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Los azarosos matrimonios de Carlos Monzón

El ex boxeador vive con una bala en la espalda, producto de una riña con su primera esposa

El ex boxeador argentino Carlos Monzón, campeón mundial de los pesos medios desde 1970, cuando venció por KO al italiano Nino Benvenutti en Roma, hasta su retiro en 1977, es acusado del homicidio de Alicia Muñiz Calatayud, su segunda esposa. El domingo, ambos cayeron por la ventana en Mar del Plata. De su primera mujer, María Beatriz García, aún guarda una bala en la espalda, cuando le disparó para evitar que la siguiera golpeando. Y entre medias, un romance con Susana Jiménez que acabó con un tremendo bofetón.

La muerte, que involucra a uno de los cuatro mitos vivos convertido ya en leyendas dentro del deporte argentino -los otros tres son el tenista Guillermo Vilas, el piloto Juan Manuel Fangio y el futbolista Diego Maradona- fue denunciada a la policía por un vecino que escuchó los gritos desgarrados del propio Monzón cuando llamaba desde un patio interior, junto a la piscina, al portero del chalé: "¡Daniel, Daniel, abrime que me estoy muriendo!".Monzón había caído también desde el balcón del primer piso, a cinco metros de altura, y se arrastraba junto al cadáver de su mujer, vestida sólo con una braga. El ex boxeador se fracturó la clavícula izquierda y tres costillas. El lunes permanecía internado en el hospital interzonal de Mar del Plata y los médicos aseguran que en 72 horas podría recibir el alta. En la primera declaración ante el juez Jorge García Collins, éste aseguró: "Monzón reconoció que tuvo con su mujer una fuerte discusión y también ejercido la violencia".

En la casa se encontraban el único hijo de la pareja, Maximiliano, de siete años, que compartía su habitación con otro niño, de diez años, hijo del actor Julio César Martínez, un cómico de segundo nivel que se presenta bajo el seudónimo de Adrián Facha Martel. La casa había sido alquilada por Martel en 2.500 dólares (282.000 pesetas) para la temporada de verano, que abarca los meses de enero y febrero.

La reconstrucción de las últimas horas que Carlos Monzón y Alicia Muñiz pasaron juntos entre la noche del sábado y la madrugada del domingo permite saber que la pareja brindó con champán entre las dos y tres de la mañana en el hotel Provincial, donde se festejaba el cumpleaños de un amigo. Cenó luego en el club Peñarol, conocido por la calidad de su parrilla. Allí les acompañaba Adrián Martel con una amiga, pero el actor se quedó hasta las siete de la mañana jugando con las máquinas de vídeo. Monzón y su mujer partieron a las cuatro y media y el taxista que les llevó no recuerda que discutieran en el viaje. Entre las cinco y las seis los vecinos no oyeron ruidos ni voces hasta que reconocieron a Monzón cuando pedía ayuda. Los niños continuaban durmiendo a esa hora y el casero se despertó alertado por los vecinos. Algunos muebles caídos y otros objetos de decoración rotos son las únicas señales de la posible discusión previa.

En sus puntos oscuros, la historia se ilumina con el pasado de Monzón, nacido el 7 de agosto de 1942 en San Javier (Argentina). Octavo, entre 12 hermanos, fue -como miles de niños de su condición- limpiabotas, vendedor ambulante y analfabeto. Sólo el boxeo logró atraerlo y quitarle de la calle.

En 1962, cuando tenía 20 años y aún era un desconocido, se casó con María Beatriz García, presentada luego por él mismo ante los periodistas como La Pelusa. La relación violenta que Monzón mantuvo con ella se fue descubriendo con los años. El ex campeón tiene todavía una bala alojada en la espalda: La Pelusa le disparó dos veces con intención de matarle para evitar que la siguiera golpeando.

Un instinto feroz

Los especialistas en boxeo y en particular sus rivales más expertos -Nino Benvenutti, Jean Claude Bouttier, Mantequilla Nápoles, Rodrigo Valdés y Emile Griffith- destacaron en particular "la ferocidad" de su instinto. Se caracterizaba por ser un boxeador flaco, erguido, sin demasiada movilidad de piernas, que se protegía en su altura y la longitud de sus brazos, pero tenía una condición que le distinguía del resto: la dureza de su pegada con los dos puños. Con terrible frialdad se dedicaba a demoler a sus rivales hasta destrozarlos. Para despertar su brutalidad, cuando le veían demasiado calmado, en la esquina le recordaban que su rival estaba dispuesto a quitarle todo. Entonces respondía sólo con gestos y ponía en marcha la máquina de picar carne. Hizo 14 defensas del título y se retiró invicto. En 102 peleas como profesional sólo perdió tres. Y de las tres se tomó revancha.Todo lo demás resulta previsible: la fama le llevó de la mano a las portadas de las revistas, a las cenas privadas con Alain Delon en París, a los baños de multitud y a los platós de cine, donde se enamoró de la vedette Susana Jiménez. La pasión, que incluía la violencia, duró tres años. Cuando Monzón peleó por primera vez contra Rodrigo Valdés en Montecarlo amenazó con abandonar el hotel en los días previos si ella no viajaba a verle. La recibió con amor y al día siguiente la despidió con un tremendo bofetón que dejó morado el ojo de la actriz a la vista de la prensa internacional.

Años más tarde, ya retirado, le presentaron a Alicia Muñiz. Uruguaya, nacionalizada argentina, ex modelo, ex vedette, sencilla, enamorada. Esta vez los pasos fueron, en apariencia, más lentos y pensados. Noviazgo largo, embarazo, matrimonio vía Miami y convivencia tranquila hasta la primera separación. Los problemas seguían siendo los mismos: alcohol, celos, violencia. En el camino quedaron dos períodos de reconciliación y el que intentaban este verano en Mar del Plata.

El lunes, en Miami, donde reside su antiguo apoderado, protector y padre sustituto de Monzón, el entrenador Amilcar Brusa decía en tres frases, con la voz quebrada por la emoción, todo lo que en realidad habría que decir ahora: "Muchos le exigían que por ser el campeón debía hablar sin equivocarse o pensar como un intelectual. Nadie se daba cuenta de que era sólo un boxeador. El más guapo que yo conocí arriba de un ring, pero también el chico más indefenso fuera de él. Una fiera que siempre se sentía acorralada".

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