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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

IRA en Gibraltar

TRES MIEMBROS del Ejército Republicano Irlandés (IRA) fueron muertos el pasado domingo en Gibraltar por efectivos militares británicos. Los terroristas, que iban desarmados, se proponían, según el ministro de Exteriores británico, sir Geoffrey Howe, realizar un atentado en la colonia, pero no es cierto, como se informó en un primer momento, que hubieran colocado un coche bomba en las inmediaciones de la residencia del gobernador general de Gibraltar. La actuación expeditiva del Ejército británico, sólo por sospechas de un posible atentado, constituye en sí misma una gravísima violación no sólo de los códigos morales de toda sociedad civilizada, sino de los fundamentos legales que los sostienen. Pero, además, constituye una insuperable muestra de incompetencia: al actuar con arreglo al escueto principio según el cual el mejor terrorista es el terrorista muerto, los funcionarios británicos han renunciado a la investigación que hubiera podido iniciarse con la captura de los tres presuntos activistas.Dos reflexiones parecen oportunas ante el hecho protagonizado por la policía británica en la colonia. Aunque en los últimos tiempos las relaciones entre Irlanda y el Reino Unido han sido particularmente tensas, el acuerdo anglo-irlandés suscrito entre ambos Gobiernos en 1985 había dado a los irlandeses un papel consultivo en las decisiones de Londres respecto del Ulster. Mal recibido por la mayoría protestante, el acuerdo constituía, sin embargo, una esperanzadora iniciativa en la búsqueda de salidas políticas al problema. Este atisbo de colaboración ha funcionado eficazmente y tiene al IRA en dificultades, entre otras cosas porque está obstaculizando seriamente sus fuentes de aprovisionamiento de armas. Estas dificultades explicarían tal vez el intento de dar un golpe sonado en Gibraltar, tan lejos de sus bases, si bien corresponde al Gobierno de Margaret Thatcher probar que los tres activistas abatidos se proponían efectivamente realizar un atentado en la colonia. .

La colaboración entre Irlanda y el Reino Unido en el problema del Ulster pasa por un mal momento. La decisión británica de prorrogar y consolidar la ley antiterrorista ha sido mal recibida en Irlanda. Lo mismo ha ocurrido con la nueva ley de extradición. La situación ha empeorado aún más con la negativa británica a investigar seriamente las acusaciones de que el Royal Ulster Constabulary, la fuerza de policía británica en la provincia, actúa brutalmente, cuando no mata a sospechosos desarmados. Esta última circunstancia agrava seriamente el incidente gibraltareño en el que los tres terroristas, aun yendo desarmados, fueron abatidos sin contemplaciones y sin respeto alguno por los principios jurídicos. En un país que presume, con multitud de razones, de disponer de un servicio policial escrupuloso, estas tres muertes suponen un baldón difícil de explicar.

El hecho de que este grave incidente haya ocurrido en territorio español invita a realizar comparaciones sobre la situación en que viven los fenómenos terroristas español y británico. Contrariamente a lo que se ha dicho a veces, generalizando abusivamente, ambas situaciones son radicalmente distintas por sus orígenes históricos, la naturaleza de sus actores principales, las soluciones que propugnan una y otra organización terrorista y el diagnóstico general sobre sus posibles soluciones. Pero existe también la tentación de extender la comparación al terreno de los comportamientos policiales. Ya ha habido voces que se han apresurado a señalar como un mérito la contundencia del Ejército británico, en comparación con "el escándalo que aquí se hubiera armado en circunstancias similares". Pues bien: si algo profundamente diferente hay entre la situación del Ulster y la del País Vasco es, precisamente, que la militarización del problema por parte británica ha enquistado de tal manera el conflicto que ninguna salida razonable aparece hoy en el horizonte. El problema del terrorismo etarra, por el contrario, aun siendo grave, no es contemplado en términos de situación sin salida. Y ello porque, por una parte, se renunció en su día a la tendencia de hacer intervenir al Ejército en Euskadi. Y, por otra, porque se ha rectificado la tendencia a separar la imprescindible acción policial de las iniciativas estrictamente políticas necesarias para atajar el problema.

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