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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Beethoven y Abbado

El ciclo Orquestas del Mundo, que organiza Ibermúsica con el patrocinio de Tabacalera, ha alcanzado anteayer una de sus más altas cimas gracias a la actuación de una de las orquestas legendarias de Europa, la Filarmónica de Viena, dirigida por uno de los grandes maestros de la generación de 1931, el milanés Claudio Abbado. La expectación despertada, visible en el abarrotamiento del teatro Real, no se vio defraudada sino todo lo contrario. Tuvimos un programa Beethoven de excepción con la Quinta y Sexta sinfonías y la Leonora número 3 tocada como propina de lujo.No hay gran intérprete sin palabras propias para Beethoven. Cuando una formación de tan extraordinaria calidad como la vienesa, de sonido flexible y aterciopelado, equidistante entre el pino y la palmera, con un maestro de la jerarquía de Abbado, nos proponen su versión del genial y enigmático compositor, deberíamos olvidar, sí fuera posible, todo antecedente; el ideal sería asistir al concierto con ánimo de estreno, dispuestos a escuchar por vez primera esos dos grandes y casi simultáneos polos de la creación sinfónica beethoveniana que son la Sinfonía pastoral y la En do menor.

Ciclo Orquestas del Mundo

Orquesta Filarmónica de Viena. Director: Claudio Abbado. Obras de Beethoven. Teatro Real. 24 de febrero.

En cierto modo, la música se estrena siempre, pues la partitura no es sino una propuesta para que nazca la música. De ahí que un parto serio y responsable comporte largos años de trabajo, análisis, meditación en soledad y, en suma, búsqueda de la verdad.

La larga prospectiva que constituye una interpretación creativa enfrenta, según Toscanini, los dominios y límites de la inteligencia, el instinto y la intuición. Para el gran maestro parmesano, que cobró fama por el detallismo perfeccionista, por la fidelidad a la letra, era indispensable, sin embargo, el predominio del instinto sobre los demás valores. El instinto lleva al intérprete al descubrimiento que inmediatamente busca apoyo en la razón y realización en el conocimiento y el saber: la inteligencia en suma.

Tres aspectos

Parece claro que para Claudio Abbado el cosmos beethoveniano puede presentar, por lo menos, tres aspectos: el dramático introvertido, el lírico-contemplativo y el teatral. Pocas partituras se han escrito, en la historia del sinfonismo, de tan fuerte tensión dramática como la Quinta sinfonía de Beethoven; pocos lenguajes tan coherentes, trabados y bien articulados en los conceptos y en la forma de exteriorizarlos, en el espíritu y en la letra. De entrada, Abbado inició la obra con un acierto no seguido por todas las batutas: la reducción a una sola idea de la doble llamada del destino; luego, a lo largo del desarrollo, quedó evidente la importancia vivificadora, verdaderamente motorística, de esa célula de cuatro notas que sería casi exclusivamente rítmica sin la segunda propuesta a distancia de un tono inferior.La otra célula radical de la obra, el simple arpegio perfecto alumbra el segundo movimiento y, combinada con la primera, decide el entramado del tercero y cuarto. Pero la obra toda responde a una formidable unidad de pensamiento, a unas condensadas ideas-fuerza que Abbado presentó con viveza, extraordinaria potencia y rico contraste en un curso no mecánico al modo de un metrono sino biológico como una pulsación. Las líneas internas de tensión en su ascenso dinámico, el repliegue a veces de la densidad sonora, todo apareció con un frescor de novedad argumentado por el afán de dar con una verdad que no es sino la relación de autor/intérprete.

Otro mundo, otro ideal sonoro: la Pastoral. En alguna medida, el introvertido Beethoven de la Quinta se extravierte en la contemplación de los campos, sin desdeñar ni las raíces populares (tema inicial, ranz de las vacas) ni la sinestesia del arroyo en su curso calmo ni el diálogo con las aves cantoras: anecdótico en el caso del cuco, la codorniz y el ruiseñor; convertido en elemento estructural en el del perderol, ese pájaro maestro en armonía.

El cuadro, los efectos sentimentales que despierta en el contemplador, está trazado con una inédita delicadeza de color, una transparencia de textura que, con razón, movió a Mauricio Ravel a referirse al milagro de Beethoven en la Sinfonía en fa.

Existen versiones más reposadas, casi místicas, de la Pastoral, como la de Furtwaengler y sus seguidores, pero la de Abbado posee belleza y tono peculiares. En fin, la condensación musical de todo Fidelio en ese soberbio poema que es la obertura Leonora número 3 alzó ante nosotros al Abbado supermaestro de la ópera. En definitiva, un concierto inolvidable por el qué y el cómo se hizo la música beethoveniana.

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