Frustración generalizada
Por sus palabras, el funcionario español, sobre todo si es joven, parece una persona que ha vendido su alma al diablo a cambio de la seguridad en el empleo. La reforma les ha defraudado, -"no he visto ninguna porque se ha hecho con muchos paños calientes", afirma una auxiliar administrativo- y una consigna con muchos partidarios es que me quede como estoy. Una frustración generalizada es la ausencia de una verdadera carrera administrativa. Los funcionanos del área informática de un importante ministerio comentan: "No hay ninguna promoción. El título que tengas da igual a la hora de desempeñar un puesto. Aprendes sobre la marcha y los cursillos de reciclaje son de risa".
El interior de los ministerios sigue siendo una lucha cuerpo a cuerpo en la que el agravio comparativo está a la orden del día. Las acusaciones de amiguismo político y de favoritismo en determinados cuerpos son frecuentes. "El nivel va con la persona, no con el puesto" dice una auxiliar, y continúa: "Había un puesto para el que se necesitaba el nivel 16, yo tengo el 15 y se lo dieron al final a una con el nivel 10". Hay cuerpos privilegiados por el poder, que así se garantiza su fidelidad", comenta con cautela un inspector. Los tacs (Técnicos de Administración Civil) y aquellos que ocupan puestos de responsabilidad en las áreas económicas son los más envidiados.
Más jefes que indios
Otro mal endémico de la Administración española es la distribución del personal. Lugares donde hay más jefes que indios, gente que hace punto y otra que está hasta las cejas no son raros. Por el momento, el recurso habitual de los jefes con sus subordinados ineficaces es arrumbarlos en la leñera o ponerlos en la senda de los elefantes.
Para unos, el problema se encuentra en la "jerarquía intermedia que no funciona y que es la que crea mayor burocracia"; para otros la culpa la tienen esos expertos en acaparar información" y "la lejanía con que se toman las decisiones". En dos cosas todos los funcionarios están de acuerdo: "Sólo tenemos en común la tarjeta de aparcamiento" y "nadie sabe quién manda en el ministerio".
Las primeras elecciones sindicales. de la función pública se celebraron en noviembre y diciembre pasados. Los tres sindicatos mayoritarios -CC.OO, UGT y CSIF (independientes) obtuvieron cerca de un 25% de los votos cada uno, si bien UGT parece haber quedado en tercer lugar. Los datos oficiales se harán públicos el próximo día 15.
La participación rondó el 70%, aunque hubo fuertes variaciones según los distintos ámbitos administrativos. A su pesar, no es fácil que exista unión o solidaridad entre los funcionarios. Para María Núñez, de la subdirección de Información del Ministerio de Trabajo y que lleva nueve años en la Administración, "la responsabilidad es del colectivo cuya mentalidad corporativa lo condiciona todo; incluso los sindicatos de clase defienden los derechos de los cuerpos".
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