El rescate de Melodie
LA POLICÍA y la Guardia Civil se han apuntado un fabuloso éxito al conseguir liberar a la niña Melodie Nakachian, secuestrada en Marbella por una banda que exigía un fuerte rescate. La resonancia internacional del caso deriva tanto de la emotividad asociada a un suceso en el que por dinero se pone en peligro la vida de una niña de cinco años como de la personalidad de sus padres. La madre es una famosa cantante coreana, y el padre, un millonario libanés de oscuro pasado. Pero si esa resonancia puede acreditar, a la vista del desenlace, la imagen de eficacia de la policía española, puede tener, al mismo tiempo, un efecto negativo sobre el atractivo de la Costa del Sol como paraíso de los ansiosos de sol y seguridad.La diputada del Grupo Popular por Málaga Celia Villalobos ha solicitado la presencia del ministro del Interior ante el Congreso para que informe sobre la inseguridad ciudadana en la Costa del Sol, que el secuestro de Melodie ha puesto de manifiesto. Otras voces se han alzado en los últimos días para llamar la atención sobre la presencia en la zona de delincuentes de diversa ralea y nacionalidad, y sobre la inseguridad que para el turismo de calidad supone esa presencia. La posterior difusión de datos biográficos del millonario libanés víctima del chantaje resuelto ayer ha dado un ambiguo sentido a esa advertencia: Nakachian había hecho su fortuna en negocios poco claros en la época en que era conocido como el rey de los bajos fondos londinenses; desde 1966 tiene prohibida su entrada en el Reino Unido, y hace años fue condenado en Japón por delitos relacionados con contrabando de oro y diamantes.
Que los paraísos de la jet-set atraen a la delincuencia internacional como la miel a las moscas es cosa sabida. Hace mucho tiempo que en otros paraísos, como la Costa Azul, se tomaron drásticas medidas para evitar que carteristas, ladronzuelos de hotel y chantajistas diversos turbasen la tranquilidad de los selectos visitantes. Ahora queda la duda de hasta qué punto se incluye en el capítulo de delincuencia internacional a algunos de los más conspicuos representantes de esa refinada clase de consumidores de sol y lujo.
En la Costa del Sol hay tantas plazas hoteleras como en toda Grecia; tienen su asiento 11 de los 13 hoteles españoles de superlujo, y en las cajas fuertes de sus bancos se guardan joyas y depósitos por valor de unos 150.000 millones de pesetas. El desarrollo de la zona depende en exclusiva del turismo. El clima no va a cambiar, pero puede hacerlo la moda o el desarrollo de la industria turística. Las costas de la zona atlántica de Andalucía o del norte de África pueden un día convertirse en competidoras de las playas malagueñas. Uno de los factores que más pueden influir en ese cambio es la inseguridad. El otro es la incomodidad derivada de la deficiente infraestructura de comunicaciones: la única vía que recorre la zona es una carretera, la nacional 340, que es la más congestionada -y la más mortífera- de España.
La situación, desde el punto de vista de la seguridad, es peor que mala. La provincia de Málaga figura en los primeros lugares en la triste clasificación de delitos por habitante, así como en consumo de drogas. Con todo, aún se está a tiempo de evitar que el factor inseguridad se convierta en decisivo a la hora de determinar el flujo turístico. El secuestro de Melodie debe actuar como señal de alarma.
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