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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los límites de la 'glasnost'

EL PROCEDIMIENTO aplicado para destituir a Boris Eltsin como secretario del partido comunista de Moscú pone de relieve que el techo de la glasnost, al menos en algunos casos, es sumamente bajo y que siguen teniendo un peso considerable los métodos antiguos de guardar silencio o dar versiones unilaterales de hechos que interesan a la opinión pública. Los soviéticos no han sido informados de lo ocurrido en la sesión del Comité Central del pasado 21 de octubre, en la cual Eltsin presentó su dimisión -según adelantó este periódico-, a la vez que denunciaba los retrasos en la perestroika. Es más, cuando el secretario del Comité Central, Lukianov, reconoció esa dimisión ante los corresponsales extranjeros, se prohibió a la Prensa soviética publicarla, y la televisión censuró esa parte de la conferencia de prensa.Ahora se ha dado la noticia de que el comité local de Moscú del PCUS ha destituido a Eltsin a causa de graves fallos, en una sesión en la que estaban presentes Gorbachov y Ligachov. Pero no se dice nada sobre la naturaleza de esos fallos. Un mínimo de claridad es indispensable si la dirección política soviética no quiere ver mermada su credibilidad, incluso en el plano internacional.

En cuanto al problema de fondo, dos hechos básicos deben ser tenidos en cuenta: lo que Eltsin representaba en el equipo de la perestroika y las dificultades con las que choca Gorbachov, en la etapa presente, para llevarla adelante. A todas luces, Eltsin era la punta de lanza del proceso de cambios. Nadie había presentado de manera tan radical la necesidad de sacar a flote y limpiar la basura acumulada, dentro de los mismos órganos del partido, en el período de Breznev. En un folleto de textos de Eltsin recientemente publicado por la agencia Novosti -y que ahora aparece como su testamento político- se denuncia la falta de discusión libre en los comités del partido, el ritual vacío y la costumbre de repetir lo que dice el secretario o presidente. Tenía actitudes populistas, pero ningún dirigente ha arremetido como él contra los privilegios de la nomenklatura. Todo ello era considerado como una amenaza por amplios estratos del partido, que, sin pronunciarse contra la línea oficial, desean reducir los cambios a su mínima expresión.

Por otra parte, es obvio que la perestroika choca con obstáculos serios en la misma cumbre del partido. En su discurso conmemorando el 70 aniversario de 1917, Gorbachov dijo que "crecían" las resistencias conservadoras, e invitó al mismo tiempo a los "impacientes" a aprender el arte del "autocontrol", a no intentar quemar etapas. La presencia de Ligachov en la reunión del comité de Moscú que ha destituido a Eltsin es casi un símbolo. Todo indica que ha sido su principal enemigo. Como responsable de la ideología, se esfuerza por defender una ortodoxia que, en sí, es incompatible con el progreso de la política de Gorbachov. Por eso los conservadores ponen su confianza en Ligachov, que es el número dos en la dirección del PCUS. No se opone directamente a la perestroika, e incluso ha sido un apoyo- importante para Gorbachov en etapas anteriores, pero su línea consiste -y lo ocurrido con Eltsin lo confirma- en ir acompasando el proceso reformador para evitar cambios profundos.

Es evidente que Gorbachov no ha querido -o no ha podido- dar la batalla en defensa de Eltsin ante un Comité Central y un Buró Político cuyos miembros, en su mayoría, no compartían de ningún modo los planteamientos radicales del antiguo secretario de Moscú. Que en este caso se han salido con la suya los sectores contrarios a la perestroika parece evidente. Pero Gorbachov ha evitado encajar una derrota abierta. El problema fundamental ahora, y al que solamente contestará el ulterior desarrollo de los hechos, es si después de la eliminación del vanguardismo, del impulso impaciente que Eltsin representaba, el proceso de la perestroika podrá conservar, aunque sea con un ritmo más pausado, su potencial reformador. O si éste se irá diluyendo a causa de la presión de los sectores conservadores y de las decepciones de las fuerzas que con más entusiasmo apoyan la apertura.

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