Hábito de las cartas

Va siendo un hábito la lectura de cartas en ese diario en las que después de hacer declaración expresa de ser quien escribe un heroico lector de EL PAÍS desde su fundación, anuncia, por diversas causas, dejarlo de leer a partir del día siguiente.No quiero contribuir a engrosar las filas de los nuevos Saulos; seguiré, sin duda, leyendo ese periódico. Pero en esta mi tierra, donde se dice que fue inventado el derecho al pataleo, permítaseme que lo ejerza a propósito de una de las tantas oportunidades que ofrecen.

El editorial del miércoles 30 de diciembre sobre El Defensor del Pueblo, después de erigirse nuevamente como superestructura pensante-moralizante de tirios y troyanos, afirman ustedes, con vistas a justificar sus tesis sobre el menoscabo de la figura del Defensor del Pueblo: "Las cifras cantan, y el hecho de que las 30.763 quejas contabilizadas en el año 1983 se hayan reducido a 13.678 en 1986 demuestra este alejamiento".

Si el vivir en democracia, bajo el pararrayos de un Estado de derecho, ha hecho, sin duda, a los españoles más libres, más celosos de sus derechos -prueba, además de otras razones, de los recursos infinitamente mayores en los tribunales de justicia-, no se les ocurre a ustedes la consideración de otras variables, como, por ejemplo, que las propias administraciones resuelven más y mejor las cosas, y que, en consecuencia, ese descenso de quejas puede tener algún fundamento más objetivo, aunque sin duda menos apetecible para EL PAÍS.

No sé si tan siquiera la verdad requiere de cruzadas; pero desde luego, si es así, no lo debe ser en exclusiva la gente guapa del periodismo español-