Una vecina de Málaga gana 861 millones en la 'loto'
Ana Cerezo Santiago, malagueña, de 56 años, soltera, es la ganadora de los 861 millones de pesetas de la lotería primitiva de esta semana, que ha batido tanto el récord de la cuantía del premio como el de recaudación. El boleto de Ana, con sólo tres apuestas, ha sido el único aparecido con la combinación ganadora. Al mediodía de ayer, la afortanada, junto con las personas con las que vivía y los familiares más allegados, se marchó del barrio, y los vecinos no tienen referencia sobre su paradero. Antes de desaparecer, en un estado de gran nerviosismo, negó a los vecinos que le preguntaron que hubiera obtenido el premio, pero éstos están convencidos de que Anita la de Córdoba, como la conocen en el barrio, ha sido la afortunada.
Ana Cerezo tiene fama de ser muy afortunada en los juegos de azar. "Le ha tocado bastantes veces la lotería y la quiniela, pero siempre poca cosa", comentan sus vecinos. En este caso, sin embargo, esta malagueña ha batido todos los récords. El premio de 861.261.232 pesetas es el de mayor cuantía conseguido hasta ahora, ya que el récord estaba en 843 millones. Esta semana se ha establecido también un nuevo récord de recaudación, con 3.821.803.400 pesetas, frente a los 3.756 millones de hace seis meses.Como todas las semanas, Ana Cerezo selló su boleto de tres apuestas en la administración de loterías número 43, en la barriada de Mangas Verdes, la más próxima a su domicilio, sito en la calle Concejal Fernández Ramudo. Como siempre, Ana se llevó también el boleto de su vecino Juani, que ayer estaba desconcertado porque Anita no le había dicho nada. "Sobre las once de la mañana, Anita estuvo en mi tienda", explica Juani, "y compró fruta y verdura. A esa hora yo estoy seguro de que no sabía todavía nada, porque si no a mí me lo hubiera dicho".
Después de hacer la compra, Anita y la señora con la que vive, se dirigieron hacia la administración de loterías, situada a unos 500 metros y, según sus vecinos, fue allí donde se enteré. "Yo me las encontré cuando venían de vuelta", comenta otra vecina del mismo edificio, "y las vi muy raras, como con mucha prisa, cuando ellas siempre se paran y hablan..., pero esta mañana no querían conversación".
"No era la de siempre"
Otra vecina, que se enteré de la noticia en un estanco próximo, asegura que "Anita no era la de siempre". "Cuando las vi les dije: 'qué suerte Anita, te ha tocado, enhorabuena'. Y ella se puso hasta colorá, totalmente sofocá, y siguió andando muy deprisa. Estoy segura de que el soponcio se lo llevó allí, donde selló el boleto".
Mientras los periodistas se concentraban en los alrededores de la administración donde se selló el boleto, que lleva el número 593969152, y contactaban con todas las Anas del barrio -cerca de una docena en cuatro calles-, Ana estaba en su casa preparando papeles con directivos de una caja de ahorros. "Llegaron dos hombres, subieron y estuvieron mucho rato. En ese momento", dice Juani, "yo no pensé que podía ser gente del banco, pero ahora estoy seguro de que lo eran". Sobre las dos de la tarde, Ana, junto con el resto de las personas de la casa, se marcharon en un Seat 127. "Que se hayan ido es raro, pero como esta noche no vuelvan, ya no cabe la menor duda", sentencia Juani. A primera hora de la tarde, todas las ventanas de la vivienda estaban cerradas y la única señal de que la casa estaba habitada era una toalla en el tendedero.
Hasta el mediodía de ayer, Ana vivía en el tercer piso del número 3 de la calle Concejal Fernández Ramudo. Con ella viven un hermano, otra señora, de apellido Córdoba, y tres sobrinos, dos mujeres y un varón. Ana siempre se ha dedicado a sus labores y el hermano y la señora Córdoba, ambos con más de 60 años, según calculan los vecinos, cobran una pequeña pensión. La vivienda, que ocupan desde hace 25 años, tiene 75, metros cuadrados y forma parte de un grupo construido por la Obra Sindical del Hogar. Por ella pagan un alquiler mensual de 300 pesetas.
Cuando los periodistas localizaron a la verdadera afortunada, las Anas del barrio de Mangas Verdes respiraron tranquilas, después de los agobios que sufrieron durante la mañana. Ana Gallego, por ejemplo, a quien se dirigieron las primeras pesquisas, terminó llorando ante los periodistas, rogándoles que publicaran que ella no era, que tenía miedo por su hija; Ana la de la tienda, también recuperó la normalidad, aunque momentos antes se había enfrentado a periodistas y banqueros mientras tapaba, con ayuda de su marido, un boquete por el que la noche anterior habían entrado unos ladrones a su comercio.
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