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ERT comunica a la banca acreedora que carece de recursos para pagar su deuda de 40.000 millones en créditos participativos

Explosivos Río Tinto (ERT), la sociedad química accionarialmente controlada por la Kuwait Investment Office (KIO), ha comunicado ayer formalmente a sus acreedores bancarios que no dispone de medios suficientes para hacer frente a los créditos participativos pendientes de pago, que alcanzan los 40.000 millones de pesetas.La decisión de tirar la toalla ante el comité de acreedores supondrá la pérdida de los beneficios fiscales de 7.000 millones de pesetas, previstos en caso en que la operación se hubiera cerrado antes del día 31 y reabre la polémica entre gestores y accionistas sobre el control efectivo de la sociedad.

Con la inhibición del presidente de ERT, José María Escondrillas, ante sus acreedores, queda al descubierto paralelamente la entrada de la sociedad en un cuadro financiero que vuelve a ser preocupante. Junto a la falta de clarificación sobre cómo afrontar los créditos participativos, la empresa ha de hacerse cargo de su deuda normal, de alrededor de 25.000 millones de pesetas a partir del 1 de enero, afrontando tanto los intereses acordados a precio de mercado como la amortización del principal.

Deudas previstas

En un comunicado remitido ayer a los medios de información, la empresa confirmaba que no ha habido un recorte sustancial de estos compromisos a lo largo del año y recogía las previsiones de resultados para 1987. ERT estima obtener este año unos beneficios de 2.200 millones de pesetas, sobre una cifra de negocios de 172.000 millones.El anuncio de Escondrillas ha venido a dar tono oficial a una situación previsible, que era vox populi tanto en el consejo de la sociedad como entre las instituciones bancarias.

La actual situación parece inclinar la balanza a favor de Torras-KIO-Cros en el pulso que vienen manteniendo desde hace meses en el seno de ERT. Ante el problema generado por la falta de capacidad para hacer frente a sus compromisos, una de las variables en las negociaciones que mantiene ERT con sus acreedores pasa por la aceptación de la presencia de Torras-KIO-Cros en el consejo de la empresa. Una operación que, por una parte, permitiría encauzar la negociación sobre la deuda con el respaldo del accionista y, por otra, vuelve la discusión a su punto inicial, la batalla por el control de la empresa.

El llamado plan Escondrillas, diseñado durante el pasado verano, pivotaba sobre la posibilidad de hacer frente a los créditos participativos con unas acciones en torno al 700%. Ello hubiera permitido emplear parte de la autocartera (18%) para hacer frente a entre un 30% y un 40% de los compromisos a partir de las quitas pactadas.

Una vez conseguido esto, el equipo gestor de ERT desbloquearía el embargo sobre su política de desinversiones al tiempo que ganaría un margen de maniobra en la gestión de la empresa y una mayor comodidad en el pago del resto de los compromisos.

El proyecto ahora descartado ofrecía a Explosivos la posibilidad de obtener unos beneficios en torno a 28.000 millones de pesetas, por la conversión del diferencial de su deuda anterior. Un panorama a partir del cual la empresa podría compensar pérdidas de ejercicios anteriores y presentar unos resultados brillantes al cierre de 1987, con un perfil sustancialmente distinto al surgido a consecuencia del fracaso del plan.

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