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Antoni Tàpies expone su obra reciente en París

Lluís Bassets

Antoni Tàpies expone en París, en la galería Lelong, 30 soberbias telas, algunas de grandes dimensiones, pintadas en el último año en su taller de Campins, en la ladera del Montseny. Hasta el 10 de abril, los parisienses y los numerosos turistas que acuden a devorar pintura, en este fin de invierno sobrecargado de grandes exposiciones -Zurbarán, Van Gogh, Degas, el último Picasso, las Demoiselles de Avignon-, tendrán ocasión de contemplar la obra más reciente salida de las manos del pintor catalán, que ha suscitado comentarios entusiastas en la Prensa de París.Según el diario Le Monde, "es la ocasión para el más ilustre de los pintores españoles contemporáneos de dar una bella lección de virutuosismo y elocuencia". El semanario Le Nouvel Observateur habla del "más grande pintor catalán vivo" y de su "obra violenta y meditativa, vinculada al antifranquismo, a Miró y a Oriente". La galería Lelong expone, junto a los 30 cuadros, un libro de grabados y una serie de litografías de inspiración musical, tiradas sobre partituras de Bach y Schumann. Según cuenta el pintor, son las primeras obras de gran envergadura que ha realizado desde el accidente que tuvo en su taller cuando intentaba levantar un cuadro de grandes dimensiones. "Son cuadros que me han llevado mucho trabajo", afirma. "Ahora lo único que cuido es no moverlos yo mismo, pues pesan muchísimo".

En las telas que se exponen pies en París, la figuración adquiere una importancia crecíente. Rostros, pies, un desnudo o unos enormes y humildes zapatos, que recuerdan ínevitable mente las botas de Van Gogh, expuestas en el Museo d'Orsay. "Hay que dejar hablar las cosas, la materia, la naturaleza, sin violentarla", cuenta Antoni Tápies para explicar su trabajo creador y, principalmente, la recuperación de materiales o texturas aparentemente intratables por el artista, la gomaespuma, por ejemplo. Bajo su mano adquieren una nueva apariencia e incorporan algo mágico. Pertenecen ya, por el gesto del artista, a su universo: son auténticos Tàpies. "Los pintores somos como prestidigitadores, hacemos pequeñas trampas que hacen aparecer las cosas de una forma distinta", asegura. "En mi caso, especulo muchísimo con lo que me van diciendo los propios materiales. En el más pequeño objeto, en una colilla, en la materia más despreciable, se encierra a veces todo el universo".

La perennidad de los materiales que utiliza en su obra preocupa relativamente al pintor. "Hay que dejar las cosas tal como son. Los cuadros no deben ser de acero inoxidable, sino de materiales que pueden deteriorarse. El arte debe ser efímero". Por eso bromea con el escándalo creado con motivo de la exposición El siglo de Picasso, donde un Tàpies sufrió desperfectos.

"Cayó un pequeño chorro de agua de un aparato de aire acondicionado. Pero no es grave, cualquier restaurador podía haberlo resuelto el mismo día, pero se dejó secar y quedó la huella del agua. La restauración del cuadro no presenta ningún problerna". "La verdad", asegura sonriendo, "es que los periodistas exagerásteis un poco".

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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