Forma y formato

El recurso de "echar balones fuera", además de una fea y ultraconservadora táctica de fútbol, es también una maniobra dialéctica no menos fea y conservadora para excusarse de lo inexcusable, e incluso para fingir que se explica lo que no tiene explicación que valga.Sabemos, como dice la nota de TVE en que explica (es un decir, pues en realidad se limita a "echar balones fuera") por qué emite en formato cuadrangular películas realizadas en scope, que son las distribuidoras las que envían las películas en tales impresentables condiciones. No es un asunto nuevo. Viene de atrás, y este periódico no es la primera ni la segunda vez que se ocupa de él.

Que las empresas distribuidoras -negocios privados que con penosa frecuencia no sienten escrúpulos a la hora de destrozar una obra de arte, si de ello sacan provecho económico- hagan tal barbaridad, ¿acaso exime a TVE -un negocio público, que debe poner siempre por delante de su provecho comercial el respeto al arte- de su responsabilidad por aceptarlos y emitirlos así? ¿Por qué no los devuelven -como se devuelve cualquier mercancia averiada- a sus proveedores?

Con igual lógica: ¿emitiría TVE un filme con el orden de los rollos alterado, porque así se lo ha enviado la empresa distribuidora? Pues bien, emitir una película con el orden de los rollos cambiado no es asunto peor que reducir el formato scope a formato convencional. Viene a ser, en última instancia, exactamente lo mismo: en ambos casos -uno temporal y otro espacialmente- el atentado contra el formato se convierte en un atentado contra laforma, es decir contra la esencia misma del filme.

Cuando el cineasta catalán Carles Benpar (y ahora también su colega Santiago Lapeira, que, según una información de Efe, ha interpuesto contra Televisión Española demanda igual a la del primero, pero respecto a Mamá nos complica la vida, película de Minnelli emitida en similares condiciones días después) procede judicialmente contra TVE, exigiendo que repita, respetando la integridad de su encuadre en scope, la emisión de El hombre del Oeste, de Mann, se limita a ejercer su derecho a exigir de una institución pública el cumplimiento de un servicio que ha prometido y no ha cumplido.

Porque, en rigor, y aunque trozos de ellas hayan pasado como sombras deformes por la pequeña pantalla, Televisión Española no ha emitido realmente los excelentes filmes de Anthony Mann y Vincente Minnelli, sino dos caricaturas irreconocibles de ambos.

Destrozada su forma, no hay filme. El cine existe como arte sólo cuando como y qué, espacio y tiempo, encuadre y contenido del encuadre, coinciden. Pero esta sagrada ecuación formal ha sido vulnerada en ambas emisiones. Con una agravante: muchas personas creerán haber visto dichas películas, y no es así. TVE no solo ha vulnerado la integridad de una obra de arte, sino también la cultura de muchos de sus receptores.