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Bush se juega su supervivencia política en las elecciones Primarias de New Hampshire

Francisco G. Basterra

El vicepresidente George Bush, hace sólo 10 días el favorito indiscutible a la presidencia de Estados Unidos entre los republicanos, lucha por su supervivencia política en las primarias del martes en New Hampshire, que también deberán sacar del anonimato regional a un candidato demócrata. Sólo Dukakis y otro demócrata (Gephardt o Simon), aparte del fenómeno Jesse Jackson, saldrán vivos de las nieves de New Hampshire.

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Dukakis y el resto de los demócratas

ENVIADO ESPECIALNadie, desde 1952, ha sido elegido presidente sin ganar en este pintoresco estado de Nueva Inglaterra, de sólo un millón de habitantes, que no pagan impuesto sobre la renta. Y desde 1964 ningún candidato republicano ha conseguido la nominación de su partido sin triunfar antes aquí, un territorio mezcla de tarjeta postal de la América de iglesias blancas de madera y de verdes colinas, y del boom de las empresas de tecnología, desbordadas desde el vecino Massachusetts. Es el cuarto estado industrial de la unión federal, el octavo por su renta per cápita, pero sólo el 44 por su tamaño.Después de los caucuses de Iowa, ésta es la segunda prueba significativa de esta democracia local de prét a porter ideada por los norteamericanos para elegir a sus presidentes. Tras estos dos obstáculos acaban las competiciones vecinales, y los aspirantes que aún cuenten con aliento y con dinero se enfrentarán el 8 de marzo a la superprimaria regional de 20 estados sureños.

Bush, humillado en lowa por el predicador evangélico ultra Pat Robertson, ha perdido en 72 horas los 20 puntos de ventaja que le llevaba a Robert Dole. Los sondeos ofrecen ahora una llegada a decidir por photo finish entre el vicepresidente, que se lo juega todo en este estado de la costa atlántica, y el senador por Kansas, a quien una victoria le su pondría prácticamente la nominación de su partido.

Un aristócrata

Hasta la sorpresa del tercer puesto de Bush en Iowa, lo previsto era un paseo triunfal del vicepresidente por New Hampshire. Nacido en el vecino Massachusetts, criado en Connecticut, tiene una casa de verano en el también vecino estado de Maine. Además, aquí Reagan -a diferencia de Iowa, donde la crisis agrícola se ha hecho sentir- es popular. Es un estado centrista, conservador, sin negros ni hispanos, de viejas tradiciones yanquies, perfecto para un aristócrata de Yale y de la política, como George Herbert Walker Bush.Pero el efecto multiplicador de los 200.000 votantes de Iowa, atizado por unos media que no son precisamente entusiastas del vicepresidente, se ha hecho sentir en New Hampshire. El boca a boca transmite un único temor: Bush es un político honesto pero quizá le falten el fuego y la personalidad necesaria para ser elegible en noviembre. Su cuajada hoja de servicios no es una base suficiente para basar, una campaña a la Casa Blanca. Tampoco su insistencia en su fidelidad perruna de más de siete años a Ronald Reagan. La sombra del presidente es muy alargada, pero no suficiente para elegir a su sucesor.

Bush, un político que carece del instinto homicida sin el que es difícil llegar hasta lo más alto, va estos días definitivamente a por la yugular de Dole. Le está atacando de ser el culpable del caos que reina en el Congreso, que se ha convertido en un instrumento incapaz de aprobar las leyes, poblado por 535 parlamentarios que quieren ser ministros de Exteriores. La línea maestra de la campaña de Dole es su eficacia en las aguas turbulentas del Parlamento para sacar adelante legislación. "Cuando el presidente quiere algo, llama a Robert, no a George", repite Dole.

Los expertos le han rehecho por completo el discurso básico a Bush, olvidándose de un lenguaje tecnocrático y dándole más agresividad. El vicepresidente ha descendido de su alfombra mágica, abandonando los tés con los republicanos ricos y las reuniones con empresarios para rozarse con el pueblo más llano.

La irrupción en escena del teleevangelista Robertson con su ejército invisible de fanáticos religiosos que quieren restaurar los valores tradicionales a una América que consideran que ha perdido su faro, complica enormemente las perspectivas del Partido Republicano. Nadie cree que Robertson quede aquí tan bien como en lowa, pero sí es capaz de convertirse en el candidato de los auténticos conservadores.

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