Tristes finales
Continuamente nos informan los medios de comunicación, cada vez con más frecuencia, de los tristes finales de adolescentes y jóvenes. Después decimos "qué horror, pobre muchacho, estaría loco" y el silencio más absoluto por parte de casi todos.Si detrás de cada tragedia, se investigara a fondo lo que realmente se esconde, se descubrirían cosas sorprendentes. Nadie se quita la vida por placer.
Detrás de cada autodestruccíón hay mucho sufrimiento, importantes motivos y varias personas, por equivocación y desinterés, culpables. Si al final como resultado, surge la tragedia, cuentan de antemano con nuestros prejuicios y silencio.
El suicidio no puede ser, ni podrá ser jamás, un suceso privado, el suicidio es cosa de todos, es el barómetro que indica que las cosas no marchan bien y por consiguiente, toda la sociedad resulta culpable.
Todos somos humanos y por consiguiente fallamos, pero no podemos quedarnos mudos e insensibles cuando un ser único y valioso trunqua su joven vida para siempre.
Denunciando los hechos, haremos entre todos que se vayan corrigiendo errores. Como por ejemplo el de no escuchar suficientemente al niño, adolescente y joven, y no solamente al adulto.
También el suicidio está considerado como una imborrable mancha familiar y en muchos casos se sigue disfrazando el suicidio como accidentes. Yo también, cuando pasé por la tragedia de perder a mí hijo, de 19 años, tuve el impulso. de silenciar los hechos.
Fue el miedo humano a los prejuicios, pero enseguida reaccioné, no me quise resignar, reflexioné, estudié detenidamente todo lo que había ocurrido y mi conciencia me dictó la conducta a seguir.
De ninguna manera podía soportar que los sufrimientos de mi hijo y su desenlace fueran inútiles-
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