_
_
_
_
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

'Privilegios' carcelarios

Últimamente se está hablando mucho en la Prensa y la radio, muy en la línea de una campaña orquestada, de privilegios de los presos políticos. Durante 10 años y nueve meses he vivido esos privilegios y también algunos más, de los que quiero referirme a los que siguen como botón de muestra:- Permanecer en los sótanos de la DGS 24 días; ahora, sin ser chico privilegio, se permanece 10 días.

- Detenido en febrero de 1977, sigo en prisión; no contó para mí, ni para otra docena de compañeros, la amnistía de octubre de ese mismo año.

- Los años 1980-1981 los pasé encerrado en una celda con una cama por único mobiliario, sin ver ni siquiera la cara a ninguno de mis compañeros, pisando el patio una vez o, como mucho, dos por semana y durante 10 minutos, sin correspondencia, sin ni una sola visita de mi hija o de otro familiar, etcétera.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

- Llevo a cuestas el privilegio de huelgas de hambre de 40, 30, 25, 20 días, etcétera.

- Ni una sola vez he podido abrazar a mi hija, que ha pasado de los tres a los 14 años.

¿No es suficiente carta de presentación? Este aval, creo, bien me puede merecer el uso de la palabra para referirme a los privilegios que ahora se nos atribuyen.

Se pone el grito en el cielo, cual si se tratara del mayor escándalo imaginable:

- Porque comemos con cuchara, tenedor y cuchillo metálicos. ¿Y cómo come todo el mundo? Tan peligrosas armas, en nuestras manos, nunca hicieron ni el más leve rasguño a nadie.

- Porque tenemos autorizado papel maché, pinturas y otros objetos para hacer trabajos manuales. ¿Quieren los nuevos inquisidores otra vez la argolla para los presos políticos?

- Porque nos negamos a ser cacheados. Nada puede ser más falso. De ser cierto, automáticamente estos cacheos nos los impondrían por la fuerza los funcionarios o, llegado el caso, la policía antidisturbios. A lo que realmente nos negamos, siempre lo haremos, es a los cacheos vejatorios y humillantes, sin ninguna relación con la seguridad, que tienen por único objetivo pisotear nuestra dignidad y doblegarnos. Nunca éstos, ni otros privilegios del mismo tipo nos han sido regalados. Para no vernos reducidos a la condición de piltrafas humanas y para mantener la conquista del respeto a nuestra dignidad, los presos políticos tenemos que librar una lucha permanente.

Para terminar, un último privilegio: junto con dos compañeros, hace tres meses, fui trasladado de la prisión de Soria a la de Daroca. Esto ocurre después de permanecer más de tres años en Soria, tiempo en que nunca existió allí ni el más leve conflicto.

Toda nuestra peligrosidad se reduce a una vida organizada de trabajos manuales y de estudio colectivo. De estudio por ser lo mínimo que debe tener un preso. De trabajos manuales porque, siendo presos, nos permitían conservar los hábitos y la dignidad de las personas; también porque ello contribuía a aliviar en algo la carga económica que somos para nuestras familias, todas, o la inmensa mayoría, de la más humilde condición. Por una peligrosidad tan manifiesta, 11 compañeros de Soria y siete compañeros de Carabanchel fuimos trasladados a seis nuevas cárceles esparcidas por toda la geografía.

Ahora, aquí, en Daroca, se ve que ya estamos como constitucionalmente nos corresponde estar: sin posibilidad de estudiar ni trabajar, bien alejados de nuestros familiares y amigos, aislados del resto de los compañeros... Es decir, rebajados a la condición de bestias atrapadas en cajones de hormigón y hierro. La disyuntiva vuelve a ser la misma de siempre: o aceptar la condición de bestias sin voluntad propia o, por el contrario, seguir defendiendo, incluso al más alto precio si fuera preciso, nuestra dignidad de personas.- preso político de los GRAPO. Prisión de

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_