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BALONCESTO

El Madrid resolvió ante el Dietor

Luis Gómez

El Real Madrid no gana por asfixia, por superioridad física o numérica, ni arrolla o hunde al rival por efecto de un juego fluido y contundente. A veces gana por oficio y otras por vicio, pero aburre. Gana muchas veces porque tiene más equipo y más hombres que quieren ganar como sea, que les gusta ganar. Pero no están disfrutando con estas victorias. Y, ayer, existía curiosidad, ante el primer choque realmente importante en dos meses de competición, por ver cómo ganaban.Ganaron en ocho minutos y de una forma bien simple: una defensa en primera línea más ajustada gracias a la aportación de Del Corral, un espíritu más veloz en la zona gracias a Antonio Martín, cuatro pases bien dados de Corbalán y tres o cuatro canastas impecables de Alexis. Antes y después de estas acciones tan normales, tan poco aparatosas, hubo un mal partido, resuelto al fin y al cabo discretamente.

Pero, además, el encuentro siempre dio la sensación de ser un espectáculo incompleto: el Dietor no parecía ser un verdadero equipo italiano, el Real Madrid era un conjunto soso y aburrido y el Palacio de los Deportes no era ese recinto caliente y amplio de los buenos acontecimientos. Todos, pues, público y protagonistas, coincidieron extrañamente en no darle al choque demasiada importancia, como si estuviera puesto a destiempo.

Ante ese equipo numeroso pero poco hilado, el Dietor fue presentando centímetros en vez de juego. Con bases de más de 1,90 y aleros de 2,04, su actuación fue necesariamente lenta. Lo curioso es que tan poca velocidad terminara por contagiar a los madridistas, lo que le supuso evidentes problemas en una primera parte real mente discreta. En la segunda, perdió presencia ante la velocidad del Madrid en esos ocho minutos y sólo registró 27 tantos, de los que diez fueron en momentos postreros y gracias a reiteradas imprecisiones de Fernando Martín.

Así que el Madrid es una máquina de ganar partidos, pero no una máquina de hacer buen juego y ese hecho genera curiosos desajustes. Por ejemplo, Llorente, esclusivamente dedicado a la defensa, o Alexis, curioso caso. Todo lo que hace Alexis es limpio, impecable y frío: cuando tira de tres puntos, cuando entra a canasta, cuando le da un pase al rival, cuando se despista. Alexis, inmutable, es como un extraño en el equipo.

La nómina de desajustes termina arriba, entre los cuatro pivots. Hay cuatro, sí, pero no hay pareja, que es de lo que se trata. Hay cambios de parejas, como ayer, con el proceso Romay-Martín, Romay-Branson, Branson-Antonio y Martín-Martín. Empezó muy bien Romay, hasta que le sacaron un ojo de un castañazo, pero terminó imponiéndose Antonio Martín, otro caso curioso: pasados dos meses nadie tiene la impresión de que le estén regalando minutos.

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