar, pero a la que en realidad se amenazaba con adicionales recortes y restricciones.

Tampoco el marco conceptual por el que se optó -nuevo orden- fue el más apropiado para abarcar un campo como el de la información. El término elegido, independientemente de sus desafortunadas connotaciones totalitarias en el pasado incluso más inmediato, tiene unas características de rigidez y estática que se acoplan mal a un terreno que se distingue por su fluidez y su dinamismo.

En la tentativa de un nuevo orden de la información hubo una excesiva ambición de aunar concepciones muy divergentes sobre el papel de la información y de la Prensa, que no podían facilitar el amplio terreno común a que se aspiraba. Es de sobra conocido que mientras en los países occidentales la libertad de Prensa está considerada como un pilar básico de la propia existencia de una sociedad democrática, en los países socialistas la información tiende a ser utilizada como un instrumento en manos del poder político, y en muchos de los países en desarrollo predomina una concepción de la información que se fija sólo en su valor como agente del desarrollo económico.

Todas estas contradicciones que acabo de esbozar explican que incluso dentro de la propia Unesco, y desde hace ya algún tiempo, se haya preferido un enfoque del tema mucho más pragmático y orientado a la acción, tratando de evitar los aspectos divisivos del problema y concentrándose en la labor prioritaria de reforzamiento de las estructuras informativas de los países en desarrollo.

Para alcanzar, no obstante, el objetivo de un restablecimiento pleno del diálogo Norte-Sur en este terreno, con la participación de todos los miembros de la comunidad, tal vez fuese necesario el lanzamiento de un nuevo esquema general de cooperación que sustituyera los esfuerzos del pasado y abordase con vigor la tarea de corrección de desequilibrios en el mundo de la información.

Programas e intercambios

La base del nuevo planteamiento debería residir en una acción generosa por parte de la comunidad internacional, y en especial de los países industriales, orientada a la dotación de los países en desarrollo, en recursos humanos y en medios materiales y tecnología en el campo de la información y de las comunicaciones. El Programa Internacional para el Desarrollo de las Comunicaciones (IPDC), de la Unesco, debería ser ampliamente reforzado, haciendo de él el verdadero eje de una acción internacional, coordinada, productiva y práctica para el desarrollo de las comunicaciones en el Tercer Mundo.

En este esfuerzo conjunto deberían colaborar no sólo las instituciones internacionales centradas en la ayuda a los países en desarrollo (Banco Mundial, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD), sino todas aquellas instituciones y organizaciones no gubernamentales dispuestas a ofrecer su ayuda.

Paralelamente -y para evitar los riesgos de un tratamiento periodístico en los países industriales que puede pecar a veces de trivialidad, sensacionalismo o insuficiencia-, los países desarrollados podrían tal vez ofrecer la posibilidad de programas e intercambios que favorecieran una mayor aproximación de sus medios de comunicación a las realidades del Tercer Mundo.

Otro campo de actuación sobre el que se debería incidir es en el de la ayuda a las propias organizaciones internacionales informativas de los países en desarrollo, a escala regional y general como, por ejemplo, el pool de agencias de noticias de países no alineados.

Un programa general de desarrollo de las infraestructuras informativas de los países en desarrollo que tuviera las dimensiones adecuadas y contara con el pleno apoyo de toda la comunidad internacional debena ser, por último, firmemente presidido por los princiios de libertad de información e intercambio informativo y cultural

En la reacción antioccidental que siguió a la descolonización se ha querido presentar en muchas ocasiones el principio de libertad de información (como el de la misma libertad intelectual) como un valor eurocéntrico, cuando en realidad se trata de un valor universal que está íntimamente asociado al progreso de la humanidad y que ha acompañado los grandes hitos históricos (revoluciones francesa y soviética, proceso descolonizador ... ).

En el esfuerzo cooperativo de gran envergadura que debería proponerse en materia de información y comunicaciones, el principio de libertad de información debería figurar por consiguiente, y a diferencia del pasado, como el valor primordial en que se deben basar todos los esfuerzos que se emprendan.

Como en toda acción internacional que toca a la esfera de la cultura, un objetivo central que perseguir es el de la preservación de la identidad cultural de los países, con objeto de conseguir, como pedía el propio informe Mac Bride, un único mundo con muchas voces, es decir, un escenario verdaderamente universal en el que participen todos los actores en pie de igualdad.

Si la comunidad internacional, abandonando esquemas que no han tenido la suficiente virtud integradora, pudiera ponerse de acuerdo sobre estas bases fundamentales de la cooperación y existiera la voluntad política por parte de los países ricos de ofrecer un genuino esfuerzo de ayuda al desarrollo de las comunicaciones en el Tercer Mundo, el diálogo Norte-Sur podría tal vez restablecerse en uno de sus terrenos más controvertidos.

Pablo Barrios Alamanzor es presidente del Comité de Información de Naciones Unidas.

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