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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La convalecencia del dólar

EL ANUNCIO de la mejora del déficit comercial norteamericano correspondiente al mes de septiembre ha provocado una reacción favorable en las bolsas del mundo, aunque no tanto como estaba previsto. La publicación hace unas semanas del déficit correspondiente al mes de agosto fue una de las causas que desencadenaron la caída en la Bolsa de Wall Street, aunque en este caso más vale hablar de la gota de agua que hizo desbordar el vaso.Las cifras mensuales del comercio exterior norteamericano han adquirido un valor mítico y tal vez haya sido ésta la razón por la cual se esperaban con tanta expectación los resultados correspondientes al mes de septiembre. Pero la historia no suele repetirse exactamente y la reacción de los mercados a las relativamente buenas noticias ha sido más bien moderada, salvo en Japón, donde tienen más razones que en ninguna otra parte del mundo para seguir muy de cerca la evolución del déficit exterior norteamericano.

En cualquier caso, la mejora del déficit comercial ha sido bastante limitada, lo cual no debe extrañar, dada la inercia de esta clase de fenómenos. Cuando se analizan las cifras al volumen de los intercambios (es decir, haciendo abstracción de la evolución de los precios) se constata una evolución positiva desde hace ya varios meses. En lo que va de año, las exportaciones norteamericanas están creciendo a un ritmo del orden del 10%, mientras que las importaciones apenas lo hacen a un ritmo del 1%. Esta evolución se ve, sin embargo, contrarrestada por el movimiento de los precios: mientras que la depreciación del dólar encarece las importaciones de mercancías, los exportadores tienden a mantener sus precios, lo cual produce a corto plazo un empeoramiento aparente de la situación, que sólo más tarde, cuando aumenta el volumen de las exportaciones y se modifica la relación de los precios de importación y exportación, afecta al valor nominal de los intercambios. Se trata de un fenómeno que, aunque conocido, no es descontado por unos mercados presa del nerviosismo. En este sentido, la reacción de estos últimos días tiene al menos el mérito de no estar dictada por la histeria.

El fondo de la cuestión consiste en averiguar si la evolución positiva de los intercambios en volumen es lo suficientemente rápida como para conducir al equilibrio de la balanza por cuenta corriente norteamericana en un período de tiempo razonable. Sin la colaboración de los otros países industrializados en el sentido de aumentar sus importaciones, la respuesta a esta cuestión es probablemente negativa, lo cual conduce a pensar que el ritmo de ajuste de la economía norteamericana tiene que acelerarse, para lo cual la única receta disponible consiste en restringir la demanda interna.

Tras la publicación de las estadísticas del comercio exterior norteamericano y el ligero fortalecimiento del dólar, los mercados parecen haberse calmado. Pero ello no debe dar pie a la peligrosa ilusión de que se ha encontrado un equilibrio estable entre las principales monedas del mundo. La realidad es que el sistema monetario internacional necesita una profunda revisión en cuanto a sus principios y a su funcionamiento y, desde luego, una mayor coordinación entre las políticas económicas de los principales países industrializados. Es difícil predecir el tiempo que necesitarán los líderes de las grandes naciones occidentales para aceptar esta realidad, aunque cabe esperar que lo hagan antes de que sea demasiado tarde.

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