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Carmine Romanzi

Un renacentista al frente de los rectores europeos

Es catedrático de Microbiología, fue rector de la universidad de Génóva y asegura no haber padecido una sola huelga ni tener estudiantes en su contra durante los 16 años de su mandato. Pero, desde 1984, este viejo profesor, un humanista de 74 años que parece sacado del Renácimiento y un hombre de la izquierda laica italiana, dedica sus energías a presidir la Conferencia de Rectores Europeos (CRE). Este organismo, nacido como tantos otros tras el horror de la II Guerra Mundial, se propone aprobar el próximo mes de septiembre una Carta Europea de las Universidades, que reclama para el año 1992 la supre sión de las fronteras académicas en el Viejo Continente.

Carmine Romanzi, nacido en un pueblecito vecino a Nápoles, recuerda, por su convencimiento y pasión al hablar, a los intelectuales que, como Altiero Spinelli o Ernesto Rossi, cómpartieron con él la lucha antifascista en la resistencia y la posterior reconstrucción de Italia. Para este universitario, Europa es un concepto geográfico artificialmente dividido por la política y por cuya unidad hay que luchar también desde la cultura. "Algo que no se ve, que tiene resultados a largo plazo, pero que resulta esencial", dice Romanzi.Para el presidente de los rectores europeos, el balance, veinte años después del pronunciamiento estudiantil de 1968, es inequívocamente positivo, "aunque a veces los alumnos, como es lógico en cualquier joven, exagerasen las críticas". Y añade: "Introdujo la necesidad de una nueva relación entre profesores y alumnos, algo que en esencia ya pedía muchos siglos antes Platón en el cuarto libro de su obra La Repúbl¡ca". Romanzi cree, sin embargo, que las cosas están cambiando en los últimos años y que los alumnos ya no creen que un diploma universitario sea un talismán mágico, y cuando protestan, lo hacen para exigir que se les enseñe más y mejor.

Este profesor reclama para la Universidad europea su tradición, "algo que, bien entendido es en sí mismo motor de progreso", y en esa línea irá la petición que contendrá la Carta Europea de incrementar la movilidad de profesores y estudiantes, tal como era frecuente en épocas anteriores entre las universidades europeas: "Hasta crear un verdadero universitario, no ya de tal o cual país, sino sencillamente europeo". El profesor re conoce las dificultades eco nómicas y lingüísticas que ello supone y critica que la CE, a pesar del proyecto Erasmus, dedique aún un esfuerzo insuficiente a estos fines, determinantes en su opinión del futuro europeo.

"Si queremos que en 1992 exista una Europa sin fronteras académicas, deberemos vencer también las resistencias que oponen un cierto nacionalismo y el conservadurismo intelectual de quien no ve más allá de sus fronteras", afirma Romanzi, que dice ser optimista a pesar de su fatalismo de buen meridional. "La tradición europea es la que avala nuestras universidades, algo que, por muchos medios que consigan, nunca podrán tener las excelentes universidades norteamericanas, porque para crear un Fermi o un Von Braun se necesita una sedimentación cultural de siglos" ' añade el profesor italiano, que opina'que, "en nivel medio, los licenciados universitarios europeos no tienen nada que envidiar a los nortearnericanos".

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